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El poder de una nueva generación de chicas

Las chicas superpoderosas� es un dibujo surgido de un experimento conceptual de Cartoon Network que ha ido convirtiéndose en un objeto de culto. Craig Mc Cracken construye tres personajes superheroinas femeninas adorables.

Por Julián Gorodischer

Burbuja, Bellota y Bombón son inclasificables: nenas de besos y corazones rojos, de miedos terribles a las liendres y los vagos, pero también heroínas que están siempre a mano para salvar de la destrucción a la ciudad imaginaria de Saltadilla. Las chicas superpoderosas (por Cartoon Network, de lunes a viernes a las 16 y 19) combinan campos de sentido incompatibles: el coleccionismo de nenas –en etiquetas y figuritas que las muestran dóciles e incorpóreas, rojas y rosadas– con la violencia de una cruzada contra los villanos. Craig Mc Cracken, dibujante estrella de la cadena Cartoon, entendió que la legión de adoradores (que de hecho llegaron) aparecería recién después de un toque de originalidad: les otorgó, entonces, armas disímiles, los besos, el vuelo, la aparente indefensión, pero también el contraataque sorpresa.
Las chicas tienen muy poco de superhéroes tradicionales, apenas un teléfono rojo, un alcalde que las requiere cuando está en problemas y la conformación de un trío. Cualquiera podría aplastarlas como a moscas: son pequeñas, sin brazos ni piernas definidos, asustadizas. El poder les llegó del mundo exterior; no como esencia. Se contaminaron con la milagrosa sustancia X, que se les adosó en la gestación y las convirtió en estos mutantes. De los dibujos para bebés, como Teletubbies, heredaron una indefinición corporal que no las asemeja a nada conocido: ¿pajaritos?, ¿mariposas? Al menos, nunca humanas: son más leves y menos racionales que cualquier ser terreno.
Su campo es puramente sensorial y apela a lo emotivo: sus colores son fuertes y en la gama de los rojos y naranjas. En el vuelo, dan forma a corazones. Y combaten o agradecen, según las dosis empleadas, con un arsenal de besos. Repiten una estrategia que dominan: se muestran, primero, atemorizadas. Burbuja, en eso, es especialista. Hiperaguda, la más pequeña, le teme a todo con énfasis: a los bichitos y a los malvados terribles. A una banda de nerds violentos o a los animales extraños. En lo peor de la cacería, acorralada, ella como las otras (conformando una masa uniforme, nunca sujetos individuales) se rebelará arisca. Y dará su lección, porque las chicas son siempre pedagógicas: “Debes corregirte”.
Las chicas superpoderosas concentran esos rasgos que gustan a los chicos muy chicos: colores fuertes, formas abstractas, nenes y nenas como protagonistas, pero generan .-a su vez– una troupe de fanáticos que las encumbra en el podio de Los Simpson y otros dibujos afines. Tal vez, por ese exceso de didactismo (“Mantén los buenos modales” o “Querámonos mucho”) que se desliza entre la ternura y la ironía. O por la presencia de un narrador ingenioso, de tono centroamericano, que va hilando las historias con advertencias sorpresivas (“¡Cuidado chicas, están en problemas!”) o remata con una moraleja: “El amor triunfa pese a todo”.
Fruto de las más poderosas usinas de la animación estadounidense, las chicas nacieron de la pura experimentación de su dibujante, habilitado a pensar y probar, sin la presión de hacer un éxito seguro. Es una modalidad que a Cartoon le da resultado: genera temporadas de prueba y pone a rodar a sus personajes por unas cuatro o cinco semanas. Mide la repercusión y crea un ciclo permanente, o destierra a las criaturas de la pantalla.
Así se consagraron Dexter y la Vaca y el Pollito. Así desaparecieron muchos otros. De ese modo, también, Mc Cracken saltó (un sueño americano) de la marginalidad de una pasantía al protagonismo del autor estrella. Uno que, con la impunidad que le da su legión de cultores, se anima cada vez a más: argumentos que se bifurcan, saltos en la trama, guiños y confusión visual, sólo por diversión. En tanto, las chicas redefinen, menos violentas que sus precursores, el sentido de los superpoderes. En lugar de piñas, rayos o balaceras, ellas prefieren armar corazones y osos de peluche, en el recorrido de su vuelo.

 

 

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