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Fred Hersch construye un liricismo
sin palabras en 3 CDs de gran nivel

El gran pianista de jazz grabó un álbum en el que la sutileza llega al límite, con standards, temas propios y de Cole Porter.

En “Songs without Words”,
Fred Hersch llega a la síntesis.
Su estilo se caracteriza por el impulso rítmico y el melodismo.

Por Diego Fischerman

El primer disco está dedicado a obras propias. El segundo, a temas clásicos del jazz (o a temas que este pianista en particular consideró como clásicos). El tercero recorre, exclusivamente, canciones de Cole Porter. El álbum de 3 CDs se llama, igual que una famosa colección de pequeñas piezas para piano de Felix Mendelssohn, Canciones sin palabras. Ese concepto tan romántico según el cual la melodía (su ritmo, su prosodia) está íntimamente ligada al verso poético (todas las piezas breves de Schumann podrían ser canciones en las que el piano se ha hecho cargo de la línea del canto) en este caso se entreteje con un estilo más raveliano, más objetivista, en el que la pureza del ataque, la puntuación de los ataques y el contrapunto son esenciales. El estilo de Fred Hersch, uno de los pianistas de jazz más interesantes de la escena actual, se acerca, en todo caso, a una permanente elipsis. Los temas son bordeados, enmascarados, evitados con meticulosa dedicación, explorados en sus más remotas posibilidades. Y este álbum triple, recién publicado por el sello Nonesuch, brilla como una de las ediciones más importantes de los últimos tiempos.
Hay dos momentos altamente significativos de su estilo. “Caravan”, el viejo tema de Juan Tizol que hizo famoso Duke Ellington, en la versión de Hersch se acerca a un tango. Un tema llamado “Tango”, en cambio, está escrito en flagrantes tres tiempos. Es interesante ver qué es lo que el pianista encuentra allí de asimilable al tango. No los rasgos más exteriores, por cierto, sino, más bien, un gesto melódico, un cierto impulso lírico, que es capaz de subsistir, incluso, en medio de algo que parece un vals lento. Un recibido con honores en el Conservatorio de Nueva Inglaterra, en Boston, es capaz, en todo caso, de rondar un ritmo de habanera o una referencia al tango sin involucrarse más que lo necesario. Sin abandonar esa distancia con la que construye, contradictoriamente, una forma de abordaje musical de gran lirismo. Hersch, como Jarrett, se mueve en el lado más lírico de cada tema sin abandonar nunca una extrema compostura y un control absoluto sobre el sonido y, sobre todo, sobre la graduación de la información. Sus improvisaciones jamás son atolondradas, nunca acumulan todo lo que hay para decir en los primeros momentos. Por el contrario, Hersch va desplegando las posibilidades de un tema de a poco.
En Songs Without Words, además de los temas en los que toca solo, hay algunas participaciones de otros músicos. El percusionista Jamey Haddad en “Child Song” (una canción dedicada a Charlie Haden que ya había registrado en el CD Forward Motion, de 1991), el flugelhorn de Ralph Alessi en “Up in the Air”, un grupo que incluye a Alessi en trompeta, Rich Perry en saxo tenor, Reid Anderson y el formidable baterista Nasheer Waits en “Fall” -un tema de Wayne Shorter– y en “Ev’ry Time We Say Goodbye” dan la pauta de un grado de decisión importante en cuanto a instrumentaciones, texturas y densidades. Hersch no usa todo permanentemente. Uno de sus discos anteriores, el extraordinario Fred Hersch & Friends: The Duo Album, ya mostraba la pasión del pianista por definir con precisión el timbre y el volumen sonoro de cada canción. En ese álbum grabado para recaudar fondos para la Classical Action: Performing Arts Against AIDS, de la que Hersch, enfermo él mismo, es miembro activo, tocaban Joe Lovano, Jim Hall, Lee Konitz, Kenny Barron, Tommy Flanagan y Diana Krall. Otro dúo memorable había sido el que registró con Bill Frisell en Songs We Know pero la idea de trabajar con más de una instrumentación en un mismo disco ya había estado presente en Point In Time, donde alternaba los temas en trío, con Drew Gress en contrabajo y Tom Rainey en batería, con otros en quinteto en los que se agregaban Rich Perry en saxo tenor y Dave Douglas en trompeta. Sutilezas que, en Songs Without Words, un álbum en el que el lirismo no necesita palabras que lo nombren, llegan al límite de lo posible.

 

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