UNO Hay buenas noticias, hay malas noticias y hay noticias raras. Son esas noticias que suelen llenar un hueco entre una catástrofe natural o un gran avance científico, entre las señas particulares del último pero nunca final alucinado que entra vaciando una Uzzi en una escuela del Arkansas o los resultados de un nuevo cónclave de la Unión Europea. Me refiero a esas noticias que no son noticias en el sentido estricto de la palabra pero que sí se las arreglan para contar mucho y, en ocasiones, demasiado. De algún modo sin dejar de ser verídicas son el tipo de noticia que, tal vez por deformación profesional, yo no puedo dejar de relacionar más con los territorios de la ficción que con los de la realidad porque, en su rareza, acaban configurando verdaderos cuentos y novelas. A veces buenas y a veces malas. Vista al frente. DOS Así es. Con el tiempo, uno se acostumbra a leer sobre su país en los e-mails de amigos o a oírlo en la conversación de los viajeros o en la página on line del diario para el que trabaja. Pero lo que se dice verlo, uno acaba viendo a su país en los noticieros. Lo que significa una visión selectiva y de minutos. Esquirlas del país lejano en un noticiero extranjero que se relaciona con nuestro país de dos maneras: como testigo de algo que no lo afecta o como coprotagonista de una película en la que no le gusta actuar. En los últimos días, la Argentina como materia informativa y los noticieros españoles viven una relación tan fecunda como complicada. Odio anticolonialista; aeropuertos parecidos al del final de El año que vivimos en peligro; Pinti live desde esa catedral de la catarsis argentina que es el Luna Park haciendo rimas con la palabra culo; accionistas españoles preocupados por la caída de sus acciones en empresas en Argentina; y De La Rúa con ese aire que lo asemeja cada vez más a un mayordomo modelo Alfred pero sin Batman. Todas estas son malas noticias, claro. y, por ahí, hace flexiones una de esas noticias raras. Rompan filas. TRES Anteayer llegó el primer batallón de jóvenes
argentinos dispuestos a enrolarse en el ejército español.
Aquí acaba de acabarse eso del servicio militar obligatorio y,
con razón, nadie quiere ser soldado. A alguien se le ocurrió
enviar cartas a hijos de españoles en Latinoamérica para
que se hicieran cargo del cuartel a cambio de papeles de residencia, casa,
comida y casi 600 dólares al mes de los que al principio se les
descontará de a poco el dinero prestado para el vuelo Buenos Aires-Madrid.
Me pregunto si se trató de una de esas cartas tipo cadena de la
suerte de la que hay que hacer diez fotocopias y enviarlas a diez amigos
y... Respondieron más de la cuenta. Trescientos argentinos y argentinas
pasaron la prueba y los primeros de ellos acaban de llegar a Barajas a
otro aeropuerto donde las cámaras de los noticieros los filman
y los muestran como exponentes de una curiosa y exótica raza. Ellos
la mayoría no tienen problema en reconocer que nada
les interesa menos que el de-frente-march!, pero que nada les interesa
más que aprovechar esta oportunidad a full. Los noticieros
serios los presentan como uno de esos segmentos de color,
El Informal programa del tipo La Noticia Rebelde se les ríe
en la cara sin anestesia ni respeto por el jet-lag o el hecho de que,
posiblemente, no haya destino más triste que tener que salir rajando
de un país de robusta tradición castrense y golpista para
irse a ganarse el pan vistiendo un uniforme extranjero de esos que, el
día menos pensado, te obliga a jugar a los soldaditos en algún
lugar de los Balcanes para que respires aire de montaña y uranio
empobrecido. En cualquier caso, ahí estaba la pizpireta rubiecita
de El Informal preguntándoles si ya se habían aprendido
el Himno Nacional Español y ahí estaban los chicos y las
chicas recientemente importados y sin entender muy bien del todo por qué
habían ido tantas cámaras y tantos noticieros a buscarlos.
Parecían recién salidos de la casa de Gran Hermano, ganadores
alucinados de un concurso loco. En cualquier caso, se sabe que los argentinos
son muy buenos frente a cualquier micrófono por lo que uno dijo
que me siento Maradona (¿qué será Sentirse
Maradona a esta altura del partido?: ¿sentirte dueño de
la mano de Dios, sentir que te cortaron las piernas?). Después,
ahí nomás, los metieron en un micro, los llevaron a dar
una vuelta por Madrid y, enseguida, derechito al cuartel. Lo raro del
asunto lo que no te permite darte cuenta si es una buena o una mala
noticia es que se los veía a todos tan pero tan pero tan
pero tan contentos por dejar de sentirse acostados a cambio de que les
paguen por aprender a tirarse cuerpo a tierra...
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