¿Quién lo persigue?
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Por Horacio Verbitsky La idea de que Carlos Menem padece una persecución política del gobierno bajo guisa de causa judicial ha producido tanta perplejidad en Olivos como delicia en La Plata. La Unión Cívica Radical y el gobierno nacional están preocupados y no eufóricos. En parte, porque la investigación ha puesto en foco la actividad del Grupo Macro. Entre sus directivos se contaron nada menos que el jefe de gabinete Chrystian Colombo y quien fuera íntimo colaborador de José Luis Machinea, desde el Banco Central hasta el ministerio de Economía, Roberto Eilbaum, dos fieles de la eminencia gris oscuro del radicalismo, Enrique Nosiglia. En cambio, el gobernador Carlos Rückauf ha aprovechado la salida de pista de su ex compañero de fórmula para reforzar su campaña proselitista, a horcajadas de la histeria colectiva por la inseguridad. Macroinquietud El Banco Macro hizo su ingreso espectacular a la causa con el testimonio
de Rubén Weizman, contador de la firma Elthan Trading, quien suministró
un detalle de los 36 millones de dólares transferidos desde esa
empresa fantasma al Yoma Group, 14 de ellos en 1996 a través del
Banco Macro. Esto no implica ningún cargo penal contra Colombo,
quien no formó parte del Banco sino de su financiera Macrovalores,
a la que ingresó después de aquellas transferencias. Pero
sí demuestra una promiscuidad de negocios que atraviesa las fronteras
partidarias. Alter ego Por estas y por otras razones, la actitud oficial no es equívoca.
El ex presidente Raúl Alfonsín cuestionó la figura
de la asociación ilícita, que eriza los nervios de toda
la clase política. ¡¿Cómo se puede acusar
de asociación ilícita a un presidente de la República,
sosteniendo que él y sus ministros se confabulaban o fueron nombrados
para cometer delitos en forma indeterminada?!, preguntó Antonio
Cafiero durante la sesión del Senado del miércoles 13, luego
de comparar la situación de Menem con la de Juan D. Perón
luego del golpe de 1955. Ningún radical alzó la voz para
refutar ese disparate, que la Cámara Federal ya había triturado
al confirmar la prisión preventiva de Emir Yoma: No se investiga
la gestión de un gobierno en particular, sino la comisión
de delitos los que, consecuentemente, se presentan con absoluta independencia
de las posibles funciones públicas que podrían o no haber
desarrollado los presuntos implicados. Una falsedad sobre la falsedad Al referirse a la situación de Menem, Almeyra recordó que la última dictadura había arrestado al jefe de la penúltima, Alejandro Lanusse, por falsedad ideológica del decreto del Poder Ejecutivo que aprobó el contrato con la empresa Aluar. Según el vocero presidencial para esta materia, la Cámara Federal admitió el argumento de la defensa, de que la falsedad ideológica sólo puede cometerse en instrumentos fedatarios, un acta de nacimiento o de defunción, una escritura pública, pero jamás en un decreto presidencial, que es un acto de administración gubernamental, de la misma manera que no puede cometerse en el texto de una ley. Pero el adjunto de De la Rúa leyó al revés la decisión que adoptó entonces la Cámara Federal: también son documentos públicos las actas de los expedientes judiciales, los administrativos, las sesiones legislativas y los decretos del Poder Ejecutivo, afirma el fallo. Añade que en el sistema constitucional argentino los decretos del Jefe de Estado pueden dar lugar a actuaciones penales por falsedad ideológica, debido al principio constitucional de igualdad. Es cierto que la Cámara dejó en libertad a Lanusse, pero la razón fue que no encontró en aquel decreto afirmación alguna que importe una falsedad. No puede decirse lo mismo de los decretos para la venta de armas firmados por Menem y sus ministros, entre ellos Domingo Cavallo. Esos instrumentos dijeron que los envíos eran para Venezuela y Panamá pero las armas salieron rumbo a Ecuador y Croacia. Precisamente sobre este punto, puede encontrarse otra referencia de actualidad: los camaristas objetaron la decisión del juez Eduardo Francisco Marquardt, quien procesó a algunos firmantes del decreto y no a otros, aunque todos estaban en similar situación desde el punto de vista objetivo. Almeyra se cuida de citar este tramo del fallo, porque De la Rúa busca ayudar a Menem, no hundir a Cavallo, quien también firmó los decretos para la exportación de armas. Quién es quién El juez, el fiscal y dos de los tres integrantes de la Cámara
de Apelaciones fueron designados por Menem. Urso ocupó un cargo
jerárquico de la administración municipal de Carlos Grosso
y fue apoderado de la lista electoral encabezada por Erman González.
Stornelli abrazó sonriente al ahora huésped de Armando Gostanian,
como se observa en la simpática fotografía distribuida esta
semana por el despechado entorno menemista, y su nombre también
apareció al abrirse la caja de Pandora de las agendas de Emir Fuad
Yoma, atesoradas por Lourdes Di Natale. Stornelli ha desarrollado un eficaz
estilo para relacionarse con la prensa, cuyas preguntas acepta o rechaza
según convenga o perturbe al expediente. No parece haber advertido
que actos propios como los encuentros con Menem y Yoma fuera de tribunales,
no pueden quedar cubiertos por la misma discrecionalidad. Todos contra todos Menem ha carecido hasta ahora de una aceptable defensa jurídica. El único del equipo que ha leído el expediente es Mariano Cúneo Libarona, lo cual tipifica la indefensión del ex mandatario. Oscar Roger ve a Mariano Cavagna como un falso noble italiano y es visto por él como un chusco cordobés. Ni siquiera en el despacho del juez ocultan la antipatía que se profesan. La semana pasada, Roger lisonjeó a Urso: La idea de recusarlo la planteó este viejo chocho, pero ha sido desechada, le dijo, a un metro de Cavagna. Los ex jueces Adolfo Bagnasco y Gustavo Literas son ursólogos. Asesoran sobre cómo explotar el carácter efervescente de Su Señoría, que ama disparar con ametralladora en su campo, para sacarlo de sus casillas y hacerlo tropezar, ironizan empleados federales. Urso acumula una docena de nulidades dispuestas por tribunales orales que recibieron sus expedientes. Pero nadie en el bando menemista está estudiando ese aspecto. Menem llegó a considerar la posibilidad de una fuga del país, para lo cual hasta se estudió el alistamiento de un helicóptero. Dos testigos de primera mano e independientes entre sí contaron la misma historia: fueron el abogado Roger y el ex ministro del interior Carlos Corach quienes lo disuadieron. Roger, que fue su profesor en la Facultad de Derecho de Córdoba, usó argumentos personales. Corach le hizo ver que el justicialismo lo abandonaría y debería dar por concluida en forma ignominiosa su carrera política. Aunque al cabo de una docena de días los nervios se hayan apaciguado, el Hermano Eduardo advierte que la politización de la causa es necesaria pero insuficiente y está tratando de fortalecer el enfoque jurídico. Para eso ha consultado a Carlos Arslanian, quien desde hace años atiende los asuntos del Senador. El ex ministro de Justicia respondió que le encantaría tomar el caso, pero que no está dispuesto a compartir la defensa con ningún otro abogado, lo cual por ahora ha congelado las tratativas. Ineficacia y violencia Mientras Menem paseaba por el jardín con Napoleón, Rückauf
retomaba su ofensiva monotemática. La cuestión de
la seguridad es gravísima y no tiene ninguna solución posible.
Por eso, lo único que puedo hacer es impedir que me aplaste, como
le ocurrió a Duhalde. Cuanto más fascistas sean las medidas
que yo proponga, más gente habrá a quien echarle la culpa
por oponerse a ellas, fue su respuesta a un asociado político
incómodo con su campaña de mando dura. Dejando de lado el
cinismo del planteo, el peligro es que no haya tanta resistencia como
presume Rückauf y que la escalada autoritaria progrese sin obstáculos.
Sólo una ilusión El único argumento que opuso el puntano Jorge Agundez, quien preside el bloque radical, fue que tenemos necesidad de aprobar esto, porque somos oficialistas. Agundez consignó su personal oposición a lo que votaría dada la historia que han tenido la Policía y las fuerzas de seguridad del país y añadió que la norma no era la panacea; seguramente habrá que hacer otras cosas importantes, como preparar mejor a la policía, tema crucial al que ni él ni el cuerpo asignan ninguna urgencia. Su comprovinciana justicialista, la ex fiscal de Estado Liliana Negre de Alonso dijo que tampoco compartía el proyecto y confesó sin vueltas que sólo respondemos a la ilusión y requerimiento de la ciudadanía. Dijo que el país asistía a un estallido social y que la criminalidad obedecía a problemas estructurales, como la desocupación y las crecientes diferencias entre los habitantes de este país. Pero a continuación comunicó su apoyo a la ley que permitirá revisar y detener a los ciudadanos sin orden judicial y allanar sus viviendas sin testigos, sin molestarse por explicar qué incidencia tendrán los previsibles abusos policiales en los índices de desempleo. Sólo el justicialista riojano Jorge Yoma votó en contra. Antes, adujo que el permiso de allanar sin la presencia de testigos equivale a declarar el estado de sitio en el país y recordó que por usar estas prácticas hemos destituido al juez Hernán Bernasconi. También repitió una pregunta crucial que nadie contestó: ¿En qué contribuye a la eficacia en la lucha contra el delito, el hecho de que alguien esté incomunicado diez horas en lugar de seis?. El vergonzante silencio tiene una explicación: todos los senadores saben que esa es la forma de encubrir los apremios ilegales o la tortura de los detenidos, cuyas confesiones serán incorporadas luego al expediente judicial como testimonios de los policías que interrogaron al detenido en el lugar del hecho. La policía de Buenos Aires tiene desde hace un año las facultades que ahora obtuvo la federal. La cantidad de presos creció en forma vertical, pero eso no mide una mejora en la seguridad, ya que también creció el número de delitos cometidos. El contrato roto Mucho más rico había sido el debate en la Cámara de Diputados, dos semanas antes, gracias a la descollante intervención de la radical Elisa Carrió. Hay un sector que no tiene nada que ganar respetando la ley, porque lo ha perdido todo. No obtiene ganancia por su participación en el contrato social, en términos de Rousseau, ni en los de Totem y tabú de Sigmund Freud, explicó. En esas condiciones, el que todavía obtiene una ganancia de ese contrato social se convierte en enemigo. No los ricos, los que se robaron este país y viven tan asegurados que nada les pasa, sino los que tienen alguna mínima participación en el rédito social, como un almacén o una farmacia. De este modo comienza la impugnación social anómica que deriva en una guerra de víctimas en la que otros pobres que tienen algún rédito y trabajan como policías, reprimen a los pobres que están fuera del sistema. El aumento de facultades policiales sólo incrementará esta violencia social, porque el policía que tiene el arma también está angustiado. Así no hay salida, porque la gran cuestión moral en la Argentina es la economía y la cuestión social. Carrió destacó que el tema de la inseguridad, siempre aparece en los meses de mayor violencia social e instó a no incrementarla, para no degradar la democracia y quedar todos como rehenes. El socialista Jorge Rivas recordó palabras pronunciadas en la misma cámara por Alfredo Palacios cuando sostuvo que el Derecho Civil, el derecho de propiedad, sólo es aplicable a los ricos y el Derecho Penal es sólo aplicable a los pobres. Con sus claroscuros y sus ambigüedades, la investigación por la venta de armas contradice esa maldición y apunta en la dirección propuesta por el bloque que integran tanto Rivas como Carrió: Argentinos por una República de Iguales. |
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