El vocero gubernamental alertó contra la tinellización de la política. Juan Pablo Baylac, dicen los comedidos de palacio, complace a De la Rúa.Es uno de los pocos aliancistas que salen a diario a defender su administración, a boxear a la oposición.
Baylac es vocero gubernamental pero no vocero del presidente porque el vocero del presidente sigue siendo Ricardo Ostuni, quien desembarcó en ese cargo porque Darío Lopérfido no lo desempeñaba a satisfacción de casi nadie. De todas formas, Lopérfido sigue trabajando en esa área y también el Secretario General Nicolás Gallo, quien se prodiga con el grupo sushi (en el que revista Lopérfido) un odio de añares.
Al lector todo esto puede parecerle un galimatías. Y ,quizás, de eso se trata. El oficialismo agobiado por su incompetencia para comunicar y su incapacidad para determinar cambios (así fuera de su propio staff) añade capas geológicas de funcionarios, superponiendo competencias, internas y broncas.
Esa incompetencia tiene su costado técnico pero alude sobre todo a la falta de contenidos para transmitir. El gobierno no tiene política que sus voceros (gubernamentales, presidenciales, oficiosos etc) puedan prestigiar en un formato elegante.
El Presidente suele atribuir a los medios la inquina popular que crece contra él. Los culpa a ellos más que a los pésimos desempeños de su función, a la división de la Alianza, al fracaso de dos (¿de tres?) Ministros de Economía, a la carencia de políticas sociales y culturales, entre otras marcas de su gestión.
En estos días, el furor presidencial ha derivado al crudo humorismo político del programa de Marcelo Tinelli, el más visto de la televisión argentina, tanto que �cuentan sus contertulios� ni el propio De la Rúa deja de mirarlo. Aunque no ría, precisamente.
La frase de Baylac expresa esa bronca presidencial. Pero soslaya que una de las escenas cúlmines de Video Match fue cuando De la Rúa quiso jugar de visitante, amañando con el propio Tinelli una presencia simpática. Jugada que le salió horrible porque la realidad se metió en la tele.
Antes de hacer cuestionamientos que frisan el ataque a la libertad de expresión el gobierno debería preguntarse por qué .pega. tanto una imitación que describe al presidente como lento, desmañado, ineficaz, desconfiado. Por qué ríe la gente del común. Si no es porque, acaso con sal gruesa, le proponen en clave de humor lo mismo que ellos piensan.
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