Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Una guía para volver al futuro de
las revoluciones centroamericanas

Sandinistas, �contras�, la CIA, son cosas de los lejanos 80. O
no del todo, según esta nota, que explora la vigencia de esos temas.

El ex dictador Efraín Ríos
Montt en un acto de campaña.
Ahora investigado sobre 1200
asesinatos cuando tenía el poder.

Por Duncan Campbell
Desde Los Angeles

Hace 20 años, América Central estaba en el centro de la Guerra Fría. Nicaragua, El Salvador, Guatemala, Honduras. Los nombres de estos pequeños y empobrecidos países todavía conjuran en las mentes de muchos en Occidente las imágenes de guerra civil de películas tales como Salvador y Bajo Fuego, de escuadrones de la muerte y de fosas comunes, y del affaire Iran-Contras. Los hechos recientes muestran cuánto cambió en la región desde entonces y también cuán poco. A comienzos de este mes, el ex jefe de la inteligencia militar en Guatemala, dos militares más y un cura fueron condenados por el asesinato en 1998 del obispo católico Juan José Gerardi. Fue asesinado poco después de haber presentado el informe de la Iglesia sobre las atrocidades cometidas durante la guerra civil del país, Nunca Más.
Vale la pena recordar que 200.000 personas murieron durante esta guerra, más que en los conflictos en Nicaragua, El Salvador, Chile y Argentina juntos. El informe de 330 páginas, elaborado por la Oficina de Derechos Humanos de la Archidiósesis de Guatemala, concluía que el 90 por ciento de las atrocidades durante la guerra civil habían sido cometidas por las fuerzas del gobierno y sus bandas aliadas paramilitares. Dos días después, el obispo fue muerto a palos en su casa. El juicio, que concluyó este mes, era una prueba del compromiso de Guatemala con la transparencia del proceso judicial. Dos días antes que comenzara, se arrojaron granadas en la casa de uno de los jueces del caso. El hecho que el coronel Disrael Lima, el ex jefe de inteligencia militar, su hijo, el capitán Byron Lima y el sargento José Obdulio Villanueva fueran convictos y encarcelados por 30 años es un signo de cuánto cambió en dos décadas.
Justo cuando se estaban por anunciar los veredictos, surgió otro evento histórico para el país. Se presentaron cargos en un juicio contra el ex dictador militar Efraín Ríos Montt, acusado de actos de genocidio, el resultado de tres años de investigación llevada a cabo por el Centro de Acción Legal de Derechos Humanos (Caldh) sobre 1200 asesinatos cometidos por los militares durante el período de guerra civil en que Ríos Montt estaba en el poder. La semana pasada, un juez dictaminó que la investigación debía continuar y que la posible inmunidad de Rios Montt, el actual presidente del parlamento, debía resolverse después.
Pero en otros lugares existen diferentes ecos del pasado. Hace más de 10 años que los sandinistas perdieron el poder por el voto popular en Nicaragua y es sorprendente saber que su líder, Daniel Ortega, no sólo se presenta para una candidatura sino que le lleva 7 por ciento de ventaja a su rival más cercano para las elecciones presidenciales de noviembre de este año. Acá nuevamente es importante recordar el pasado. Cualesquiera hayan sido los fracasos en el gobierno de los sandinistas, librar al país del dictador Anastasio Somoza constituyó su logro heroico. Luego tuvieron que luchar una guerra librada contra ellos por los contras (los contrarrevolucionarios) con el apoyo ilícito del gobierno de Estados Unidos. El affaire Irangate, en el que se vendieron armas a Irán a cambio de dar fondos ilegalmente a los contras, fue sólo el hecho más notable en una serie de sórdidas acciones iniciadas o asistidas por la CIA. Por eso, fue interesante ver el mes pasado a un enviado del Departamento de Estado norteamericano en Managua dejando en claro, en una reunión con la Cámara de Comercio norteamericana local, que si los sandinistas resultaran electos, Estados Unidos no estaría contento. La amenaza implícita era que, salvo que la oposición se una para derrotar a los sandinistas, el país sufriría severas consecuencias económicas.
Mientras tanto, el presidente George W. Bush nombró a John Negroponte para ser su embajador en la ONU. Negroponte fue el embajador de Estados Unidos en Honduras, el vecino del norte de Nicaragua, desde 1981 a 1985, en la cumbre de la guerra de los contras, cuando Honduras jugaba un rol clave como base de éstos últimos. Negroponte ha sido acusado de noinformar sobre las atrocidades cometidas por las Fuerzas Armadas de Honduras contra los izquierdistas durante su estadía en el lugar, de modo que Honduras se mantuviera dispuesta a prestar santuario a los contras. Negroponte aún debe ser confirmado por el Comité de Relaciones Exteriores del Senado, que ha sufrido largas demoras para tener acceso a documentos del Departamento de Estado y de la CIA sobre el conocimiento –o no– que Negroponte tenía sobre lo que estaba pasando. Mucha de la información en un informe importante de la CIA ha sido suprimida, dejando las preguntas sin contestar. Negroponte, que tiene el apoyo público de Henry Kissinger, con quien trabajó en las conversaciones de paz de París al terminar la guerra de Vietnam, todavía puede ser confirmado, pero su nombramiento sería un raro mensaje al mundo y podría servir para inspirar nuevas investigaciones sobre el pasado de Estados Unidos en América Central.
“¿Es posible la paz?, una paz que nazca de la verdad que proviene de cada uno de nosotros y de todos nosotros,” dijo el obispo Gerardi en la presentación de su informe dos días antes de ser asesinado. “Es una verdad penosa, llena de memorias de las heridas profundas y sangrientas del país... Es una verdad que obliga a cada uno de nosotros a reconocer nuestra responsabilidad colectiva e individual y comprometernos para actuar para que esos hechos abominables no ocurran otra vez.” Sería un epitafio apropiado para el obispo si el resurgimiento de la historia de la guerra civil de América Central en el escenario del mundo llevara a un reconocimiento de ese tipo, y por todas las partes.

De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.

 

Un perseguido que no se va

La defensa del ex general paraguayo detenido en Brasil, Lino Oviedo (foto), está maniobrando en estos días en pos de dos blancos estratégicos: por un lado, hizo el pedido al Supremo Tribunal Federal de Brasil de que la espera de la extradición del detenido transcurriese bajo arresto domiciliario o libertad condicional; por otro lado, solicitó al Ministerio de Justicia que Oviedo permanezca en Brasil como “refugiado”, con el argumento que en Paraguay sería un perseguido político.
Lino Oviedo fue condenado a prisión en su país natal por el intento de golpe de Estado contra el gobierno de Juan Carlos Wasmosy (en abril de 1996) y también por su presunta autoría intelectual del asesinato del vicepresidente Luis María Argaña (23 de marzo de 1999) y de ocho jóvenes muertos durante una protesta posterior. Después de permanecer prófugo durante meses, el ex general paraguayo fue detenido en junio del año pasado en la sureña ciudad de Brasil, Foz do Iguazú. Actualmente está preso en una celda de la Policía Federal en Brasilia, esperando la decisión del Supremo Tribunal de Brasil sobre su extradición pero, al interponer su demanda del status de “refugiado” en el país –para cuya resolución no hay un plazo previo que deba respetarse–, ha logrado la parálisis del proceso. O sea, todo indica que por el momento Oviedo se queda en Brasil.

 

PRINCIPAL