Por
Silvina Friera
Cuando
escucho las historias de los chicos me enojo con este mundo tan injusto,
me pregunto qué puedo hacer, comenta el director teatral
inglés David Glass, que presentará hoy y mañana en
el teatro de la Ribera la obra El niño perdido, con entrada libre
y gratuita. En el montaje participan 50 niños y adolescentes de
la calle, víctimas del abandono y el abuso físico o emocional,
que pertenecen a institutos del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia
y Familia, el Programa Chicos de la Calle, la Dirección General
de Niñez y Familia y la Fundación Juanito. El contenido
de la obra, en la que se incluyen técnicas de mimo y danza, surgió
de un taller que la compañía David Glass Ensemble, fundada
en 1988, realizó con los chicos y un puñado de actores,
músicos y artistas argentinos, seleccionados por el Centro Cultural
Rojas.
En Colombia trabajamos con un grupo tan violento como creativo cuenta
Glass en una entrevista con Página/12. A uno de los niños
le gustaba mucho la música, por eso le conseguimos un clarinete.
Estaba por dejar el centro donde estaba internado para unirse a una orquesta.
Cuando fue a visitar a su familia, alguien de su pandilla lo vio en la
calle y le pidió que fuera con ellos. Está bien, por
los viejos tiempos, pero mi vida cambió, le contestó
a sus amigos. Lamentablemente, lo mataron y dejaron el cadáver
sobre las escaleras de la entrada del centro, con el clarinete destrozado.
El director de la David Glass Ensemble, que presentó en el país
la pieza Gormenghast (en 1995), se emociona al recordar a ese pequeño
músico que no lo dejaron ser. La muerte era un mensaje de
violencia que sentenciaba: no cambies las cosas, precisa Glass.
La compañía, que desde 1995 realiza trabajos comunitarios,
recorrió más de 60 países, como Malasia, Filipinas,
Vietnam, Bosnia, Ruanda, con el objetivo de recuperar la infancia escondida
en el interior de cada niño, debido a situaciones políticas,
conflictos étnicos, violencia y abuso emocional. En Indonesia,
gracias a la colaboración de organizaciones locales, 10.000 niños
refugiados de guerra forman parte de los talleres. El anhelo de Glass
es capacitar gente de otros países. Esta es una buena globalización,
la del corazón, no la del dinero, señala el prestigioso
director y actor, que investiga la relación entre el teatro experimental
visual y el textual. Glass tuvo en sus talleres a célebres alumnos
como Emma Thompson, Stephen Daldry, Simon McBurney, INXS, entre otros.
¿Qué lo impulsó a trabajar con chicos marginales?
Hace cinco años sentía una desilusión con el
teatro. Me había desviado del camino. La Divina Comedia, de Dante,
empieza con una frase famosa: En mitad de la vida me encuentro perdido.
Esa sensación fue esencial para iniciar esto. Gracias a los chicos
me reencontré con el teatro.
¿Por qué estaba en crisis?
En Inglaterra hice una adaptación teatral de La dolce vita,
la historia de un periodista que se pierde en el camino de la vida. A
la gente le gustó mucho pero el stablishment y la crítica
me hicieron a un lado. Me sentía más feliz viviendo en la
marginalidad. Ser artista en Inglaterra es ponerse en un lugar de marginalidad.
El teatro que hago es muy visual, de mucho movimiento, mientras que el
teatro inglés tradicionalmente es muy intelectualizado, por eso
me fui acercando al mundo infantil.
¿Esa marginalidad en el teatro lo condujo a otra mucho más
cruel?
Absolutamente. Existen cada vez más chicos perdidos en el
mundo. Hace 25 años, por la declaración de los derechos
del niño, pensábamos que la situación cambiaría.
Mientras los países se enriquecen y multiplican sus ganancias,
los chicos empeoran sus condiciones. A los niños se los comercializa,
mendigan por las calles, trabajan más. La infancia perdida es el
gran problema del siglo XXI. Tenemos que comprender que si dejamos destruir
la niñez, ellos van a ser los destructores del futuro. No me interesa
ser un artista para mi propio beneficio. Mi foco está en los niños
porque cuando trabajás con ellos, tus problemas pierden importancia.
¿Qué herramientas del teatro y la danza utilizan en
los talleres?
Los niños son evolución en acción, desarrollan
la creatividad en cada momento. Cuando dirijo actores pienso que deberían
abrirse a la escena como hacen los chicos en los juegos. No somos una
escuela de teatro sino que estamos interesados en la creatividad. Cuando
los niños improvisan crean formas. Usamos procesos universales
como contar historias, que se inician en el mundo común para introducirse
en un universo extraordinario. Al final de la historia tenemos que regresar
al mundo común, pero estamos cambiados. No les decimos a los chicos
qué historias nos tienen que contar, dejamos que liberen sus emociones
y compartan sus experiencias. Nos dan fragmentos de sus sentimientos,
de la vida, de lo que imaginan, y crean una estructura, un viaje en el
que deben ganar seguridad.
Supervivencia
Hicimos
El Niño perdido con chicas en Camboya, abusadas o prostituidas
desde los cinco años, explica Glass. Es muy difícil
trabajar con niñas que piensan que esa forma de vida es la
única posibilidad de sobrevivir. No importa cuánto te
esfuerces por cambiar la situación porque esas jóvenes
sienten que no pueden hacerlo, subraya el director. En Indonesia
la David Glass Ensemble trabajó con un grupo de chicos huérfanos.
Los niños les pedían a los adultos que dejen de
matarse. Pero comenzaron otra vez los enfrentamientos, se cortaban
cabezas y a la compañía no le quedó otra alternativa
que irse. Volvimos a Yakarta y otros chicos se propusieron contar
la historia de los que ya no estaban. Mientras recitaban un poema,
mostrábamos imágenes de una revuelta. Les enseñamos
a los chicos que tienen el poder de cambiar las cosas. |
|