Por Martín
Pérez
Según cuenta el mito
Disney, papá Walt supo hospedarse en el Hotel Alvear cuando llegó
hasta las pampas argentinas para buscar inspiración sudamericana
para su dibujo animado Adiós amigos. Claro que el gauchito de ese
film terminó siendo uruguayo, pero esa ya es otra historia. Siguiendo
los pasos del maestro, el productor Don Hahn responsable de Atlantis,
el próximo estreno animado de Disney, un film de aventuras y sin
canciones atiende a Página/12 en el hotel de siempre. Pero
no lo hace pensando precisamente en la época de gloria animada
de Disney, sino en su actual momento de zozobra guerrera: el estruendoso
fracaso de Pearl Harbor se cobró la primera víctima dentro
del estudio Peter Schneider, responsable durante los últimos
meses de todos los films de Disney, pero durante aún más
tiempo de las películas animadas, y Hahn no puede evitar
hablar de eso. Debería hacer algunos llamados a casa, para
ver si hay más novedades, desliza, con mucho de guiño
cómplice y algo de sincera preocupación.
Son épocas de crisis para Disney, y también lo son para
el mundo de los dibujos animados, pero aún así Hahn no pierde
la esperanza de seguir innovando en su medio: Es verdad que en las
épocas de crisis financiera se apuesta por lo seguro, pero como
productor yo elegiría ir en busca del riesgo artístico.
En especial porque en este negocio no hay nada que sea realmente seguro.
Y el mejor ejemplo de eso es Pearl Harbor. Para todo el mundo era una
apuesta segura, y mire lo que pasó, ejemplifica Hahn, que
ingresó al universo Disney integrando la camada de animadores que
renovó al estudio en los años setenta.
Sucedió algo muy curioso en esa época, cuenta
Hahn. Por un lado estaban los animadores que habían trabajado
junto a Disney en películas como Fantasía o Pinocho, y por
el otro estábamos nosotros, los de la nueva camada. Tipos de 60
por un lado, y chicos de 20 por el otro... ¡y nadie en el medio!,
se ríe Hahn al recordar el salto generacional en los estudios Disney.
Su generación como bien cuenta una de las mejores escenas
del film El padre de la novia creció creyendo que el tema
Puff, the magic dragon hablaba de la marihuana y, no casualmente,
el primer producto animado que crearon para Disney fue Pete y el dragón.
Nosotros crecimos pensando que Fantasía era la película
ideal para ver de porro, se ríe Hahn al recordar aquellos
tiempos iniciáticos. Si uno recorría el estudio por
aquellos días, abría la primera puerta y se encontraba con
Tim Burton; en la siguiente descubría a John Lassiter, el creador
de Toy Story; en la otra a Ron y John, los responsables de Hércules
y Aladino; y más allá Brad Bird, Don Bluth y demás.
Todos recién salidos de la secundaria y con ganas de comerse el
mundo.
Tomando en cuenta los nombres que usted menciona, parece estar
hablando de una época de oro de la animación en Disney...
Pero sucedió todo lo contrario, ¿no es cierto?
Es que en aquel momento los grandes ingresos de Disney estaban en
los parques temáticos y en el desarrollo de productos vinculados
a sus personajes, y no en los dibujos animados. Así que todos estos
talentos terminaron frustrándose creativamente y huyeron del estudio.
Claro que salir al mundo real fue duro para ellos, y todos tardaron cinco
o diez años en resurgir con algo nuevo.
La carrera de Hahn como productor incluye dicha responsabilidad en la
fundamental ¿Quién engañó a Roger Rabbitt?
(1988), film dirigido por Robert Zemeckis que revivió el interés
de los estudios y también del gran público en
esa artesanía casi olvidada llamada dibujos animados. El
que logró los permisos de todos los estudios para contar con sus
personajes fue Steven Spielberg, recuerda Hahn. Levantó
el teléfono y consiguió todos los permisos. No fue difícil,
ya que por entonces Tweety o Betty Boop eran unas antigüedades. Descansaban
olvidados en los estantes oformaban parte de los logos de sus compañías.
Pero después del éxito de esa película fueron nuevamente
estrellas.
Aquel reavivado interés en los dibujos animados a fines de los
ochenta devino en mina de oro para Disney en los noventa, con la aparición
de éxitos como El rey león o La bella y la bestia, producidos
por Hahn. Y semejante máquina de hacer millones también
despertó la avaricia de los otros estudios, que quisieron su parte.
Hoy en día las cosas no son tan felices dentro del mundo
de los dibujos animados, admite Hahn. Fox cerró su
división animada y Warner la redujo, y los únicos que siguen
apostando grande al género es Dreamworks, señala el
productor de Atlantis, una película cuyo competidor directo se
llama Shrek, que no casualmente es el último proyecto de Dreamworks,
un estudio que dirigido por el ex Midas animado de Disney Jerry
Katzemberg luego de sus fracasos iniciales parece haber afinado
muy bien la puntería. A todos nos sorprendió que las
primeras películas de la división animada de Dreamworks
fuesen tan fallidas, confiesa Hahn. Pero eso confirma que,
cuando se trata de dibujos animados, lo principal es el trabajo de equipo.
Algo que Katzemberg no podía haber olvidado. Aunque tal vez lo
hizo, ironiza.
A la hora de hablar del futuro animado de Disney, Hahn admite que pasado
el furor y la competencia tal vez haya una crisis en puerta. Creo
que, artísticamente, estamos en nuestro mejor momento. Pero debo
cometer la blasfemia de aceptar que es totalmente posible que, ante semejante
panorama dentro del actual negocio de los dibujos animados, estemos en
la puerta de una nueva década llena de frustración, como
la que enfrentó mi generación en sus comienzos, acepta
Hahn, que argumenta que la única forma de escaparle a semejante
encrucijada es seguir aceptando desafíos. No hay que caer
en la tentación de buscar la seguridad haciendo una y otra vez
la misma película, que fue el error del estudio durante las décadas
del 60 y 70, explica, y se entusiasma hablando de Atlantis,
film que se estrenó en los Estados Unidos el fin de semana pasado
pero recién se estrenará en Buenos Aires a mediados del
mes próximo. Decidimos encarar Atlantis después de
hacer La Bella y la Bestia con los directores Wise y Trousdale. Principalmente
porque era una de aventuras, lo opuesto al film que habíamos terminado
de hacer.
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