Por Gustavo
Veiga
La salud del deporte argentino, en un sentido literal y no metafórico,
hace tiempo que está en emergencia. El panorama resulta patético:
las ordenanzas y reglamentaciones que deberían resguardar la integridad
física de los atletas no se cumplen, los médicos son considerados
material de descarte, los primeros auxilios un gasto innecesario y la
prevención planificada es una acción caída en desuso
por los magros presupuestos. Marcelo Garraffo, el secretario de Deporte
de la Nación, sintetizó el cuadro en un comentario: Acá
hay eventos y no siempre se ve la ambulancia. Porque no quieren pagar
los 300 pesos y las federaciones se cubren con la asistencia o la guardia
médica del Cenard. Otro ex deportista y funcionario, Waldo
Kantor, director de Deportes del Gobierno porteño, afirmó:
Lo que a menudo trasciende de este tema es el doping, porque es
una cosa mediática, de impacto. Por lo demás, hay un deterioro
de todo lo que tenga que ver con el deporte.
Dos episodios de distinta magnitud que ocurrieron durante este año,
y cuyas dramáticas imágenes televisivas sensibilizaron a
la audiencia por un puñado de horas, parece que no hubieran advertido
a nadie. El basquetbolista Gabriel Riofrío sufrió un ataque
cardíaco el 7 de enero que le provocó la muerte mientras
jugaba un partido de la Liga Nacional en la ciudad de Sunchales. En este
torneo, los controles médicos son la excepción y no la regla.
El 22 de mayo, el jugador de vóleibol Rodrigo Juliani padeció
una fractura expuesta de tibia y peroné de la que recién
fue atendido después de permanecer 42 minutos tirado en el piso
del gimnasio de Ferro. Por las características de estos sucesos,
queda la sensación de que se ha hecho muy poco y que el porvenir
se torna tan sombrío como el presente. Entonces, ¿cuándo
será posible que los responsables de conducir la actividad deportiva
fijen un orden de prioridades y luego se pongan a trabajar para ejercer
la tarea que les fue encomendada, que no es otra que dirigir con criterios
razonables?
La pregunta sería neutra si no evaluáramos que el Estado
es una cáscara vacía, que la amplia mayoría de la
sociedad retrocedió hasta los confines de la indigencia y que los
dirigentes son marionetas de un poder que a menudo decide sin consultarlos.
De todos modos, hay cosas que todavía se pueden hacer. Suponer
lo contrario, habilitaría al último de esos dirigentes a
apagar la luz y nos dejaríamos ganar por la oscuridad.
Un
médico ahí
La contratación
del servicio de una ambulancia con su correspondiente dotación
médica es un requisito contemplado en los reglamentos de varias
disciplinas, tanto para sus competencias nacionales como internacionales.
En el mercado, su valor oscila entre los 300 y 400 pesos por la cobertura
de un evento. En el boxeo acaso el deporte sometido a más
controles que ninguno, aquel precio mínimo es el que paga
la Federación Argentina en las veladas organizadas en la Capital
Federal. Cuando las peleas se desarrollan en el interior del país
son mucho más frecuentes que aquí, el gasto
corre por cuenta del promotor boxístico de turno.
Osvaldo Bisbal, el presidente de la FAB, sostiene: Nosotros ponemos
otro médico más, aparte del que supervisa la salud de los
boxeadores, que se ocupa de los problemas que pudieran surgir fuera de
los límites del ring. Y el espectáculo no empieza si no
están el doctor y la ambulancia. Jamás pasó que no
se cumpliera con estos requisitos. Por eso, si hubiera una falla, es porque
la autoridad no controló bien. La autoridad es su institución.
La perspectiva que describe el máximo dirigente del boxeo nacional
no es la que rodeaba al brasileño Juliani, más conocido
como Rodrigao, cuando cayó sobre el parquet con su pierna derecha
partida en dos, la noche que jugaba para River durante un encuentro organizado
por la Federación Metropolitana de Vóleibol. Víctima
de la ineficacia y la sinrazón, el jugador, por espacio de lo que
dura medio partido de fútbol o la mitadpromedio de una película,
permaneció inerte y con sus huesos al aire. Durante ese lapso,
sólo recibió la atención a distancia del doctor Luis
Seveso, el médico del plantel futbolístico de River, quien
a través de un teléfono celular se esmeró en darles
indicaciones a los compañeros de Rodrigao para mitigar su dolor.
Horas después del episodio, Horacio Acebey, el titular de la Federación
Metropolitana, expresó: No tenemos ninguna responsabilidad.
Desde Ferro, el club local, se escucharon voces con un mensaje similar.
Nadie se involucró más allá del temor que infundía
una futura demanda del damnificado o, vaya a saber, qué otra consecuencia.
Las partes pensaron primero en el efecto menos deseado (un juicio) y después
en la salud del deportista. Waldo Kantor, hoy funcionario y antes jugador
en el club de Caballito, le declaró hace unos días a Líbero:
Estamos estudiando el tema en Legales, pero lo primero que aparece
es que no existe ninguna responsabilidad de parte del Gobierno. O sea,
que deba estar presente o tenga que comprometer un control sobre las diferentes
federaciones deportivas. Esto no sería así, a menos que
lo pidan con anterioridad. Puede ser que ahora estemos todos angustiados
y que, a los diez días, no nos acordemos más de lo que pasó
y crucemos los dedos para que esto no ocurra hasta dentro de tres años.
Por eso, es necesario tener algún tipo de iniciativa, rediscutir
los controles, la participación de los médicos, plantearse
que esto no se repita.
Para Garraffo, hubo responsables: Se desprende que, evidentemente,
hubo una falla de Ferro. Creo que está en las instituciones cumplir
con las normas de seguridad mínimas, como lo hacemos nosotros en
el Cenard, como si se tratara de un club, con las normas de seguridad
que cualquier evento deportivo requiere.
Más allá de los testimonios bienintencionados, existe una
ordenanza en la ciudad de Buenos Aires la 40.420, publicada
el 6 de febrero de 1985, que está referida al denominado Programa
de Salud Integral de los Deportes. En su artículo 2º,
dice al comienzo: Las instituciones referidas tendrán la
obligación de prevenir todo daño que pudiera originarse
en la salud de los deportistas en razón de las características
y condiciones propias de la actividad y las emergencias que pudieren producirse....
El texto señala más adelante que los clubes deberán
contar como mínimo con un botiquín de primeros auxilios
y una camilla sanitaria manual para el transporte de accidentados.
Cuando Rodrigao se lesionó, según un estrecho colaborador
de Kantor en la Dirección de Deportes, no habría estado
disponible una camilla y se debió recurrir al SAME por medio de
teléfonos celulares, al no llegar a tiempo al gimnasio Héctor
Etchart, la empresa médica que mantiene contratada Ferro.
Mitología
griega
El médico
Carlos DAngelo, responsable del área de Prevención
y Control Antidoping del Cenard, define con cierto sarcasmo las posibilidades
de prevención que existen en torno a estos accidentes: Son
mitología griega. Vivimos en un país de bomberos y no de
preventores; yo creo que nadie controla porque las instituciones deportivas
tienen angustias que lo impiden, aunque legislado está....
El profesional participó de la redacción de la ordenanza
40.420 que tiene un apartado especial referido al boxeo y otro que engloba
a deportes como el automovilismo, buceo, motociclismo, motonáutica,
volovelismo, aladeltismo, esquí acuático y disciplinas donde
se corren riesgos similares.
Hay actividades deportivas que, a sí mismas, se regulan con diversas
exigencias. Un partido de rugby no puede comenzar si la tarjeta del árbitro
donde figuran los 15 jugadores no está firmada por los respectivos
capitanes y médicos de los dos planteles. En el ciclismo y el polo
es obligatoria la contratación de una ambulancia, y en el automovilismodebería
ocurrir otro tanto, aunque en las pruebas de las escuderías eso
no ocurre.
Una situación no demasiado difundida y que todavía sigue
en discusión, es si durante la Cuarta Copa del Mundo de hockey
sobre césped para damas junior se cumplió con el requisito
de rentar un servicio de ambulancia. Dos periodistas consultados para
esta nota que cubrieron la información del certamen día
a día dijeron que ni en Quilmes ni en el Cenard observaron ese
tipo de asistencia. Garraffo, un hombre de larga trayectoria en ese deporte,
declaró: No me imagino que en el marco de un Mundial haya
un error de esa naturaleza. Me lo imagino más en un torneo local,
en algo de menor importancia. En un Mundial sería una falla demasiado
grosera. Estoy diciendo lo que me imagino y me gustaría tener la
versión oficial. Estamos hablando sobre un supuesto y no puedo
decir más que eso.
El secretario de Deporte aspira a que se concrete un proyecto que contribuiría
a paliar un aspecto de la salud preventiva. La idea nace de España
afirmó y consiste en la creación de un seguro
para los deportistas que establece prestaciones mínimas, bajo la
fiscalización del Estado, de las pólizas que deberían
contratar las federaciones. Faltan todavía detalles importantes,
pero se trata de cubrir el vacío existente. No resultará
sencillo que aparezca la financiación para esta propuesta que aquí
parece ambiciosa, y en Europa es un hecho natural. Sobre todo cuando la
mayoría de los deportes carece de recursos y en la actualidad el
Ministerio de Desarrollo Social y Medio Ambiente que administra Juan Pablo
Cafiero continúa reteniendo partidas que le corresponden a la secretaría.
Ya se acumuló una deuda millonaria por los 600 mil pesos mensuales
que no llegan de lo recaudado en los casinos. Por esta situación,
la Comisión de Deportes del Senado podría elevar un pedido
de informes en los próximos días.
Imprevisión, desidia, presupuestos que apenas permiten pagar sueldos
y tapar agujeros el de la Nación es muy similar al de una
sola ciudad, la Capital Federal, dirigentes que no dirigen y un
telón de fondo con la crisis pariendo todos los días excluidos
del sistema, componen un cóctel de efecto mortífero para
las instituciones deportivas. Debería acuñarse un nuevo
slogan que desmienta a aquel que decía el deporte es salud.
En la Argentina todo indica que no.
Claudio Zacarías
esperó diez años
Por G.V.
El 28 de abril de 1998, la Corte Suprema de Justicia condenó
al club Instituto de Córdoba a indemnizar al ex futbolista
de San Lorenzo, Claudio Zacarías, por un grave episodio de
violencia que lo tuvo como damnificado, diez años antes.
El 8 de mayo de 1988, el actual director técnico se cambiaba
en el vestuario del estadio de Alta Córdoba, cuando una bomba
de estruendo generó la rotura de vidrios de un ventanal y
éstos casi le provocan la muerte por desangramiento. En la
demanda posterior que inició, el ex jugador no pudo lograr
que se condenara también a la AFA y al gobierno de Córdoba.
Un fallo de ese tipo hubiera sentado un incómodo precedente
para la institución que preside Julio Grondona y el Estado
provincial.
Julio Nazareno, el titular de la Corte y único de sus miembros
que votó a favor de una condena para la AFA, describió
en su dictamen: La gravedad del accidente que puso en peligro
de muerte al actor obligó a la realización de varias
e importantes intervenciones quirúrgicas porque provocó
un grave estado de shock y hemorragia, por cuanto estaban comprometidas
las arterias, venas y nervios de su miembro superior izquierdo.
Sin embargo, y pese a que el artículo 34 del estatuto de
la AFA, en su inciso I, establece que entre las atribuciones del
Comité Ejecutivo está la de organizar y realizar
cada temporada conforme a lo dispuesto en este Estatuto, los Campeonatos
Oficiales y las demás competiciones establecidas en el Reglamento,
la entidad futbolística salió indemne de un caso que
se ventiló durante casi una década.
Zacarías continúa penando hasta hoy para cobrar la
indemnización, ya que Instituto nunca dispuso de fondos para
abonar este juicio. Pasaron algo más de trece años
de aquella bestial agresión y, si el fútbol, el deporte
que mueve más dinero en la Argentina, no saldó esta
deuda, ¿qué puede quedar para las demás disciplinas
ante cualquier accidente que sufra un atleta?
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Lo que le pasó a Palmigiano
Por G.V.
Diego Ezequiel Palmigiano se aprestaba a competir en el Campeonato
Argentino de Natación el 5 de febrero de 1998, durante una
prueba desarrollada en el natatorio del Cenard. Cuando subió
a uno de los cubos de partida de la pileta, este elemento se cayó
e hizo que el nadador perdiera el equilibrio. Un certificado médico
del centro deportivo establecería después que presentaba
escoriaciones en la parte interna del antebrazo derecho y espalda,
habiéndosele practicado las curaciones que el caso requería.
El competidor de 18 años se raspó contra la pared
del natatorio y fue golpeado por el cubo o plataforma de lanzamiento
Nº 3.
El 18 de febrero de aquel año, Hugo Porta, por entonces secretario
de Deporte, ordenó que se instruyera un sumario para determinar
responsabilidades en el episodio. Hubo una pericia de la Superintendencia
de Bomberos de la Policía Federal que no se expidió
de manera certera sobre conductas dolosas o negligencias y, por
lo tanto, ningún empleado del Cenard resultó afectado.
Por ello, de acuerdo con un dictamen de la Dirección de Asuntos
Legales de la Secretaría, que encabeza el doctor Eduardo
Vittar Smith, el 21 de enero del 99 se dictó una resolución
que no individualizó a responsable alguno en los hechos investigados.
Hoy, el nadador Palmigiano continúa con una demanda ante
el Juzgado Nacional de Primera Instancia en lo Civil y Comercial
Federal Nº 9 contra la Federación de Natación
de Buenos Aires, la Confederación Argentina de Natación
y la Secretaría de Deporte. En el juicio por daños
y perjuicios, el Estado rechazó la responsabilidad del organismo
que conduce Marcelo Garraffo. Vittar Smith sostuvo que la jurisprudencia
avala a la Secretaría de Deporte en juicios anteriores en
que resultó demandada.
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