Por Felipe Yapur
Desde General Mosconi, Salta
El martes amaneció nublado,
muy frío, amenazaba con llover. Unas trescientas personas se agolparon
detrás de los féretros de Carlos Santillán y Oscar
Barrios, las dos víctimas que dejó la represión del
domingo en Mosconi. Los piqueteros, todos salteños, ninguno colombiano,
eran los mismos que el año pasado salieron en dos oportunidades
a la ruta 34. Permanecieron detrás de unas barricadas desde donde
aplaudieron cuando vieron pasar el cortejo fúnebre a unos 150 metros.
Los gendarmes apostados a la vera del camino ahora despejado, en cambio,
mantuvieron un estratégico silencio. El único que habló
fue el gobernador Juan Carlos Romero: No voy a negociar con violentos,
aseguró (ver nota aparte). Anoche, al cierre de esta edición,
corría un dato entre los manifestantes: una delegación del
gobierno nacional desembarcaría hoy para pactar con los líderes
rebeldes sobre quienes pesan pedidos de captura por el delito de sedición
(ver asimismo páginas 8 y 9).
Cuando los féretros se alejaron rumbo al cementerio, la tensión
entre los piqueteros y los gendarmes volvió. Milico hijo
de puta, gritaron varios con tonadas salteña al tiempo que
volaron algunas piedras. Los efectivos no reaccionaron. Permanecieron
inmóviles a la distancia, casi indiferentes, el mejor resguardo
a las pedradas perdidas. Más de mil gendarmes se reparten en la
ruta, en Mosconi y Tartagal, una zona prácticamente militarizada
donde los uniformados le piden documentos a todo lo que se mueve.
Los autos que trasladaban los cuerpos y la gente que los acompañaban
se alejaron del ingreso de Mosconi, el lugar de la represión. Cerca
de los cajones se desplegaba una bandera argentina. Antes, el sacerdote
del pueblo, Juan Aguirre, rezó el tradicional responso pero también
buscó mandar un mensaje: Nuestro pueblo está herido
por la violencia, que nunca trae buenos resultados y termina en guerra
civiles, dijo mientras las familias de los jóvenes asesinados
se desplomaban llorando sobre los cajones, el epicentro del dolor en Mosconi.
Ya en las cercanías al cementerio, un par de camiones de la Gendarmería
pasó cerca del acompañamiento. Urbano Santillán,
el padre de uno de los muertos, prefirió no mirar: mantuvo cerrados
su ojos y se aferró a su nieta, la nena de cinco años que
el domingo se quedó sin padre. Sólo un familiar de Santillán
reaccionó ante los camiones: Estamos indignados con los que
nos hacen, nos sentimos impotentes. Después de esto, a mi ya no
me importa morir, gritó en soledad. Los que estaban a su
alrededor prefirieron seguir rezando.
Los restos de Santillán, de 27 años, fueron depositados
en una bóveda prestada hasta tanto su familia consiga dinero para
poder enterrarlo. La familia de Barrios, apenas un adolescente de 16,
no lograba contener el llanto. Cuando ambos cajones fueron depositados,
pareció que el pueblo Mosconi contuvo el aliento, no soplaba ni
siquiera el viento. Fue entonces cuando los sollozos de los deudos se
volvieron ensordecedores. No muy lejos de allí, la Gendarmería
continuaba tomando posiciones dentro y fuera del pueblo.
Con matices, con diferencias, lo de ayer fue muy similar a lo que los
pobladores de esta región, ubicada a 350 kilómetros de Salta
capital, vivieron en noviembre del año pasado cuando enterraron
a Aníbal Verón, el piquetero asesinado durante la represión
del corte de ruta anterior.
Mientras ello ocurría, en el piquete la vida continuaba. Desplazados
unos 150 metros dentro de Mosconi fruto de la refriega del domingo, los
piqueteros levantaron barricadas en un perímetro que abarca dos
manzanas. En su mayoría jóvenes, totalmente desocupados
y sin posibilidades de conseguir un trabajo digno, se dan fuerza para
continuar resistiendo. Los restos de una camioneta totalmente aplastada
hace las veces de gran portón desde donde asoman sus caras cubiertas
por pañuelos, y a los gritos insultan a los uniformados. Desde
el otro sector no hay respuesta. Entonces hablan las hondas. Las piedras
vuelan pero no llegan. No hay armas ni los tan mentados francotiradores.
Unos metros más adentro, y tras unos acoplados abandonados descansan
los líderes de la protesta, José Pepino Fernández
y Nelson Piquete Ruiz. Ambos integran la lista de buscados
por sedición que tiene en su escritorio el juez federal Abel
Cornejo. Si creen que somos delincuentes, que vengan a buscarnos.
El pueblo nos respalda, dice Ruiz mientras muestra las heridas por
balas de goma en su espalda. De repente llega un muchacho corriendo, jadeando
dice que por la televisión informan que hay un nuevo herido. Es
mentira, lo corta, seco, Pepino. El mediodía quedó
atrás hace un par de horas, de repente aparecen varias mujeres
con bolsas cargadas de sandwiches de mortadela. Los jóvenes se
abalanzan, la adrenalina del piquete no evita el hambre.
Desde la capital salteña no llegan buenas noticias. El menemista
gobernador Romero insiste con su negativa a negociar. Son delincuentes
organizados, afirma con vehemencia y agrega un llamativo argumento:
El problema es que hay gente con poca educación, dice
sin recordar tal vez que el Estado que él administra es el que
debe garantizar esa educación. Luego repite lo absurdo que sería
que intervengan la provincia. El juez federal, en cambio, se queja por
que lo dejaron solo: Nadie viene a buscar soluciones de fondo,
dice para luego volver a insistir con la búsqueda de los francotiradores
bien entrenados. No dice nada sobre la versión que
vino desde la capital provinciana sobre la posible participación
de combatientes de las guerrillas colombianas entre los manifestantes.
Versión ésta que desata más de una carcajada entre
los piqueteros: Los únicos colombianos que hay acá
son los que contratan las petroleras multinacionales porque les pagan
menos que a nosotros.
�Seguimos
con el piquete, ellos no nos dejan otra�
Por
F.Y.
Desde General Mosconi
Dos son las manzanas
que los piqueteros controlan en Mosconi. En una de las esquinas descansan
los líderes de la revuelta, los mismos que encabezaron los dos
cortes de ruta del año pasado. Uno de ellos, José Pepino
Fernández, el principal tal vez, está sentado sobre una
vieja manta verde. A su alrededor sus compañeros caminan, le hablan,
lo palmean. El sólo sonríe. Sabe que integra la lista de
buscados por la justicia federal, lo acusan de sedición. Cuando
Página/12 se lo recuerda vuelve a sonreír. Qué
cosa, ¿no? A mí me quieren preso. (Carlos) Menem también
está preso. El por vender la patria y yo por querer recuperarla.
No sé quién es más argentino de los dos, dice
con una voz apenas audible. Esta vez, los que ríen son sus compañeros.
Todos lo llaman Pepino, le acercan unos sandwiches que rechaza, dale
a los changos, responde. Ex trabajador de YPF y promotor de varios
proyectos productivos en la zona que fracasan sistemáticamente
por la falta de recursos, dice estar cansado, pero no físicamente:
Estoy cansado de que todo siga igual. Las petroleras multinacionales
tienen una ganancia diaria de 30 millones de pesos y acá no queda
un peso.
¿La única alternativa es el corte de ruta?
No nos dejan otra salida. El gobierno sólo aparece para las
elecciones o cuando hay un muerto. Las regalías petroleras y gasíferas
de esta región él las gasta en estadios deportivos (se refiere
a la inversión de 19 millones de pesos que realizó Romero
para convertir a Salta en sub sede del mundial juvenil de fútbol
que se realiza por estos días). Y para nosotros no queda nada.
La Justicia lo busca. Lo acusa del delito de sedición.
A mí nadie me dijo nada. Yo vivo hace años en la misma
casa. Pero no me importa ir preso, si con eso se solucionan los problemas
de Mosconi. No puede ser que nuestro departamento sea el segundo productor
de gas del país y no tengamos gas natural. Tampoco hay agua suficiente,
la traen desde el norte, pero en los meses secos a la noche no sale una
gota de los caños. Podrían construir un acueducto desde
Río Seco que cuesta 350.000 pesos pero no lo hacen. Eso es lo que
molesta, que cansa. ¿Me entiende?
Tanto el Gobierno como la Gendarmería aseguran que entre
ustedes hay armas, que tienen francotiradores.
(Ríe.) Lo único que hay acá son piedras. Es
lo único que sobra... Si no mire las calles, apenas hay seis cuadras
pavimentadas, todas las demás son de ripio. De ahí sacamos
las piedras.
También dicen que ustedes están infiltrados por colombianos
que pertenecerían a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FARC).
Eso es mentira. Los únicos colombianos que hay acá
son los que las petroleras multinacionales traen porque son mucho más
baratos que nosotros. Usted los puede ver. No están lejos de aquí,
trabajan en una planta de tratamiento de sólidos y líquidos
residuales. Un trabajo que muchos de los que están acá tienen
la capacidad para hacerlo.
Entonces, ¿cuál es la alternativa para Mosconi?
Seguir con el piquete. Ellos no nos dejan otra salida. Esperemos
cuando vengan a negociar traigan realmente propuestas serias de trabajo
digno. Acá la gente no quiere más esos planes Trabajar.
EL
GOBERNADOR SIGUE RECHAZANDO QUE HAYA DIALOGO
Romero, el Pilatos del NOA
El gobernador de Salta, Juan
Carlos Romero, rechazó toda posibilidad de abrir el diálogo
con los piqueteros de General Mosconi mientras continúe la violencia.
Desde la capital de la provincia, Romero se mostró convencido de
que el estallido no tiene nada que ver con reclamos de desocupados,
ni de gente que tiene otros problemas sociales. El lunes había
abonado la versión de una posible presencia del narcotráfico
en la zona, alimentando el conflicto. Ayer mencionó en cambio que
en los piquetes sólo veo dirigentes del Partido Obrero, de
la Corriente Clasista y Combativa, todo el tiempo arengando a la gente.
No encuentro motivos para sentarnos a negociar con cien personas violentas
que están armadas, puntualizó el funcionario.
La actitud de Romero no sorprendió a nadie en Salta. El gobernador
mantuvo la misma prescindencia en noviembre pasado, cuando ocurrieron
graves incidentes en Tartagal y General Mosconi en un corte similar de
la ruta 34. En aquella oportunidad dejó en manos de funcionarios
de su Ministerio de Trabajo y de enviados de la Nación la resolución
de la crisis en la que murió Aníbal Verón, uno de
los manifestantes.
Ayer el mandatario consideró que en este último corte de
la ruta 34 participó sólo un grupo reducido.
Describió a sus integrantes como gente que está haciendo
un plan de acción política antisistema aprovechando las
condiciones de pobreza y activistas antisistema que
manejan la distribución de planes Trabajar entre los desocupados.
Romero descalificó los petitorios presentados por los piqueteros
durante los 20 días que duró el corte, que finalizó
el domingo con el violento desalojo efectuado por la Gendarmería.
Se reclaman cosas muy difíciles de resolver para culpar
a las autoridades por su incumplimiento, sostuvo, como la
reestatización de empresas públicas y la despenalización
de las personas que fueron detenidas.
También considero que una eventual intervención federal
a la provincia sería absurda porque Salta funciona
con todas sus instituciones a pleno. Y aunque no descartó
la posibilidad de declarar el estado de sitio parcial en la zona del conflicto,
dijo que ese sería un recurso extremo no querido. Yo creo
que coordinar acciones entre Nación y Provincia es bueno, pero
básicamente bajo el mando del juez, para garantizar la ecuanimidad.
Si la Gendarmería y la Justicia consideran que no se puede
restablecer el orden en los próximos días, y el juez así
lo pide, sería el único caso en el que la provincia apoyaría
este recurso. Yo confío que en los próximos días
quedará restablecida la calma y vamos a poder continuar buscando
soluciones conjuntas para la zona, declaró el gobernador.
La conferencia de prensa fue ofrecida en el centro cívico Grand
Bourg, donde funciona la gobernación, luego de la reunión
semanal del gabinete.
Tras negarse a entablar un diálogo con los manifestantes, concedió
que no habrá soluciones a corto plazo y respaldó el desempeño
de la Gendarmería: Sin duda que nadie quiere la violencia,
dijo, tampoco nadie quiere la represión, que fue el resultado
de la utilización de las armas por parte de quienes las tienen
en su poder.
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