Por
Miguel Bonasso
Al
calor del conservadurismo texano de George W. Bush, regresó a la
escena pública el influyente Comité de Santa Fe, que propició
una política exterior ultradura en tiempos de Ronald Reagan y George
Bush padre. Ahora, en el Documento de Santa Fe número 4, estos
intelectuales orgánicos del complejo militar-industrial aconsejan
enterrar las políticas permisivas y liberales
de Bill Clinton, a quien consideran casi un camarada de ruta
de los viejos y nuevos enemigos de Washington. Entre los nuevos flagelos
destacan los chinos, la mafia rusa, el narcoterrorismo y,
a nivel continental, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a
quien etiquetan como dictador castrista. Lo inquietante de
estas definiciones es que el think tank de Santa Fe está integrado
por militares, espías, empresarios, diplomáticos y académicos
estadounidenses que han vivido y trabajado en Centro y Sudamérica
y tienen peso político. Empezando por su líder, el general
retirado Gordon Sumner Jr., que presidió la Junta Interamericana
de Defensa. El Santa Fe I, de 1980, calificó al gobierno del general
Omar Torrijos como dictadura nacionalista de extrema izquierda
y el líder panameño perdió la vida, poco después,
en un accidente aéreo que nunca fue investigado. Otro marcado
por el Santa Fe I, el primer mandatario de Ecuador Jaime Roldós,
también se estrelló con el avión presidencial. En
el Santa Fe II (de 1988) se decía textualmente: El problema
de Panamá deberá estar resuelto antes de 1990. Lo
estuvo: la invasión norteamericana se produjo en diciembre de 1989.
El Santa Fe IV, que hoy adelanta Página/12, será presentado
dentro de pocos días en Buenos Aires, en un trabajo crítico
realizado por dos investigadores vinculados al Polo Social del padre Luis
Farinello: Beba Balvé y Carlos Suárez.
Los desbordes diplomáticos de George W. Bush en su reciente cónclave
con los europeos demuestran que ha leído bien el Santa Fe IV y
se apresta a cambiar drásticamente el estilo de su antecesor: La
presidencia de Clinton deja un entorno de inestabilidad y desestabilización
potencial en América latina y en el mundo en general
que incidirá en la capacidad de gobernar de la próxima presidencia
norteamericana. Y no sería descabellado imaginar que considere
Bush coincida con Santa Fe IV en la necesidad de tener siempre por delante
un buen enemigo externo. El Documento expresa esta peligrosa vocación
por revivir la guerra fría con todas las letras: ...la amenaza
soviética ha desaparecido. No sólo nuestras fuerzas armadas
se ven comprometidas por este cambio radical, también nuestra imagen
de nosotros mismos. (...) Ahora que se ha superado la amenaza soviética,
tenemos que reconstruir la nación. Pero sin ese peligro externo,
nos puede faltar la identificación necesaria para salir adelante.
Por eso, en su curiosa introducción al Documento, James P. Lucier,
director de staff del Comité de Relaciones Exteriores del Senado
de los Estados Unidos, dice también sin ambages: Aunque los
días en que debimos defender la independencia de las repúblicas
de Sur América parecen haber pasado, aún persiste el hecho
de que aquella seguridad y libertad, tanto de los Estados Unidos como
de las repúblicas sudamericanas están inextricablemente
unidas. Como deja claramente expuesto Santa Fe IV, la soberanía
y la integridad de un cierto número de países se hallan
en riesgo, no por otra nación sino por organizaciones criminales
internacionales tan poderosas que le están denegando a los pueblos
de Sur América su herencia de libertad.
Lucier mismo, con inesperada ternura, describe a los autores de Santa
Fe IV como hombres que han vivido un romance de toda la vida con
América del Sur y Central. Otra apelación a las relaciones
carnales de quienes vivieron en nuestra región en el campo
de los negocios privados, el periodismo, los más altos rangos del
servicio militar estadounidense, los servicios de inteligencia y el cuerpo
diplomático. Profesiones, todas ellas, de alto contenido
amoroso.
Ya no está en el Santa Fe IV aquel Roger Fontaine que pontificaba:
América latina y el Sur de Asia son escenarios de refriegas
de la tercera fase de la Tercera Guerra Mundial. Las primeras dos fases
contención y distensión han sido continuadas
por la estrategia soviética de doble envolvimiento: interdicción
del petróleo y minerales de Occidente y por el cerco de la República
Popular China. (República esta última, que ha pasado
a ser el malo principal de la nueva película.) Pero hay entre los
redactores del IV varios veteranos del primero, como el ya citado general
Gordon Sumner Jr.; el diplomático e historiador Lewis Arthur Tambs,
profesor como varios santafesinos de la Arizona State University,
o el ex embajador norteamericano en Perú, David Jordan. Amén
de un calificado grupo de asesores y especialistas nucleados en el Center
for Hemispheric Studies del American Enterprise Institute, que según
el trabajo preliminar de Carlos Suárez y Beba Balvé, han
estado vinculados a los grupos contrarrevolucionarios cubanos y a las
organizaciones paramilitares de Guatemala y El Salvador. Discípulos
además del profesor Nicholas J. Spykman, quien en su libro Estados
Unidos frente al mundo escribió: La guerra es la situación
normal en las relaciones internacionales y la paz es sólo un armisticio
entre la guerra que pasó y la que viene.
¿Cuál viene? ¿Dónde? En lo que a nuestra desdichada
región respecta, los autores del Santa Fe IV identifican con
cierta tendencia al ritualismo cabalístico algunos problemas
y desafíos que encajonan en lo que llaman las nueve D
que merecen la mayúscula: Defensa, Drogas, Demografía, Democracia
Populista, Desestabilización, Deforestación y Declinación
de Estados Unidos. (Esta última por culpa del abandono
de América latina que se operó durante la Administración
Clinton, que privilegió las relaciones con Europa y China.)
Cada D permite ubicar los problemas, pero también subrayar
la supuesta potencia de los nuevos enemigos que desafiarían la
hegemonía estadounidense: después de la estratégica
China, los capitanes de la droga de América del Sur, especialmente
las FARC y el ELN de Colombia (sic) (...) el castrista Chávez de
Venezuela y el surgimiento de un militarismo izquierdista
en los países andinos que finalmente está obteniendo un
poco de atención por parte de los medios, en la medida en que el
bolivarismo se convierte en un grito de ataque de los comunistas
y socialistas.
La visión conspirativa del nuevo Comité de Santa Fe introduce
un toque muy sabroso al vincular a los competidores europeos con el delito:
Los bancos españoles, supuestamente financiados por los narcodólares
de la mafia rusa, cubrieron el continente en lo que se llegó a
conocer como la reconquista de las Américas.
(Es divertido recordar que el inicio del conflicto entre el Station Chief
de la CIA en Argentina, Ross Newland, y el ex jefe de la SIDE, Fernando
de Santibañes, se debió a que el banquero vinculado
en su momento al Banco Francés, que pertenece al español
Banco de Bilbao Vizcaya no estuvo a la altura de los requerimientos
norteamericanos de apoyo para investigar en Argentina a la mafia rusa.)
Según Suárez y Balvé, la nueva evaluación
del Comité de Santa Fe ya tiene principio de ejecución en
la política exterior que empieza a aplicar Bush, no sin algún
tropiezo importante como la caída del avión espía
en territorio chino. Santa Fe IV recomienda: No deben ignorarse
los pronunciamientos chinos de guerra asimétrica. Las democracias
frágiles del hemisferio son especialmente vulnerables a esta amenaza
(...) A continuación se plantean los principales elementos geoestratégicos
que siguen siendo importantes para la seguridad nacional de Estados Unidos:
1 Control de los Estrechos Atlánticos.
2 Uso del Canal de Panamá (que fue devuelto a fin de
1999 al pequeño país donde fue trazado, pero que según
los santafesinos estaría siendo operado por compañías
de cobertura de los chinos).
3 Una ruta sureña, segura, alrededor del Cabo de Hornos.
4 Seguridad de que los países del hemisferio no son hostiles a
nuestras preocupaciones de seguridad nacional. Además, que los
recursos naturales del hemisferio están disponibles para responder
a nuestras prioridades nacionales. Una Doctrina Monroe, si quieren.
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