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EL GOBIERNO ACTUA SOBRE LA CAMARA QUE DECIDIRA LA SUERTE DE MENEM
Tres jueces a la máxima presión

Los tres camaristas que recibirán la apelación de la prisión del ex presidente sumaron las presiones oficiales a las que provienen del menemismo. Raúl Alfonsín y Carlos Becerra entre los más preocupados.

Por Eduardo Tagliaferro

Convencidos de que el juez Jorge Urso ya tiene decidido el procesamiento de Carlos Menem, sus operadores desplazaron las presiones hacia la próxima estación en que parará la causa sobre la venta ilegal de armas por la que está preso el ex presidente: la Sala II de la Cámara Federal porteña. Así surgieron las versiones de que “Carlos Menem sale en 30 días”, que la semana pasada repitieron todos los medios sensibles al menemismo y algunos eminentes juristas como el ex miembro de la Corte Suprema y actual auditor Rodolfo Barra. Pero las presiones sobre la Sala II no provienen sólo del menemismo. En los últimos días, funcionarios muy cercanos a los camaristas le comentaron a Página/12 que importantes figuras del radicalismo –como Raúl Alfonsín o el jefe de la SIDE, Carlos Becerra, que desmintieron a este diario esa información– establecieron vías de comunicación con los jueces, tanto para requerir información sobre la causa como para transmitirles la preocupación que genera en el Gobierno la situación procesal de Menem y sus posibles repercusiones sobre la gobernabilidad del país.
“Alfonsín tiene una preocupación lógica, pero de ninguna manera sus llamados son considerados como un condicionante”, comentó a Página/12 un funcionario muy cercano a los camaristas Martín Irurzun, Horacio Cattani y Eduardo Luraschi, quien admite la existencia de las conversaciones. Aunque reconoce los diálogos, el funcionario prefiere hablar hipotéticamente, así es que comenta: “El ex presidente está preocupado por la utilización de la figura de la asociación ilícita, su demanda se habría limitado a despejar dudas al respecto y habría pedido una copia del fallo cuando éste se produzca”. “Oficialmente desmiento que Raúl Alfonsín se haya comunicado con ningún integrante de la Sala II, menos para transmitir alguna preocupación”, respondió a Página/12 el vocero del ex presidente, cuando este diario le preguntó sobre los llamados a los camaristas.
La preocupación de Alfonsín por analizar jurídicamente la figura de la asociación ilícita es, sin embargo, un hecho público, ya que le encargó a un grupo de juristas un trabajo sobre el tema. Conocedores de los tiempos políticos, en el entorno de Alfonsín aseguran que no formularán ningún comentario público sobre la figura procesal que tiene a Menem preso en la quinta de Don Torcuato hasta que no lo hagan los tribunales.
Cuando Menem fue acusado de ser el jefe de la banda que pergeñó la millonaria venta de armas, sus seguidores respondieron al unísono diciendo que “un gobierno no es una organización constituida para delinquir”. La propia Sala II descartó ese argumento en el dictamen que confirmó el procesamiento de Emir Yoma. “En la presente causa no se investiga la gestión de un gobierno en particular, sino la comisión de delitos”, sostuvo el tribunal de alzada en aquella ocasión. Allegados a los camaristas, que conocen bien el expediente, aseguran que si existe alguna causa en que la asociación ilícita está corroborada es justamente ésta. Pero los operadores judiciales y periodísticos del menemismo no se rinden y ahora sugieren que así como los camaristas no dudan de la existencia de la figura delictiva, vacilarían en que el puesto de Jefe le corresponda al ex presidente y que por lo tanto podrían decidir su libertad. Hasta ahora, los camaristas no han hecho comentarios públicos sobre el tema, pero sus allegados reconocen que las últimas actuaciones son materia desconocida para los jueces. Un detalle no menor si se tiene en cuenta que en el último tiempo se han agregado más de veinte cuerpos a la causa.
Arnoldo Klainer es uno de los juristas radicales más consultados. Su agenda contiene por igual encuentros con hombres de Fernando de la Rúa como con el propio Raúl Alfonsín. Nadie desconoce que suele fatigar los más diversos despachos de los tribunales y agotar las líneas telefónicas con las consultas más dispares. Es el propio abogado quien admite sus llamados casi cotidianos con algunos de los camaristas que entienden en lacausa judicial que tiene preso a Menem, Erman González, Martín Balza y al menor de los Yoma, el Emir de la familia. “Somos amigos”, es la explicación que el letrado radical entrega para justificar sus contactos con los camaristas.
“De ninguna manera el doctor Carlos Becerra participa de reuniones con hombres de la Justicia, ni tampoco los llama”, comentaron a este diario allegados al titular de la SIDE cuando se los consultó por una reunión que habría mantenido con algunos de los integrantes de la Sala II de la Cámara Federal. Al margen del desmentido, un integrante del círculo cercano de los camaristas le dijo a Página/12 que Becerra se habría reunido con más de uno de los tres jueces. En ese encuentro, les habría transmitido la preocupación del Gobierno ante el escenario que para ellos plantea la detención del ex presidente. Palabras más, palabras menos, Becerra habría dicho que Menem preso es un factor de fuerte presión para un gobierno jaqueado por años de recesión económica, internas desangrantes y especulaciones financieras y políticas por la salud del Presidente. Más allá del discutido encuentro, también trascendieron algunos llamados telefónicos hacia los magistrados. “El camarista habló con Becerra pero no comentó el contenido del diálogo”, afirmó un funcionario cercano a uno de los jueces de la sala II, cuando Página/12 lo consultó sobre los contactos.
Todavía no existe ningún fallo sobre Carlos Menem, pero el oficialismo –más allá de las denuncias hipermenemistas de que el Gobierno estaría detrás de la detención del ex presidente– ha demostrado ser sensible a las imágenes provenientes de la quinta de Don Torcuato. Fernando de la Rúa insiste en calificar la prisión de Menem como una muestra de “la independencia del Poder Judicial”, pero cada vez más le cuesta disimular las preocupaciones que le suscita. Las presiones que acumulan los camaristas de la Sala II son buena prueba de ello.

 

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