Por Eduardo Febbro
Desde París
Juan García recibió
ayer la máxima condecoración francesa por un gesto que hace
más de 70 años salvó la vida de uno de los héroes
de la aviación postal francesa, Henri Guillaumet. A sus 86 años
y bajo un cielo donde rugían los motores de los aviones que participan
en el salón aeronáutico de Le Bourget, el pastor argentino
recibió de manos del presidente francés Jacques Chirac la
Legión de Honor y la Medalla de la República, dos recompensas
que sólo se entregan a personas excepcionales o que realizaron
gestos fuera de lo común. En nombre de Francia entera quiero
manifestarle este reconocimiento y este agradecimiento. Juan García,
en ese momento extraordinario y por un gesto absolutamente excepcional
usted salvó la vida de Henri Guillaumet, dijo Jacques Chirac
en el momento de entregar las dos condecoraciones al argentino.
Orgulloso con razón y embargado por la emoción, García
le dio al presidente francés dos objetos fabricados por él:
un instrumento de caza y un cuchillo. Inmediatamente después, Chirac,
respetando una costumbre local, le dio las gracias diciendo que en Francia
hay una tradición que quiere que cuando alguien regala
un cuchillo hay que dar una moneda. El pastor argentino recibió
de parte de Chirac una moneda de un franco francés que cerró
el intercambio y abrió la segunda parte de la ceremonia: la inauguración
de una placa en homenaje a otro héroe de la aviación, Jean
Mermoz, cuya inscripción dice así: Más allá
de los hombres de voluntad están los hombres de coraje. Más
allá de los hombres de coraje, se necesitan hombres de conciencia.
Juan García fue recompensado en Francia por haber cruzado el destino
de esos hombres de voluntad y coraje que en los años 30 protagonizaron
la peligrosa aventura de la compañía aeropostal francesa
que cubría las rutas entre Europa, Buenos Aires y Santiago de Chile.
Esa gesta fue escrita principalmente por tres hombres: Antoine de Saint-Exupéry,
el autor de El Principito, Jean Mermoz y Henri Guillaumet. En junio de
1930, Guillaumet partió de Santiago con rumbo a Buenos Aires vía
Mendoza. El 12, después del despegue, las condiciones meteorológicas
lo obligaron a regresar. Al día siguiente, a pesar del mal tiempo,
decidió emprender su travesía número 92. En medio
de la Cordillera, a más de 7000 metros de altitud, la inclemencias
de una súbita tormenta provocaron una rápida pérdida
de altura del avión. Tres mil metros más abajo y sin poder
recobrar la altura perdida para atravesar la Cordillera, Guillaumet giró
en redondo durante más de una hora y media encima de la Laguna
de Diamante. Al final, sin más combustible y con el aparato acechado
por una tormenta de nieve, el piloto francés decidió aterrizar
en un despejado de Laguna Diamante. El aterrizaje resultó forzoso
y terminó con el avión volcado y algunas contusiones. Guillaumet
permaneció dos días protegido en un refugio improvisado.
Al tercero decidió partir dejando esta inscripción adentro
del avión: salí hacia la Argentina. Adiós a
todos, Henri Guillaumet.
El piloto de la Aeropostal caminó sin descanso a lo largo de varios
días hasta que cayó sin fuerzas a muy pocos metros de la
cabaña de una pastora, la señora García, cuyo marido
era cazador de pumas. Su hijo, Juan García, que en aquel entonces
tenía apenas 14 años, es el pastor que en la madrugada del
séptimo día encontró y salvó a Guillaumet
y que ayer, más de 70 años después de ese hecho que
marcó la historia de la aviación postal, recibió
de manos de otro francés el eterno agradecimiento de la vida. La
leyenda cuenta que García dio con Guillaumet porque el adolescente,
al desobedecer a su padre, tomó un camino prohibido. Su perro Florero
fue el primero en olfatear la presencia de alguien en aquel lugar. García
vio a un hombre de pie que gritaba como un loco. Era Guillaumet. Una vez
salvado, en vez de retirarse, el piloto francés, junto a Saint-Exupéry,sobrevoló
la casa de los García a modo de agradecimiento. Henri Guillaumet
murió 12 años después en el curso de un combate aéreo
durante la Segunda Guerra Mundial.
Nunca olvidaré
su cara
En el mismo lugar donde Juan García salvó a Henri
de Guillaumet hoy hay una placa que recuerda al piloto y al niño
que le salvó la vida. Juan García se acuerda siempre
de aquel hecho, como si fuera hoy mismo que ocurrió,
dice a este diario con la lengua todavía trabada por la emoción.
El pastor cuenta que aquella mañana de junio de 1930 había
salido de su casa a las cuatro de la madrugada para ir a buscar
a mi padre, que se había ido de caza. Al despuntar el día
llegue a un determinado lugar donde, con aquella luz naciente, pude
ver una huella. García la siguió, pensando que
eran las huellas de un animal. Pero después vio que alguien
caminaba cerca de la colina. El pastor estaba al corriente de que
un avión se había accidentado en las inmediaciones
pero, asegura, en ningún momento pensé que el
hombre que estaba delante de mi podía ser el piloto.
Pero era Guillaumet. Cuando me vio recuerda el pastor
empezó a gritar, a hacer gestos. Me acuerdo que sacudía
su echarpe, lo levantada hacia el cielo y se tiraba al piso. Me
paré, pero tuve miedo porque en su cara vi como una expresión
de locura. Entonces me puse a correr. Y cuando más corría
yo, más gritaba y corría él. Pero me escapé
rápido, hasta mi casa. Ya en su casa, el adolescente
le dijo a su madre que un loco venía por el río. Su
madre lo mandó a buscar pero yo no quise, tenía
miedo, estaba convencido de que era un loco en serio. García
y su madre partieron juntos en busca de Guillaumet. Este, cuando
los vio desde el otro lado del riacho, les gritó en un español
poco comprensible: si aviaturi, cae aeriplani. Con
mi mamá dice García lo llevamos a casa
y en el camino casi se nos cae al río de tan cansado que
estaba. Le dimos leche de cabra y se quedó dormido en la
misma mesa. Estaba extenuado. Guillaumet era un hombre sin
miedo. Diez días después volvió en avión
al lugar del accidente y nos saludó desde el cielo.
La historia nunca se alejó de la vida del pastor García.
Un ano después del drama un equipo llegó a la zona
para recuperar el avión y durante más de 10 anos su
familia se escribió con la de Guillaumet. Luego llegó
la guerra y él murió. Nunca me olvidaré de
su cara, ni de aquella madrugada de junio.
|
LA
JUSTICIA ALEMANA DISPUSO QUE UN DIARIO LE PAGUE 11.000 DOLARES
Una indemnización para Emilie Schindler
La justicia civil
alemana dispuso ayer un acuerdo entre los abogados de Emilie Schindler
la viuda del empresario alemán que salvó la vida de
1200 judíos durante el Holocausto y los representantes del
Stuttgarter Zeitung, un periódico demandado en 1999 por publicar,
sin la autorización de Emilie, el contenido de la famosa lista,
y de otros papeles personales de Oskar Schindler. El fallo obliga al diario
alemán a indemnizar a la mujer, que vive en Argentina, por una
suma equivalente a 11.000 dólares, a cambio de evitar un largo
proceso judicial. La documentación había sido entregada
al diario alemán por familiares de quien fuera la última
confidente de Oskar.
El matrimonio que descubrió los papeles, guardados en una valija
gris arrumbada en el altillo de la amiga de Schindler, sospechó
que tenía entre manos algo importante. Llevaron el material al
Stuttgarter Zeitung, que tras varios estudios comprobó su autenticidad.
Se publicaron entonces una serie de informes basados en el contenido de
esa documentación, con la promesa de entregarla luego al museo
del Holocausto Yad Vashem, en Israel.
Pero nadie pidió a Emilie su autorización para publicar
aquellas cartas. Los abogados de la mujer demandaron al diario por daños
y perjuicios, y reclamaron una indemnización de 45 mil dólares.
Las cosas que aparecieron son de Schindler. Si son de Schindler,
son mías, dijo a Página/12 Emilie poco después
de que aparecieran los documentos.
Finalmente, la justicia alemana dispuso que el periódico deberá
entregar a Schindler una suma de caridad: 11 mil dólares.
Los representantes legales de la mujer se manifestaron conformes
con la resolución; sin embargo, en el entorno de Emilie en Argentina,
la noticia les cayó como una bomba. Es terrible que hablen
de caridad; es como si le dieran una limosna. De todos modos, el tema
no es el dinero. El tema es que, por una vez, los derechos de Emilie deberían
ser reconocidos públicamente, consideró la escritora
Erika Rosemberg, biógrafa y amiga de Schindler.
Emilie siempre vivió en una situación económica
horrorosa, y cada vez que se le presentó una oportunidad de que
esa situación mejorara un poco, se la negaron, recordó
Rosemberg, quien adelantó a este diario que llevará el tema
al Tribunal Internacional de La Haya. Tras sufrir una fractura de cadera
y ser operada, Emilie tuvo que dejar su quinta de San Vicente donde
había llegado con Schindler en 1949, y se mudó al
geriátrico Los Pinos, donde vive actualmente. Cada mes recibe una
pensión del gobierno argentino y otra del gobierno alemán,
además de una ayuda económica otorgada por la fundación
Bnai Brith.
|