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El Gobierno juega al gran bonete y amenaza con el estado de sitio

Bullrich afirmó que el tema es exclusivamente una cuestión de seguridad. Mathov descargó toda la culpa en los piqueteros. Mestre la prorrateó con el gobierno local y el provincial salteño. Y dijo que estudiaba el estado de sitio.

Por Fernando Cibeira

Las graves consecuencias del conflicto de Salta provocaron ayer un ejercicio al estilo gran bonete entre las partes involucradas. Lo inició la ministra de Trabajo, Patricia Bullrich, quien temprano aclaró que el piquete hacía rato que había dejado de ser responsabilidad de su cartera para convertirse en una cuestión de seguridad, ya que conocían “uno por uno” a los manifestantes. El secretario de Seguridad, Enrique Mathov, centralizó las culpas en los piqueteros. “Hay grupos de personas perfectamente entrenadas, no cualquiera es un francotirador”, remarcó. Su jefe, el ministro del Interior, Ramón Mestre, desplegó la estrategia de reparto del Gobierno: reiteró que la orden del desalojo la dio el juez federal salteño, que la solución a los piqueteros la tienen que dar en primer término el gobierno local y luego el provincial, que el gobernador Juan Carlos Romero había desaparecido, que uno de los dos muertos fue herido con una bala de los manifestantes y que la situación continuaba siendo peligrosa por los tanques llenos de combustible que hay en la zona. Por último: no descartó el estado de sitio si el conflicto se agravaba. De lo que nadie habló fue acerca de alguna posibilidad de error.
“En el Ministerio de Trabajo se conoce exactamente, uno por uno, quiénes son y cómo se han organizado, qué tipo de actividades tienen, y eso ha sido informado a los distintos organismos que lo han pedido”, reveló Bullrich, en el tiempo que le dedicó al conflicto salteño en medio de las negociaciones por Aerolíneas. “Se le ha informado al Ministerio del Interior, a la secretaría de Seguridad y al gobierno de Salta. Hace un tiempo largo que esto no era cuestión de Trabajo, pasaba por una cuestión de seguridad porque había un objetivo diferente”, agregó.
Además de deslindar culpas, las palabras de Bullrich fueron testimonio de que el Gobierno estaba al tanto del cariz que podría tomar el corte de la ruta 34 que ya llevaba dos semanas. En general, los funcionarios que salieron a hablar hicieron hincapié en el carácter supuestamente violento de los manifestantes. Aunque nadie mencionó la palabra “guerrilla”, dejaron sobrevolar la idea de que en Tartagal existía el embrión de un grupo armado integrado con integrantes de la Corriente Clasista y Combativa y Movimiento Teresa Rodríguez. También destacaron el apoyo del Polo Social del sacerdote Luis Farinello, quien ayer fue a la Rosada a dejar una nota (ver recuadro aparte).
Interior hizo el siguiente relato del enfrentamiento: dijo que el juez federal Abel Cornejo dio la orden al grupo antidisturbios de Gendarmería de desalojar la ruta 34, que pese a estar desarmados los efectivos recibieron una andanada de parte de los piqueteros que dejaron nueve gendarmes heridos, que recién ahí aparecieron en escena los efectivos armados y se generó la balacera. Que uno de los muertos, José Barrios, murió por una bala calibre 22 hueca y que no es el armamento que utiliza la Gendarmería. Para que no quedaran dudas sobre cómo habían sucedido los hechos, Interior repartió las listas de la treintena de gendarmes heridos, pero no distribuyó sus nombres “para no alertar a sus familias”.
“No creo que exista guerrilla como la hemos conocido, es totalmente diferente”, dijo ayer Mathov. “Estamos volviendo a escuchar este canto de sirena, como en algunos tiempos, respecto de que utilizando las armas se iban a resolver los problemas políticos del país”, insistió. El jefe de Gabinete, Chrystian Colombo, se sumó a la teoría del foco sedicioso al evaluar que las armas utilizadas por los manifestantes fueron robadas en noviembre pasado en la localidad de Mosconi. “Parte de este grupo es el que le ha hecho la emboscada a Gendarmería”, siguió.
En contra de su costumbre, Mestre ayer no esquivó los micrófonos y dio dos ruedas de prensa. A la mañana, hizo un llamado a la paz y dejó los detalles en manos de Mathov. Por la noche, delineó la estrategia de repartir responsabilidades: juez, gobierno municipal y provincial. Justo cuando salía de la sala de prensa de la Rosada junto al viceministroLautaro García Batallán, recibió en su celular un llamado de respuesta del gobernador Romero quien debió haber escuchado las quejas del ministro en directo a través del cable. Según quienes presenciaron la conversación, el diálogo fue en buenos términos y quedaron en seguir en contacto hoy hasta que se descomprima el conflicto, aunque nadie sabía decir cómo.
Mestre terminó su ajetreado día –se mantuvo en contacto permanente con el presidente Fernando de la Rúa– visitando al gendarme Mario Bravo que continúa internado en terapia intensiva en el Hospital Militar. Bravo fue trasladado el domingo a la noche a Buenos Aires porque su estado era el más delicado de todos los gendarmes heridos: una bala le entró por el rostro y se alojó en la columna vertebral. Ahora deben esperar que se desinflame la zona para operarlo pero su vida no correría peligro.

 

 

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