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El rey no ha muerto, volvió y está con nosotros; viva el ¿rey?

 

El partido del rey Simeón II de Bulgaria podrá formar gobierno sin problemas. La gran incógnita es qué cargo asumirá.

 

 

“El Estado soy yo”, habría dicho famosamente en el siglo XVII el rey de Francia por voluntad divina Luis XIV. “Yo soy yo, y no sé qué haré dentro del Estado”, dijo ayer el rey de Bulgaria por voluntad popular Simeón II. Quien fuera de niño un rey búlgaro destronado por la llegada del “socialismo real” prosoviético estuvo a punto de conseguir una mayoría parlamentaria absoluta con un partido que formó hace apenas dos meses. Escrutados el 100 por ciento de los votos, el Movimiento Nacional Simeón II (MNSII) consiguió el 43 por ciento de los votos y consiguió 120 de las 240 bancas del Parlamento unicameral búlgaro. Incluso su gobernabilidad parece asegurada, ya que el líder del partido de las minorías turcas y gitanas (Movimiento de Derechos y Libertades, MDL), Ahmed Dogan, sugirió que no habría problemas en apoyar con sus 21 legisladores al gobierno del MNSII. Ahora la pregunta es: ¿quién va a gobernar Bulgaria, y en condición de qué?
Simeón II, de 64 años cumplidos el sábado, residente en España desde hace 55 años, ni siquiera se presentó como candidato. Dado el sistema parlamentario búlgaro, Simeón II tiene dos opciones: buscar la presidencia, hoy ocupada por el conservador Petar Stojanov, o directamente asumir el cargo de primer ministro, sin dudas más gravitante, en lugar del también conservador Iván Kostov. La tercera opción, la más remota, es que intente la restauración de la monarquía. Esto sería complicado, porque si se permite confiar en las encuestas, más del 80 por ciento de los búlgaros está a favor de la república y en contra de la monarquía.
Pero la cuestión es asumir para qué. La situación de Simeón II en Bulgaria es en algo similar a la de Alberto Fujimori en 1990 en Perú. De la nada, obtuvo el gobierno de manera arrasadora, virtualmente licuando a las dos fuerzas que, con coaliciones variantes, se habían alternado en el poder desde la caída del régimen socialista pro-soviético: la coalición Fuerzas Democráticas Unidas (FDU), de Stoyanov y Kostov, que obtuvo apenas un 18,24 por ciento (frente al 52 por ciento que obtuvo hace cuatro años), y el Partido Socialista Búlgaro (ex Partido Comunista), que sacó el 17,35 por ciento. El rey (formalmente, jamás abdicó al trono) formó el Movimiento Nacional Simeón II desde España, país de su exilio, hace apenas dos meses, y sin contar con una base política conocida. La mayoría de sus 120 diputados son jóvenes tecnócratas procedentes de instituciones financieras extranjeras, reunidos a toda velocidad para la ocasión.
El discurso de campaña de Simeón II fue vago y sólo se limitó a señalar su honradez y su voluntad de luchar contra la corrupción. Sin embargo, en la conferencia de prensa que dio ayer, Simeón II fue más claro: “El MNSII aspira a un gobierno de coalición con las fuerzas políticas que comparten las ideas básicas de nuestro programa: Crecimiento económico, rápida integración en la UE y en la OTAN, salvar a Bulgaria de la corrupción, alto grado de responsabilidad de los futuros gobernantes y legislación estable según los niveles europeos”. No parece tan claro cómo lo hará, pero en todo caso su política se parecería a la del actual gobierno, que se esforzó en hacer bien los deberes para lo que es visto como la tabla de salvación en Europa del Este: la entrada a la Unión Europea y, de paso, a la OTAN. El gobierno actual, pro europeo, perdió más del 30 por ciento de los votos en cuatro años a pesar de hacer bien los deberes, ya que esto significó elevar la desocupación al 18 por ciento.
Simeón II estaría decidido a seguir con esta política, sin más apoyo que su propia figura, capaz de sacar 43 por ciento de los votos de la nada. Quizás por eso, Simeón no se decidió aún sobre qué va hacer. Primero, tiene que mudar a la familia “real” a Bulgaria, siendo que sus hijos ni siquiera hablan búlgaro. Si asume como premier, quedará muy cerca de los fracasos, si éstos llegan. Y si asume como presidente, estará a mitad de camino entre un gobernante y un rey.

 

 

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