Marta Dillon
Una mañana de marzo
de 1953, en su primer día del jardín de infantes, Jorge
tironeó la pollera de su madre. Se estaba izando la bandera y quien
ahora es comandante de Jumbo de Aerolíneas Argentinas señaló
hacia el mástil y dijo: ¡Mirá mamá, eso
es lo que está pegado en la cola del avión de papá!.
Juan Manuel de la Riva Carrasco era uno de los pilotos pioneros de la
empresa de bandera; y para Jorge, su hijo, esta expresión funda
buena parte de su identidad. El creció viendo renovarse una flota
de aviones siempre en expansión. Y, como sus hermanas, Liliana
y Marta, tripulantes de cabina, perdió el miedo a volar antes que
a cruzar la calle solo. Por eso para ellos como para muchas otras
familias que se formaron entre vuelo y vuelo la caída de
la empresa es mucho más que quedarse sin trabajo: es la desintegración
de ese gran sueño de progreso que les pertenecía por derecho
propio y como parte del legado de sus padres.
Desde chico, lo que más me atraía era esa camaradería
de los pilotos, me quedaba horas escuchando conversaciones que ni siquiera
entendía pero me fascinaban. A los 14 los mismos compañeros
de mi papá me hicieron una patente de vuelo y empezaron a llevar
registro de las horas que tenía en el aire, incluso hice el curso
teórico del Boeing 707 con mi padre.
Para Jorge fue natural hacer el curso de piloto no bien tuvo la edad suficiente,
a los 18. No porque su padre lo alentara, él tenía
sus propios métodos, me decía que me dedicara a otra cosa,
que si quería hacer guita estudiara arquitectura o ingeniería.
Pero yo quería volar. Y eso fue lo que hizo, hasta hace un
mes, cuando lo repatriaron desde Miami donde estaba de
posta con su tripulación cuando le comunicaron que se habían
suspendido los vuelos internacionales. Quiero que quede bien claro,
yo no le di mi vida a Aerolíneas sino que la disfruté gracias
a nuestra empresa.
Hay un tono particular en esa forma de apropiarse, igual que cuando asegura
que nuestro cóndor volverá a ser altivo y orgulloso.
Jorge confía en la resistencia de los trabajadores y Liliana, su
hermana menor, que lleva 27 años volando como azafata ofrece las
razones: Es la historia de nuestra vida lo que está en juego,
no tenemos puesta la camiseta de la empresa, la llevamos tatuada en la
piel. Nadie como nosotros entiende lo que significa pertenecer.
Patricio López Wallace sabe de qué habla porque forma parte
de ese nosotros. Su madre era azafata de hidroaviones de la empresa Dodero,
una de las que el ex presidente Juan Domingo Perón fusionó
y estatizó para fundar Aerolíneas Argentinas, en 1951. Pero
le dio el síndrome del calefón, se prendió con el
piloto y dejó de volar, dice Patricio haciendo gala del lunfardo
aeronáutico. Es un comisario de a bordo de 50 años que de
chico se sentaba en el jardín de su casa para ver pasar el avión
en el que volaba su padre. Vivíamos cerca de Aeroparque y
como sabía el horario de vuelo sabía cuál era la
máquina del viejo.
Zenón López fue quien inauguró la ruta a Londres
en un cuatrimotor Sunderland, también volando para Dodero. Antes
había sido piloto naval, y te imaginarán que si venía
de la Armada no le gustó nada cuando Perón estatizó
las empresas chicas. Pero aun cuando se resistió a ir a la
cena de agasajo para los flamantes empleados del Estado, aun cuando se
negó por principios a llevar el crespón negro en la solapa
por la muerte de Evita, en seguida se sintió parte de lo
que para ellos era una herramienta de expansión del país
y que incluía a toda la familia. Era emocionante cada vez
que llegaban aviones nuevos con ese olor a 0 km; íbamos todos a
verlos, chicos y grandes. Y las familias éramos las primeras en
volarlos. Tanto que las fiestas de inauguración solían hacerse
en alguna ciudad del interior.
El viejo fue el que trajo el Carabelle desde Toulouse, Francia,
yo casi viajo con él pero mamá no me dejó, las mujeres
no nos permitían las mismas cosas. Mi hermano quiso que hiciera
el curso para aprender a volar, pero ¿para qué, si después
no iban a dar la licencia porque soy mujer. Lilianase queja pero
igual voló muchas veces con su padre. Cada vez que había
prácticas ella se metía en la cabina para asistir a las
maniobras de toque y despegue. Para ella subir al cielo y
bajar era la idea más acabada que tenía de la diversión,
era un poco por izquierda, si llegaba a haber un accidente no había
seguro para los familiares. Pero esa variable no parecía
entrar en el razonamiento de los pilotos pioneros, se habían formado
en la audacia y esa era su seguridad. De todos modos -aclara Jorge
Carrasco el viejo me dejó muchas enseñanzas, igual
que a mis hermanas, para él un buen piloto era el que no tenía
grandes anécdotas que contar sino el que llevaba a los pasajeros
a donde querían ir y los hacía sentir como en el living
de su casa.
Entrar como empleados de Aerolíneas Argentinas no era un sueño
dorado para esta segunda generación de trabajadores. Salvo para
Jorge que desde antes de usar pantalones largos ya sabía que su
destino era comandar aviones, el resto llegó a la empresa en el
momento de sentar cabeza. Hasta entonces Patricio sintió
que tenía que diferenciarse, cuando todos mis amigos jugaban
con autitos yo jugaba con aviones, cuando terminé la secundaria
quería hacer otra cosa. Pasé por varios trabajos informales,
tenía la ilusión de la independencia y me había montado
con unos amigos un negocio para limpiar piletas por Martínez, mi
barrio. Pero don Zenón López le puso un límite,
algo tenía que hacer con su vida y ese algo era llenar una solicitud
dentro de la empresa de bandera. Allí conoció a su mujer.
Ella quería ser azafata, él comisario de a bordo. Sólo
Patricio tuvo suerte, hace 27 años que vuela, y recuerda cada renovación
de la flota, antes y después de convertirse en trabajador de Aerolíneas.
Primero fueron los Comet 4, los primeros a reacción de Estados
Unidos para abajo. Después los Carabelle y más tarde los
Fokker-28. Había tres, el Loa, el Lobo y el Loco, pero el lobo
se quedó en el bosque. Los nombres son juegos de palabras
con las siglas que identificaban las máquinas, el que quedó
en el bosque es un avión que tuvo un accidente en Concordia, aunque
sin víctimas. Era tan familiar el trato en la empresa que
cada noche la tripulación de todos los vuelos de cabotaje nos íbamos
a comer juntos a los carritos de la costanera. Cuando el Lobo se cayó
todos queríamos ir en el vuelo de rescate, recuerda Liliana.
El apogeo fue con la compra de los primeros Boeing, fuertes y confiables
como un Ford, según Patricio.
Marta de la Riva Carrasco acaba de jubilarse, este año cumplió
30 de vuelo y me tuve que retirar por presión de la empresa.
No se dan cuenta que los que tenemos experiencia sentimos el avión
en los pies, sabemos perfectamente cómo contener a los pasajeros
y a las mismas tripulantes. Es sádico el discurso que hay ahora
en la empresa, te hablan de excelencia en el trato al pasajero y por otro
lado te recortan el personal. Marta ingresó en Aerolíneas
a pesar suyo. Ella quería volar, pero en Austral, había
gente más joven, yo estaba un poco cansada de ese aire de autoridad
que tenían los colegas de mi papá, en ese entonces la jerarquía
era lo más importante. Pero cuando el padre se enteró
de su decisión la invitó a comer al centro, y como quien
no quiere la cosa la llevó a recorrer las oficinas. Antes de que
se diera cuenta estaba llenando una solicitud y al poco tiempo vistiendo
el uniforme azul que todavía no se acostumbra a dejar en el ropero.
Yo pensaba que no quería ser azafata pero si le preguntás
a mis compañeras de la secundaria te dirían que sí.
Es que hasta mi forma de vestir era distinta, yo usaba jeans cuando acá
no existían porque el viejo me los traía de Estados Unidos.
Todo nos distinguía como familia aeronáutica. Cuando
el tercero de sus hijos empezó a volar, Juan Alberto de la Riva
Carrasco quedó pasmado. Las conversaciones familiares
ya no se limitaban a los aviones sino a políticas aéreas,
cuestiones gremiales y discusiones que le costaba dar, sobre todo con
su hijo Jorge, un convencido de que la aeronavegación civil debía
salir del ámbito de las fuerzas armadas, algo que quien se había
formado como piloto en Estados Unidos, en plena Segunda Guerra Mundial
no entendía del todo. Pero sobretodo quedó pasmado
porque tomó conciencia de que estaba en el tramo final y aterrizaje,
dice Liliana para hablar de lo que significó la jubilación
de su padre fallecido.
Juliana López Wallace es la tercera generación de trabajadores
de Aerolíneas Argentinas. Se papá, Patricio, fue quien le
sugirió que se presente, que aproveche el buen nivel de su inglés.
Es que para nosotros entrar en la empresa fue como pisar sobre un
suelo sólido, era como una pista de despegue para todos los sueños,
tener una familia, conocer el mundo, educar a los hijos. Juliana
todavía cumple su turno de 18 a 0 en un mostrador de Ezeiza, no
sabe hasta cuándo, el piso firme sobre el que soñó
su padre hoy es poco más que arenas movedizas.
LAS
CLAVES PARA ENTENDER AL GREMIALISTA
Quién es, de verdad, Ricardo Cirielli
Por Luis Bruschtein
Su gremio, el de los técnicos
aeronáuticos, está enrolado en la CGT de Rodolfo Daer, las
CGT de los Gordos, pero él se reúne más
con el titular de la CGT rebelde, Hugo Moyano. Le ganó el gremio
a un ultramenemista, pero su gestión gremial fue más bien
complaciente con el gobierno de Menem. Tuvo la actitud más dura
en el conflicto de Aerolíneas, pero al mismo tiempo no era el gremio
más duro de los aeronáuticos, donde están los aeronavegantes
de Alicia Castro, enrolados en la CGT rebelde, y los aeronáuticos
de Ariel Basteiro, que militan en la CTA. La figura de Ricardo Cirielli
aparece como difícil de clasificar en el ojo de una tormenta que
conmovió al país las últimas semanas y quizás
esta condición ubicua es su mejor identificación, como lo
fue también para el metalúrgico Lorenzo Miguel, quizás
el referente más claro de Cirielli.
Sus amigos lo describen como un hombre tímido, moderado y absolutamente
pragmático, de familia peronista, pero sin militancia partidaria.
En 1991 le ganó las elecciones del gremio al gallego
Laureano Rodríguez, un ultramenemista que se había desgastado
al frente del gremio tras la privatización de Aerolíneas.
Cirielli lo enfrentó con una línea antiprivatizadora, pero
algunos afirman que, más tarde, ese perfil antimenemista se fue
disolviendo. Para quienes lo defienden, la posición del titular
de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico
(APTA) fue siempre contra la privatización, pero que Cirielli priorizó
en ese tiempo la discusión del convenio y las condiciones laborales
de sus afiliados que el marco político más amplio. Es
un gremio que tiene bajo perfil y que de alguna manera fue tapado por
los de Alicia Castro y Ariel Basteiro, aseguran.
Quienes lo critican recuerdan que poco antes de que ganara el gremio,
Cirielli participó en los conflictos contra la privatización
junto a otros sindicatos aeronáuticos, que formaron la Unión
Nacional de Trabajadores Aeronáuticos con la idea de que fuera
el embrión de una federación de trabajadores del sector
con un discurso antiprivatizador. Pero con el tiempo Cirielli tomó
su propio camino.
Tampoco recibe flores desde la CGT de los Gordos, desde donde le lanzan
adjetivos del tipo de kamikaze por rechazar la negociación
con la empresa estatal española. Los otros gremios aceptaron en
principio discutir el Plan Director que propone la Sociedad Estatal de
Participaciones Industriales (SEPI), con la advertencia de que no aceptarían
despidos. Cirielli puntualizó su voluntad de negociar pero
nos pusieron por delante un ultimátum que no es una manera seria
de dialogar. Insiste en que el Plan Director era en realidad una
antesala de la quiebra de Aerolíneas porque no contenía
ninguna propuesta de fondo que rehabilitara la situación de la
línea de bandera.
Tiene 39 años y dos hijos: David, de 19 años, y Nahir, de
13. Su esposa es de origen árabe y él tiene un bisabuelo
que llegó de Rimini, Italia, y sangre irlandesa del lado de la
madre. Vive en el barrio de Lanús, pero asegura que su barrio es
Temperley, donde vivió hasta antes de casarse.
Sus detractores aseguran que no se incorporó a la CGT de Moyano
porque el cargo directivo que le podría haber tocado a los gremios
aeronáuticos ya lo tenía Alicia Castro, quien al mismo tiempo
ocupaba un espacio destacado como diputada y aliada de Moyano. Pero si
es por eso, tampoco tiene cargo directivo en la CGT de Daer. A esta altura
de los alineamientos sindicales, es cierto también que resulta
muy difícil en este caso saber si APTA sigue en la CGT de los Gordos
o en la de Moyano. Está acá, pero no corta ni pincha,
se atajan en la sede de Azopardo.
CGT de Daer o CGT de Moyano, lo cierto es que el único indicio
claro de su posición gremial lo dio Cirielli al participar hace
poco en el relanzamiento de la histórica rama gremial del peronismo,
las 62 Organizaciones que timonea Lorenzo Miguel. Quienes siguen de cerca
la actividad gremial aconsejan que la mejor forma de ubicar al dirigente
deAPTA, es observar su estrecha relación con la Unión Obrera
Metalúrgica, que participa de la mano de Miguel en la CGT de Moyano,
pero con peso propio y sin llevar la discusión con la CGT de Azopardo
a una ruptura total.
Así como en el plano gremial no se termina de aclarar dónde
está, en el plano político su actitud abierta con el periodismo,
pero sin señales claras de adscripción a una u otra línea,
también genera versiones encontradas. Se ha dicho que participó
en la campaña de Palito Ortega, lo cual negó, aunque dio
a entender de que sí participaron algunos de sus allegados. Pero
también se habló de que podría ser candidato a diputado
por el Polo Social, lo cual fue negado por este agrupamiento. Sus compañeros
señalan que no sería bueno para el conflicto por Aerolíneas,
que Cirielli se presentara en una candidatura con cualquier partido. Aunque
aclaran también, que al igual que otros peronistas, está
desencantado de las estructuras partidarias tanto del duhaldismo como
del ruckaufismo.
En general, se han exagerado sus diferencias con los otros gremios aeronáuticos,
llevándolas al plano personal, y se lo ha acusado desde favorecer
la entrada de Eurnekian a Aerolíneas hasta de trabajar para la
patronal española. Lo cierto es que, a diferencia de conocidos
dirigentes que hicieron negocios con las patronales, la vida de Cirielli
sigue siendo sencilla y austera y no existe un sustento concreto, para
esas acusaciones.
También la lista de quienes se señala como sus amigos es
controvertida, desde el titular de la UOCRA, Gerardo Martínez,
que se fue y volvió de la CGT de Daer, hasta el belizista ex ministro
de Trabajo Enrique Rodríguez. Pero con quien mantiene una relación
más cercana, por su condición de vecino y más o menos
generacional es con Francisco Barba Gutiérrez, secretario
general de la UOM de Quilmes y secretario de Relaciones Internacionales
de la CGT de Moyano. Con Gutiérrez y Moyano, Cirielli visitó
Cuba en el 30 aniversario de la muerte del Che Guevara y se reunieron
con Fidel Castro. Para embrollar más las cosas, sus amigos afirman
que desde el peronismo Cirielli simpatiza con la defensa de la soberanía
que hace Fidel.
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