La mujer se convirtió
en noticia dos veces. Primero por ser madre, a mediados de mayo y a la
avanzada edad de 62 años, tras recibir el óvulo donado de
una norteamericana. Pero la verdadera polémica se desató
ayer, cuando admitió que donante del esperma, y padre del bebé,
es su hermano, de 52 años: Yo no podía ya trasmitir
mi patrimonio genético dada mi edad y quise transmitir el suyo
y dar vida, afirmó la mujer, de nacionalidad francesa. Una
lluvia de críticas se abatió sobre el médico que
practicó la inseminación, el norteamericano Vicken Sahakian,
quien primero afirmó haber sido engañado por la mujer, pero
terminó defendiendo la intervención: No veo por qué
tiene que haber un problema ético, dijo.
De la mujer, sólo se sabe que se llama Jeanine y vive en la localidad
de Frejus. Su hermano, Robert, está casi ciego y en silla de ruedas,
tras un intento de suicidio en 1995. Viven juntos con su madre, de 80
años. En realidad no han engendrado un niño, sino dos, sólo
que en vientres separados. El otro óvulo fertilizado de la misma
forma fue implantado en la mujer donante y también en mayo nació
una niña, en Estados Unidos. Ahora esa beba es criada junto al
otro en Francia por Jeanine y Robert. De modo que en el futuro el niño
que tuvo Jeanine podría definir así su procedencia: nací
del vientre de una mujer que considero mi madre, pero mis padres biológicos
son mi tío y una norteamericana. Mi hermana tiene los mismos padres
biológicos, pero nació en otro vientre y su madre la entregó.
No será sencillo para ellos.
Jeanine, maestra jubilada, le contó la historia al diario Le Parisien.
Para convertirse en madre, explicó, se trasladó a Los Angeles
y se entrevistó con el ginecólogo Vicken Sahakian, director
de la clínica Pacific Fertility Center. Llegó acompañada
de Robert, a quien hizo pasar por su marido. Luego volvieron a Francia
y el bebé, con más de tres kilos, nació en la Clínica
Lauriers, de Frejus.
No he cometido ninguna falta moral y lo que hice no me plantea ningún
problema de conciencia, dijo Jeanine, y se preocupó en recalcar
que el niño no nació de una unión consanguínea,
puesto que posee el patrimonio genético de la donante norteamericana.
La noticia generó una fuerte polémica en Francia, donde
está prohibido practicar la inseminación artificial a una
mujer menopáusica. En Estados Unidos, en cambio, lo hacen varias
clínicas. Consultado por la prensa, el médico Sahakian dijo
primero que creyó encontrarse ante una pareja y que de lo contrario
no hubiera realizado la práctica.
Pero luego salió a defenderla. Si no existe un problema médico,
si ambos gozan de buena salud, no veo por qué tiene que haber un
problema ético sobre la procedencia del esperma señaló
a la agencia France Presse. Puesto que no hay incesto, no me preocupa
quién sea el donante.
Y abundó más aún: Genéticamente un hermano
tiene más en común con usted que cualquier otra persona
y si usted no puede transmitir su herencia genética no veo por
qué no utilizaría los genes de su hermano.
Recientemente el ministro de salud francés, Bernard Kouchner, recordó
la prohibición que rige en Francia sobre técnicas que permitan
procrear a mujeres menopáusicas: Procrear a los 62 años
es discutible, aunque no trágico dijo. Es la idea de
que no hay límites que plantea un problema.
EL
RESPONSABLE DEL CANCER DE MAMA
Un gen que tiene dueño
Se patenta un invento para que
nadie se apropie de la idea original y para que pueda ser el propio inventor
quien saque rédito de su ingenio. El problema surge cuando se patenta
algo que existe en la naturaleza, como los genes. Argumentando esas cuestiones
éticas, la organización ecologista Greenpeace exigió
ayer la anulación de la patente de un gen responsable del cáncer
de mama, otorgada a una empresa estadounidense por la Oficina Europea
de Patentes (OEP) y demandó, además, una prohibición
general de las patentes de genes.
Una gran cantidad de enfermedades son de origen genético, por lo
que el descubrimiento del gen que las provoca no sólo permite producir
drogas para tratarlas, sino también vacunas para prevenirlas. Quien
se convierta en dueño de uno de esos genes, accede al monopolio
sobre su investigación. La empresa estadounidense Myriad, de Salt
Lake City, patentó el gen BRCA1, que abarca alrededor de 80 tramos
genéticos, y obtiene los derechos sobre todas sus funciones. Esto
impide las actividades de todos los científicos por fuera de la
empresa, que deberán pedir permiso a Myriad y pagar licencias para
realizar investigaciones sobre el BRCA1.
El gen en cuestión es uno de los dos que intervienen en el cáncer
de mamas y está asociado también a los de próstata
y de colon. Greenpeace denunció que Myriad desarrolló solamente
un procedimiento contra el cáncer mamario, y sobre las otras dos
enfermedades no ha hecho investigación alguna hasta el momento.
Esta patente otorgada el pasado 23 de mayo traspasa
claramente fronteras éticas, declaró Christoph Then,
experto genético de Greenpeace, y agregó que los genes
de plantas, animales y seres humanos no son invento de la industria sino
un bien social intransferible. Esto impide la investigación:
El caso de Myriad demuestra cuán absurdas son las patentes
de genes desde el punto de vista científico, dijo Then, y
señaló que es urgentemente necesario detener esta
práctica.
Desde 1990, la OEP con sede en Munich ha recibido unas 6.000
solicitudes de patentes sobre genes humanos, de las cuales ya ha concedido
más de 800, basándose en las controvertidas normas de la
Unión Europea.
Emiliano Ezcurra, de Greenpeace argentina, señaló a Página/12
que la organización se opone a esta práctica porque implica
un patentamiento de la vida, ya que los genes son los ladrillos
de la vida. Los ambientalistas proponen aplicar un tratado de soberanía
compartida, que el mapa genético forme parte del patrimonio
universal. Se debe poner límites a la lógica corporativa,
manifestó Ezcurra, indignado.
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