La esperanza y la
pasión de dos oficios
Frente a la propuesta, no había mucho que pensar. Se había
planteado el desafío de publicar una obra de historia en
fascículos de aparición semanal y el reto fue aceptado.
Así empezó todo; una colección de historia
argentina, primero, y otra de historia universal, después,
acompañadas de sendos apéndices documentales, formaron
parte, dos veces por semana, de las ediciones del diario. El Colegio
Nacional de Buenos Aires y Página/12 iniciaron y consolidaron
de esta manera, un proyecto editorial que deparó más
de dos años de labor intensa y una fructífera experiencia
de trabajo en equipo.
¿Qué pudo unir en una aventura de esta naturaleza
a personas cuyos ámbitos de pertenencia institucional y profesional
son a primera vista tan diferente en sus objetivos, en su metodología
y ritmos de trabajo? En la pasión del propio oficio es donde
quizá se encuentra la respuesta. El convencimiento que anida
en unos y otros de las responsabilidades que les caben por el camino
elegido para transitar por la vida de la sociedad, por el compromiso
que decidieron asumir desde la información, los unos y desde
la educación, los otros. Una convicción, por otra
parte, que pone de resalto la existencia de puntos de contacto entre
ambos oficios. Si los periodistas, en este caso desde la prensa
escrita, cumplen con los insustituibles servicios de poner en circulación
las noticias de lo que ocurre en el orden político, social,
económico y cultural, de acercar análisis de la información
y de contribuir con ello a la formación de la opinión
pública y a la conservación de la memoria colectiva,
los historiadores, desde la investigación y desde la docencia,
cumplen con ese singular cometido que les asigna Eric Hobsbawm,
de ser los recordadores de todo aquello que sus conciudadanos olvidan
o prefieren olvidar y, por otra parte, ayudan a la conformación
de una conciencia crítica que mantiene la capacidad de la
sociedad para razonar y preguntar, para advertir qué inagotable
cantera de reflexión es el pasado cuando se buscan respuesta
en el presente y surgen inquietudes sobre los desafíos del
futuro.
La proyección social de la labor de historiadores y periodistas
no se restringe al marco específico que le imponen los objetivos
de su oficio. Los diarios son instrumento insoslayable para la formación
del ciudadano, no en vano la prensa es reconocida como el cuarto
poder. Los alcances de la transmisión de información
y conocimiento que tiene la prensa periódica con casi imposibles
de igualar por otros medios escritos y, en el pasado, la calidad
de periodistas y publicistas dueños de espléndidas
plumas literarias, con que eran reconocidos muchos hombres de la
dirigencia y muchos intelectuales fue reivindicada con orgullo por
todos ellos. Era otro espacio y otra oportunidad para hacer conocer
sus ideas o renovar y sostener sus compromisos políticos
o culturales. Esta tradición, aletargada por muchas razones
vinculadas con las vicisitudes que atravesó el país,
ha vuelto por sus fueros desde hace ya varios años estimuladas,
en gran medida, por la necesidad de conocer mejor todas esas circunstancias
y las causas de su desencadenamiento.
En este sentido, la historia, entre otros saberes, fue ganando cada
vez más terreno en el interés y las preferencias del
público. No resulta extraño, entonces, se ha dicho
en alguna otra ocasión, que un medio masivo de comunicación
como lo es un diario, haya procurado la manera de dar satisfacción
a ese interés y no lo es tampoco, que convocado un grupo
de profesores e investigadores, hayan asumido el compromiso de poner
su saber y su oficio al servicio de esa demanda de la sociedad.
La idea que guió al proyecto fue la de ofrecer textos que,
sin renunciar al rigor histórico tanto en lo concerniente
al conocimiento como en lo que atañía a las reglas
del oficio, se valieran de una escritura ágil, de un estilo
atractivo y por qué no, también de la sutileza irónica
y algo traviesa que caracteriza al perfil del diario, para dar cuenta
de los procesos históricos que abarcaron las colecciones
publicadas. La experiencia del aula por un lado, y la de transmitir
los resultados de estudios e investigaciones, por otro, representaron
para los integrantes de los equipos de redacción y de las
selecciones documentales, el más valioso capital par a atender
a las exigencias específicas de un medio de comunicación
diferente a los que suelen frecuentar. La historia, por otro lado,
debía poder leerse desde las imágenes y desde los
mapas; dos jóvenes profesores de historia y un cartógrafo
profesional se agregaron al grupo para atender estas delicadas cuestiones
y completar, junto con la tarea de los sectores técnicos
del diario, un trabajo cuyas exigencias de esfuerzo y dedicación
se sustentaron en la pasión que lo alentó.
Mirar desde hoy la historia de la propia comunidad y desde ella,
situada en uno de los extremos del mundo, la historia de otras,
ha sido tratar de combatir el olvido, de procurar entender mejor
cómo y por qué se ha llegado a este presente. No parece
poco para un colegio de la universidad pública y un diario,
que tratan cotidianamente de honrar sus responsabilidades en una
sociedad que, deprimida por el descreimiento y la desconfianza,
encuentra pocas cosas que le permitan renovar las esperanzas en
el porvenir.
* Profesora titular del Colegio Nacional de Buenos Aires/ Investigadora
del Conicet/ Directora de las colecciones de historia de Página/12.
|