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OPINION

La Europa de Bush

Por Claudio Uriarte

Yo le habría armado otra agenda”, dicen que dijo el marginado ex secretario de Estado Henry Kissinger en relación al excéntrico itinerario de George W. Bush en su primera gira europea la semana pasada, que deliberadamente omitió los países más importantes de la Alianza Atlántica (Alemania, Francia y Gran Bretaña, los tres en distinto grado de desacuerdo con su polémico escudo antimisiles) para recalar en cambio en España, Bélgica (la sede de la OTAN), Suecia, Polonia y Eslovenia. Pero esa excentricidad se explica por la misma razón que Kissinger está marginado del círculo de asesores de Bush: su política exterior. El hijo de su padre está liderando una política radicalmente diferente de la de Bush Sr., que se distinguía por un conservadorismo cauteloso. Esta es la política de un aventurero internacional, empeñado en rehacer el mundo a imagen y semejanza del siglo de absoluto hegemonismo norteamericano que tiene en la cabeza. Por eso, puede decirse que el presidente decidió pasarse por alto a los poderes establecidos de la OTAN realmente existente inventando una OTAN nueva, más afín a sus gustos y tendencias. Por eso, compró el apoyo del español José María Aznar a su escudo antimisiles por el escandaloso medio de ofrecerle la red de espionaje anglosajona Echelon para rastrear las comunicaciones de ETA en Francia. Por eso, tiene desde ya el apoyo incondicional del nuevo primer ministro Silvio Berlusconi, cuyos negocios turbios y aliados políticos impresentables (un partido xenófobo y otro posfascista) lo colocan lo más cerca del lugar de un paria internacional que puede estar un gobernante europeo desde que en Austria se formó gobierno con el apoyo del filonazi Partido de la Libertad de Joerg Haider (curiosa omisión en el itinerario de Bush). Pero, claro, esto no basta, y entonces Bush se ha propuesto reequilibrar a su favor un balance de poder en la OTAN que ahora favorece a sus adversarios. El método es tan simple como su enunciación en la Universidad de Varsovia resultó delirante: superexpandir la OTAN incluyendo en su seno a países que integraron la ex Unión Soviética, y por lo tanto son rábidamente antirrusos. “Desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro”, fue la superambiciosa meta de ampliación, lo que implica las tres repúblicas del primero (Lituania, Letonia y Estonia) y Ucrania. Georgia, por donde pasan importantes oleoductos, ya está en el bolsillo norteamericano. Vuelve la Cortina de Hierro, con fronteras cambiadas y erizadas de sistemas antimisiles.


 

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