Por Hilda Cabrera
Como una rara avis de la cultura,
el grupo Círculo de Tiza Teatro de San Juan apunta a la dura realidad,
expresándola con buen nivel. Un caso es la obra El murmullo...
crónica de un día cualquiera, que se presenta en el Teatro
Cervantes (de jueves a sábado a las 20.30, y el domingo, última
función, a las 20), donde dos vecinas (excelentes Viviana Moya
y Ariel Sampaolesi) transparentan, desde una cotidianidad cruzada por
la soledad y el resentimiento, un universo pueblerino donde se calla y
oculta. Dirigida por Juan Carlos Carta, esta pieza se fragmenta en escenas
emparentadas con el absurdo y el expresionismo, esencialmente perturbadoras
cuando escarban en la memoria y en sucesos vinculados al poder de turno.
Nacido en San Juan y fundador del grupo, Carta, autor y dramaturgista,
se inspira en los argentinos Copi, Griselda Gambaro y Alejandro Tantanian,
el irlandés Samuel Beckett y el austríaco Thomas Bernhard,
y en el expresionismo alemán. En El murmullo... (de su autoría)
descubre gestos y actitudes de gente cínica. Unas voces grabadas
que se reiteran hasta la exasperación preludian este trabajo nacido
de la indiferencia social con la que se trata en San Juan el caso
de María Rosa Pacheco, psicóloga desaparecida en 1996,
según cuenta el director a Página/12. Por este homicidio
recordado todos los 2 de junio con una marcha fueron presos
el marido y el hermano de Pacheco: Se sospechaba de ellos, pero
también de otra gente en el poder, incluido un diputado nacional,
señala Carta. Ella descubrió algo relacionado con
el Ministerio de Educación sobre desvío de fondos. Nunca
se supo qué pasó, pero no hubo mucho interés en esclarecer
el asesinato. En la última marcha había seis personas.
¿Cuáles son en El murmullo... los contactos con esa
realidad?
La última vez que se vio a la psicóloga fue saliendo
del hospital. Eso es tal cual, como el hallazgo del auto quemado y restos
de su cuerpo. Cuando en otros lugares se producen casos como éste,
los pobladores demuestran tener más fuerza que los de mi provincia,
donde se sospecha pero se oculta. No se habla de los desaparecidos en
San Juan durante la dictadura. Yo era adolescente cuando empezó
la democracia. Era el momento de hablar, pero la mayoría mantuvo
silencio. Esta es una actitud muy de la sociedad sanjuanina: aquí
las cosas no suceden.
Una quietud que la obra desmiente...
Pero de manera sutil. Aunque estamos embroncados con la forma que
tiene esta sociedad de encarar estas cosas y el sentimiento del grupo
es no hacer transacciones, nuestra intención no fue armar una obra-panfleto.
¿Fueron censurados?
Yo les expliqué a los medios de San Juan que el caso Pacheco
era sólo uno de muchos elementos en escena, que había otras
problemáticas. Sin embargo, cayó gente que era de la policía,
y el marido de María Rosa, que está en libertad. Cuando
comprobaron que la obra no se quedaba en el caso e iba hacia otros lugares,
se quedaron tranquilos. De todas formas, destacamos el homicidio porque
es un síntoma. El caso no fue aclarado.
¿Qué respuesta tuvieron del público?
El público es otra cosa. La obra anduvo bien. Con los que
andamos siempre peleados es con los funcionarios. Si no fuera por el Instituto
Nacional de Teatro, no recibiríamos ningún apoyo. La ayuda
es real, aunque sé que en Buenos Aires es más complicado
y hay malestar.
¿Tienen otras obras en cartel?
El cielo, que vamos a llevar a España, invitados por la Universidad
de Salamanca; una obrita infantil medio extraña, del chileno Jorge
Díaz (Abracadabra, pata de cabra), y Fausto, un proyecto aún
no terminado. Vamos mostrando parte de lo que hacemos. Nuestra tarea es
ir construyendo el trabajo con el aporte de todos, del músico y
el iluminador, de los invitados y el público.
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