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Denuncia de la defensora del Pueblo
contra el antiguo gobierno de De la Rúa

El desvío de 400 mil pesos donados por la Fundación Kellogg para un premio provocó la denuncia de la Defensoría.

La defensora del Pueblo
de la Ciudad, denunciante.
Para Felgueras, la Sindicatura General de la Ciudad no detectó delitos.

Por Irina Hauser

La defensora del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires, Alicia Oliveira, denunció ante la Justicia al anterior gobierno de la Ciudad por el desvío de 400 mil pesos. La irregularidad se habría cometido a lo largo de varias gestiones en la Secretaría de Promoción Social porteña. También está bajo investigación la responsabilidad del presidente Fernando de la Rúa, por entonces jefe de Gobierno. El dinero, según la demanda, había sido donado por la fundación W.K. Kellogg para el desarrollo de un programa de voluntariado cuyo objetivo era “la educación para la solidaridad”, pero no se usó para eso y su destino es un misterio.
El tema salió a la luz a raíz del reclamo ante Oliveira de Ana María Dones, porque no le pagaban los 15 mil pesos que le correspondían como ganadora del concurso “Universidad Solidaria” convocado como parte del “Programa de Solidaridad y Voluntariado Uno por Otro”. El certamen invitaba a estudiantes, profesores, graduados y ONG a presentar propuestas de capacitación de voluntarios. Había sido organizado por la Secretaría de Promoción Social y estaba auspiciado por la Fundación Kellogg –que dio el dinero para los proyectos premiados– y por Unicef.
La protesta de Dones –que preside la ONG Faldad– y de otras dos instituciones generó una investigación de la Defensoría, que terminó presentando una denuncia ante el juzgado de Silvia Ramond, para que los funcionarios responsables fueran investigados por malversación de fondos.
Los premios, que finalmente se empezaron a entregar desde octubre del 2000 a pesar de que la fecha prometida era el 12 de diciembre de 1999, no fueron abonados con el aporte correspondiente de la donación de Kellogg sino con plata del presupuesto del Gobierno porteño, según detectó la pesquisa comandada por Sergio Delgado. Más aún, estuvieron a punto de pagarlos con una partida destinada a dar asistencia a los vecinos pobres de la ciudad, pero frenaron ese trámite cuando la Defensoría los alertó.
Kellogg informó que entregó la donación en dos pagos: el primero, en julio de 1997, fue de 249.700, y el segundo, en mayo de 1999, fue de 150.300. Delgado explicó a Página/12 que, al parecer, en el ínterin “alguien” advirtió que el Gobierno de la Ciudad “no podía aceptar donaciones sin la aprobación del Concejo Deliberante”. Un proyecto elevado finalmente por De la Rúa y el entonces secretario de Hacienda, Adalberto Rodríguez Giavarini, pedía al cuerpo que avalara la donación que tenía como destino, decía, “la creación de un programa que desarrolle el voluntarismo (sic)”. Más allá del lapsus de poner voluntarismo en lugar de voluntariado, el proyecto fue presentado el 1º de octubre de 1997, es decir, cuando Promoción Social ya contaba con la primera tanda de dinero.
Según la denuncia de Oliveira, la Fundación Kellogg envió un informe donde señalaba que el Gobierno porteño no había cumplido con los términos del acuerdo que exigía, por ejemplo, que los fondos estuvieran separados del presupuesto y que se destinaran sólo a “propósitos caritativos, científicos, literarios o educacionales”, pero “no para influir los resultados de ninguna elección a un cargo público...”. Además, aclaran, Kellogg dijo que nunca pudo establecer dónde terminó el dinero aportado.
Oliveira recordó que cuando intentaba reconstruir el destino de la donación, “la secretaría no daba ninguna respuesta satisfactoria; les pedíamos un estado de cuenta, por ejemplo, y nos mandaban un montón de papeles, menos lo que necesitábamos”. “Los responsables serían Cecilia Felgueras, Rafael Kohanoff, Lidia Satragno, "Pinky" y Daniel Figueroa”, que ocuparon sucesivamente la secretaría, añadió la defensora.
Felgueras se defendió a través de sus voceros alegando que existe una auditoría de la Sindicatura General de la Ciudad que no señala irregularidades. Oliveira contesta: “La sindicatura me tiene sin cuidado, porque lo que parece que sucede es que leemos el mismo libro en distinto idioma. El destino del dinero, entiendo yo, no está justificado y lo que importa es que se haga justicia”.

 


 

EL FISCAL PINZON Y SU ESPOSA
Muerte por intoxicación

El fiscal nacional de Investigaciones Administrativas Jorge Néstor Pinzón murió ayer en Mar del Plata, por una intoxicación con monóxido de carbono que también provocó el fallecimiento de su esposa, Ana Gumercinda de Pinzón. Habían ido a pasar el fin de semana largo pero fueron víctimas de un escape emanado de un calefactor que funcionaba mal.
El funcionario fue encontrado con vida y fue llevado a la Clínica Pueyrredón de esa ciudad, pero no logró salir del coma en que había caído. Pinzón se desempeñaba como titular del organismo destinado a controlar los delitos contra el patrimonio nacional y encargado de verificar si los miembros de un gobierno cometen ilícitos. Cuando Nilda Garré era diputada pidió su juicio político por su nula intervención en la investigación de los hechos de corrupción durante su gestión. “No formuló ni una sola denuncia en ocho años”, había asegurado Garré. Pinzón –de 70 años, ex juez contencioso administrativo y ex camarista– había sido nombrado por el ex presidente Carlos Menem, tras la remoción por decreto, en 1990, de Ricardo Molinas. El gobierno de Fernando de la Rúa opacó el ya poco brillante rol de esa dependencia con la creación de la Oficina Anticorrupción. El entierro se realizará hoy, a las 11, en la Chacarita.

 

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