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Tregua palestina y guerra israelí

El premier israelí Ariel Sharon se peleó ayer con su canciller laborista Shimon Peres por una posible cumbre con Arafat.

Israelíes y palestinos nunca coincidieron sobre el cese al fuego que acordaron por separado con el norteamericano George Tenet. Ayer la confusión fue tal que se extendió al mismo gabinete israelí. El premier Ariel Sharon libró una violenta pelea con su canciller laborista, Shimon Peres, a quien le prohibió organizar una cumbre con el palestino Yasser Arafat. Peres argumentó que la violencia descendió bastante desde el cese al fuego y que “Israel ya tiene a los palestinos agarrados por el cuello”. Pero Sharon insistió que Arafat todavía no cumplió la demanda central del Plan Tenet: el arresto de los terroristas palestinos y la confiscación de sus armas. No es la única insuficiencia de la tregua. En Gaza, un niño de 14 años fue muerto ayer durante una protesta, mientras que en Cisjordania una bomba estalló cerca de una patrulla israelí.
En cierto sentido, lo más curioso del choque entre Sharon y Peres de ayer es que no hubiera ocurrido antes. Desde que se formó en febrero pasado, el gobierno israelí de unidad nacional parecía destinado a enfrentamientos constantes entre el premier “superhalcón” y su canciller Premio Nobel de la Paz. En realidad, la escalada en la violencia de la Intifada, la prioridad de Sharon de “ganar la batalla diplomática”, los ataques de la ultraderecha y, finalmente, los atentados terroristas en Israel significaron que ambos hombres podían coincidir en el mínimo común denominador de la política israelí hacia la Intifada: frenar la escalada de la violencia. Pero su alianza no podría durar demasiado una vez que cesaran los atentados contra Israel y que la violencia en los territorios, según admitió ayer el jefe del Shin Bet (Seguridad Interior) Avi Dichter, “descendió tanto en términos de cantidad como de calidad”. Entonces surge la pregunta sobre si reiniciar, o no, negociaciones con los palestinos.
Quien precipitó esta crisis incipiente fue el secretario general de la ONU, Kofi Annan, quien ofreció ayer mediar un encuentro entre Arafat y Peres, el primero en casi seis meses. Peres enfatizó que, cuando consideró aceptar la oferta, sólo tenía en mente hablar del alto al fuego, el cual, subrayó, “todavía no logró todo sus objetivos”. Pero Sharon vetó cualquier cumbre y lo hizo de manera tan abrupta que en la oficina de Peres se quejaban que “nos enteramos de su decisión por la radio”. Su golpe de mano gatilló una catarsis desde varios laboristas en el gabinete, quienes denunciaron que eran rehenes de los ultraderechistas. “El premier permitió que Peres se convierta en el punching ball de la derecha”, exclamó la ministro de Industria y Comercio, Dalia Itzik. A la noche Sharon sostuvo una charla de tres horas con Peres, aparentemente como reconciliación.
Confrontados con estas divisiones en el gobierno israelí, y una enorme disminución en la presión internacional, los palestinos no ven ningún motivo para avanzar más en cumplir las demandas israelíes para el cese al fuego. Técnicamente, esas demandas (arrestos y confiscaciones) fueron respaldadas por el director de la CIA, George Tenet. Pero Arafat afirma que no aceptó esos puntos cuando acordó la tregua y que sólo considerará implementarlos en base al cronograma establecido por el famoso informe Mitchell, que les asignaba igual grado de prioridad con el congelamiento israelí de la construcción de los asentamientos judíos en Cisjordania y Gaza. Hasta ahora, Tenet no quiso contradecir la posición palestina, y su jefe, Colin Powell, descartó ayer que visitaría la región.
Así, todo parece apuntar a una continuación indefinida de la paz caliente que se vive en los territorios. Ayer se pospuso una reunión tripartita de seguridad, pero se lograron restablecer las patrullas conjuntas israelo-palestinas en los puntos más sensibles de Gaza. Dadas las divisiones israelíes y la ambigüedad palestina, no parece factible esperar medidas más dramáticas para los próximos días.

 

 

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