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LA ULTIMA AUDIENCIA DE TESTIGOS POR EL CASO POBLETE
La confesión de identidad

Por primera vez, la hija de un matrimonio desaparecido declaró en el juicio contra sus apropiadores. Claudia Poblete fue testigo de la defensa, pero se reconoció como hija de desaparecidos.

El teniente coronel retirado
Ceferino Landa, apropiador
de Claudia, siempre oculto.

Por Victoria Ginzberg

–¿Nombre?
–Claudia Victoria Poblete Hlaczik.
–¿Fecha de nacimiento?
–25 de marzo de 1978.
–¿Nombres de sus padres?
–José Poblete Roa y Gertrudis Hlaczik.
Las preguntas más simples, obligatorias para cualquier testigo, se convirtieron en las más importantes cuando la joven de 23 años que creció engañada por el militar Ceferino Landa y Mercedes Beatriz Moreira, quienes la anotaron como su hija, se sentó ayer ante el tribunal que está juzgando su apropiación.
Claudia, que fue pedida como testigo por la defensa, prefirió declarar sin público. Llegó a Comodoro Py discretamente acompañada por su tío Fernando Navarro y esperó su turno para entrar a la sala. Tranquila, al menos en apariencia, habló durante quince minutos y eso alcanzó para hacer algunas definiciones: pronunció el nombre que recuperó hace un año y medio ante la Justicia, explicó que ayudó a armar los carteles que anunciaban la realización de este juicio con la leyenda “Por la verdad y la justicia” y llamó “matrimonio Landa” a sus apropiadores. Es que Claudia sabe que no son sus padres, que su mamá y su papá están desaparecidos.
Pero durante 22 años la joven ignoraba que existían José Poblete y Gertrudis Hlaczik, que habían sido secuestrados, que ella misma había estado cuando tenía ocho meses en El Olimpo y que su familia la estaba buscando. Hasta febrero del 2000 creía que Landa y Moreira eran sus padres y así lo dijo ante el tribunal. Afirmó que los quería y que la habían tratado bien. A pedido de la defensa, ejercida por la abogada Gladys Farrace –del estudio comandado por Jorge Appiani y el represor Jorge Olivera–, contó que hace poco tiempo se recibió de ingeniera en sistemas en la Universidad del Ejército con muy buenas notas y que al llegar a la mayoría de edad sus apropiadores le dieron algunos bienes en donación.
“La verdad es que quisiera encontrar las palabras para tantas cosas. Esto recién empieza, y empieza bien. Quisiera ser capaz de más por mis padres, que fueron capaces de todo. Dice alguien por ahí que ‘todo lo que el árbol tiene de florido viene de lo que tiene sepultado’. Una familia es como un árbol y con semejantes raíces nuestro árbol tiene un buen futuro asegurado”, dice parte de una carta que Claudia le escribió a su tío y que fue publicada en noviembre del año pasado por Página/12. Este mensaje fue incorporado a la causa ayer, luego de que su autora lo autorizara.
Las abogadas de Abuelas de Plaza de Mayo, Alcira Ríos y María Teresa Sánchez, interrogaron a Claudia acerca de la relación con sus parientes biológicos. La joven contó que decidió incluir en su nuevo documento su apellido materno como “un reconocimiento a las dos familias” y que fue a esperar al aeropuerto a su abuelo que vino a declarar desde Bariloche porque está “construyendo un vínculo”. También admitió que alguna vez había dudado de la paternidad de sus apropiadores, pero que nunca se animó a confrontarlos.
–¿Qué le diría a las abuelas que buscan a sus nietos?, –preguntó Ríos. Claudia no pudo contestar. El tribunal consideró que el tema era “inconducente”.
“Estaba muy bien plantada. Con mucha fuerza. Tiene mucho de sus padres, que eran muy claros en sus convicciones”, describió emocionada la abuela Buscarita Roa. La mamá de José Poblete cree que no puede pedirle a su nieta, que convive con Moreira en arresto domiciliario, “más de lo que hace”. “Como ella, nosotros también estamos reconstruyendo un vínculo”, afirmó.
“No hubo errores, no hubo excesos, son todos asesinos los milicos del Proceso”, gritaron con fuerza algunos familiares de Claudia que tenían una remera con la foto de la niña y sus padres tomada en 1978, poco antes deque toda la familia desapareciera. Las voces rebotaron en el pasillo del primer piso de Comodoro Py mientras algunas chicas no podían contener las lágrimas. Los cantos de protesta, que hicieron que la policía desalojara del edificio a todos los que habían estado en la audiencia, estaban dirigidos a cuatro militares retirados que habían declarado ante los jueces Guillermo Andrés Gordo, Luis Rafael Di Renzi y Guillermo Federico Madueño.
Edgardo Donadío, Carlos Alberto Landano, Julio César Palacios y Mario Antonio Romero, todos ex compañeros de Landa en su paso por el Comando del Primer Cuerpo del Ejército, aseguraron que durante los años ‘77 y ‘78 el apropiador era jefe de contrataciones de Intendencia, y se encargaba de manejar fondos para vestuario, equipo y alimentos. Palacios argumentó que el acusado no había participado en operativos contra la “lucha antisubversiva” porque “para eso había tropas especialmente formadas y capacitadas”. Pero el mismo testigo admitió que él y sus compañeros sabían que existían “distintos lugares que estaban destinados a detener personas o investigar”. Landa declaró que ignoraba que sus compañeros torturaban y mataban, y que creía que la niña que recibió de manos de un médico militar había sido abandonada. Pero durante la audiencia de ayer, la abogada de Abuelas de Plaza de Mayo reveló que el apropiador fue secretario del Consejo de Guerra Estable Nº 1, destinado a montar una parodia judicial para algunos casos de secuestros durante la última dictadura. El lunes será el turno de los alegatos de la acusación y la defensa.

 


 

MILITARES URUGUAYOS Y EL CONDOR
Captura internacional

El juez federal Rodolfo Canicoba Corral ordenó la captura internacional de cuatro militares uruguayos acusados de haber participado en el Plan Cóndor. Se trata de José “Nino” Gavazzo, Hugo Campos Hermida, Manuel Cordero y Jorge Silveira, quienes habían sido indultados por el ex presidente Carlos Menem.
La resolución del magistrado responde a un pedido del fiscal Miguel Angel Osorio, quien argumentó que como el secuestro y la desaparición forzada de personas son delitos permanentes, los militares pueden ser acusados por el hecho que se siguió cometiendo después de que fueron beneficiados con el indulto. Este razonamiento se podría aplicar para juzgar a todos los responsables de violaciones a los derechos humanos que estaban procesados –no condenados– cuando recibieron el perdón presidencial.
Gavazzo, Hermida, Cordero y Silveira están imputados de haber participado en el secuestro de Sara Méndez, una ciudadana uruguaya que se encontraba refugiada en la Argentina. Méndez fue liberada después de ser trasladada a su país pero su hijo Simón Riquelo, que fue detenido con ella cuando tenía 20 días, sigue desaparecido.
La justicia argentina había pedido al Ministerio de Justicia uruguayo informes sobre las misiones que desempeñaron esos militares pero no tuvo respuesta. Con el argumento de que en 1990 se dictó la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, una norma que decretó la amnistía de los represores, Uruguay se negó a colaborar.

 

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