Cuando el
rey Simeón nació, en su honor a todos los alumnos
se les subió un punto en las notas escolares. Un aumento
semejante buscaron los votantes que en las elecciones del domingo
le dieron (casi) la mayoría absoluta. Es el primer rey que
retorna vencedor en la ex Europa comunista. Todo invita a pensar
que será el único. La historia de Bulgaria es singular
aun en la región más singular de Europa, los Balcanes.
La Constitución búlgara de 1879, en teoría
vigente hasta 1947 (un año después de que la monarquía
fuera derrotada en un dudoso plebiscito), fue la más liberal
de Europa. La praxis constitucional era, es cierto, menos ilustrada.
El rey Fernando, de la dinastía germánica de Sajonia
Coburgo, se proclamó en 1908 zar de esta nación ocupada
por los turcos hasta 1878. Bulgaria fue el último país
en unirse a las potencias centrales en la Primera Guerra Mundial,
y el primero en firmar un armisticio. Fue la única nación
vencida que conservó su forma de gobierno. Declaró
la guerra a Gran Bretaña y Estados Unidos en 1941 después
de Pearl Harbor, pero nunca a los rusos, que se la declararon en
1944. Los búlgaros reaccionaron entrando en guerra con Alemania,
convirtiéndose en la única nación beligerante
a la vez contra el Eje y contra los aliados. Un año antes,
el rey Boris había muerto envenenado después de entrevistarse
con Hitler. A los nueve años, en 1946, su hijo el rey niño
Simeón emigró a España. El comunismo en Bulgaria
fue favorecido porque no existía un sentimiento antirruso
entre la población, y desfavorecido porque los campesinos,
el sector políticamente más fuerte, eran dueño
de sus tierras. Los líderes búlgaros envidiaron a
los de Europa del Este los grandes latifundios que se podían
expropiar, dividir, colectivizar. El Partido Comunista Búlgaro
fue, con el argentino, el más prosoviético del mundo.
Hoy, tras el paréntesis comunista, el país busca ingresar
en la Unión Europea y en la OTAN. Su moneda, el lev, es convertible
con el marco alemán. En la década pasada, conservadores
y socialistas no aceleraron el logro de aquellas aspiraciones. El
gran ausente, el rey Simeón, incontaminado por la corrupción
local, fue elegido para el milagro. Como si en España un
Borbón carlista hubiera obtenido más voto que populares
y socialistas juntos. En este país donde el 80 por ciento
de la población vive por debajo de la línea de la
pobreza, sucesivos gobiernos multiplicaron gestos simbólicos
destinados a moralizar la vida política. Con la elección
del rey, los ciudadanos hicieron el gesto más simbólico
de todos.
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