Parece que las cosas en Irlanda
del Norte se precipitan lentamente hacia el infierno, desde el Acuerdo
del Viernes Santo en 1998 a la marcha de los protestantes más radicales
el domingo 8 de julio. Los enfrentamientos entre católicos y protestantes
dejaron anoche 20 heridos, todos policías. Anteayer, el saldo de
los choques nocturnos llegó a 39 policías heridos. El jefe
de la policía del Ulster, Ronnie Flanagan, dijo ayer que sospechaba
de los grupos paramilitares protestantes. En este contexto, el gobierno
británico resolvió enviar un contingente de 1600 soldados
para apoyar a la policía norirlandesa ante la proximidad de las
siempre tensas marchas de la Orden protestante de Orange, del 8 al 12
de julio. El gobierno también entabla una lucha contra el reloj
para acercar a ambas partes en el gobierno provisional de la región.
Ayer hubo otra reunión en ese sentido y, otra vez, sin resultados.
El actual jefe de gobierno norirlandés, David Trimble, reiteró
que, si la guerrilla republicana del IRA no da ya señales claras
de su desarme, renuncia el 1º de julio.
Ayer, la cita de las conversaciones era en el castillo de Hillsborough,
en el Ulster. Los participantes: el ministro británico para Irlanda
del Norte, John Reid, el canciller de la República de Irlanda,
Brian Cowen, y delegaciones del Sinn Fein (brazo político IRA)
y del Partido Social Demócrata Laborista (SDLP), por el lado católico
o republicano, y del Partido Unionista del Ulster (UUP) de David Trimble,
por el lado protestante o unionista. Anteayer, el premier británico
Tony Blair se había entrevistado en Londres con el pastor Ian Paisley,
del radical Partido Democrático Unionista (DUP), opuesto al proceso
de paz y al actual gobierno norirlandés, que hizo una excelente
elección en los comicios del 4 de junio. La semana pasada, Blair
había hecho lo mismo con Trimble y con Gerry Adams, líder
del Sinn Fein.
El hueso duro de todas las reuniones, el imposible de roer para el Sinn
Fein, el UUP y el SDLP (los tres integrantes del gobierno semiautónomo
norirlandés), es el desarme del IRA. La comunidad republicana
está harta del énfasis en la cuestión del desarme,
dijo con evidente ira Martin McGuinness, el número dos del Sinn
Fein, antes de entrar en el castillo de Hillsborough. Es que el campo
republicano estima ridícula la exigencia de Trimble sobre el desarme
del IRA en la medida en que la reforma de la policía británica
y la desmilitarización del Ulster, las otras dos medidas previstas
en el Acuerdo del Viernes Santo de 1998, no avanzan. Esta semana, en un
comunicado, el IRA dijo que el asunto del desarme puede solucionarse,
pero nunca por presión de ultimatums unionistas. No
aceptaremos, bajo ningún pretexto, la responsabilidad del desarme
del IRA nosotros solos, declaró McGuinness. No hay
ninguna señal de avance y hará falta aún más
tiempo para que los republicanos empiecen a responder a las fuertes presiones
de las que son objeto, reconoció el propio Trimble.
Al margen de los enfrentamientos que se vienen produciendo en los últimos
días, parece claro hasta para Trimble que, si existía acaso
la posibilidad de que el IRA acelerara su desarme, ahora no hará
nada porque la batalla está librada al nivel de la opinión
pública: ni el IRA ni el Sinn Fein quieren dejar la imagen de que
dan el brazo a torcer. Menos aún cuando las marchas de la Orden
de Orange por parte de los unionistas más radicales del Ulster
le dan al bando católico la posibilidad de demostrar que el bando
protestante recurre a provocaciones. El caso es que Trimble también
está presionado por los votos obtenidos por Paisley y por sectores
de su propio partido que le piden que sea más duro con el IRA.
Los disturbios de estos últimos días en Ardoyne, en el norte
de Belfast, son signo para el Sinn Fein de que la provocación ya
comenzó, y sin dudas podrá exhibir a los 15000 militares
británicos que poblarán el Ulster durante las manifestaciones
orangistas como un signo de que el desarme del IRA puede esperar porque
el resto de las condiciones de paz también están esperando.
En este sentido, el representante británico John Reid ya advirtió
que la presión sobre el IRA no es la única presión
que hay que ejercer. En todo caso, parece que el asunto va para largo.
Muralla de tanques
en los territorios
El ejército de Israel se desplegó ayer a lo largo
de 80 kilómetros de su frontera con los territorios autónomos
de Cisjordania, en una maniobra destinada a impedir la entrada en
el interior del país de los comandos terroristas palestinos.
Esta es una de las mayores operaciones militares efectuadas por
el gobierno del primer ministro Ariel Sharon desde que se iniciara
la Intifada hace nueve meses.
La operación se complementará en los próximos
días con el despliegue adicional de más tropas israelíes
en los 130 kilómetros restantes de su frontera con Cisjordania,
después de lo cual los territorios autónomos palestinos
quedarán cerrados y sellados, como se encuentra desde hace
años la Franja de Gaza. De todos modos, este tipo de medidas
no garantiza una seguridad absoluta, como ayer mismo lo probó
un kamikaze palestino que se voló dentro de su coche bomba
en un ataque contra un retén israelí, matando a dos
soldados. La organización fundamentalista Hamas se adjudicó
el atentado.
La operación militar israelí de ayer supone una alternativa
amable de anteriores proyectos para la construcción
de una muralla o valla con la que separar físicamente los
territorios palestinos de Israel. El ministro de Defensa israelí,
Benjamin Ben Eliezer, tiene asimismo proyectado en las próximas
semanas desplegar una red de aviones espías, sin pilotos,
que sobrevuelen permanentemente los territorios autónomos,
especialmente las carreteras, para localizar a los comandos de la
guerrilla nacionalista.
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