Por Pablo
Vignone
Ayer, 24 de junio, Juan Manuel Fangio hubiera cumplido 90 años.
El mismo Chueco de Balcarce que, hace poco más de una década,
le aconsejó a un pibe de mejillas como manzanitas que probara suerte
en Italia, que se embarcara en la aventura, que tenía condiciones.
El pibe, heredero de una familia de prosapia de fierro, no se animó,
y tampoco llegó a juntar los 150 mil dólares que le pedían
por una temporada en la Fórmula 3 Italiana. Juan Manuel Fangio
murió en 1995, y la fecha de su nacimiento fue instituida como
el Día del Automovilismo Deportivo. Y como el Turismo Competición
2000 pensaba correr su primera carrera del año en Buenos Aires
en esa fecha, decidieron bautizar a la competencia en honor a Fangio.
Ningún homenaje podía haber sido mejor: la carrera la ganó
aquel pibe que, hace diez años, no se animó a regar con
su talento las pistas de Europa, confinándolo al asfalto vernáculo.
Walter Antonio Hernández ganó ayer, casi de punta a punta
y ante 35 mil espectadores, su cuarta carrera de TC 2000 del año.
Quino Hernández, el padre de Walter, fue quien lo inició
en el automovilismo. Pero, a diferencia del hijo, a quien le simpatiza
la marca Ford, ya que con ella ganó el campeonato de Turismo de
Carretera de 1993, Quino es fanático de Chevrolet. Lástima
que tenga que hacer fuerza por Ford, dice el padre orgulloso, que
no deja oído libre para escuchar todas las radios que puedan decir
algo sobre Walter, sólido puntero del campeonato 2001.
Hernández jamás pensó hasta el momento de largarse
la carrera, en que podía ganarla. Ahora no se trata de correr
carrera por carrera le confió a Líbero sino
de correr una sola, la carrera del campeonato. Su Ford Escort era
el coche más pesado del parque, con 80 kilos de lastre, fruto de
sus tres victorias anteriores, y con él solo había podido
señalar el cuarto puesto de clasificación: en las cuatro
carreras previas, siempre había largado desde la primera fila.
Pero Walter contaría con una aliada excepcional a la hora de exigir
derechos pisteros a la posesión de un título. Uno a uno,
los pilotos que se habían colocado antes que él en la fila
de candidatos, se desinflaban como gomas con miguelitos...
Primero fue el poleman, Gabriel Furlan, que en la serie inicial creyó
que había entrado el auto de seguridad, se dejó pasar y
cuando reaccionó, lo tocó feo a Oscar Larrauri y terminó
chocado por Carlos Bueno.
Luego le tocó a Guillermo Ortelli, acaso el que sonaba más
fuerte: había ganado la segunda serie y largaba en pole la final,
pero el acelerador se le quedó trabado a fondo en el Curvón
y, aunque tocó el freno varias veces, no pudo evitar despistarse
y llevarse con él a Emiliano Spataro, el ganador de la serie inicial
que, de golpe, también tenía hambre y mérito de victoria:
el Peugeot 306 sigue siendo el coche más cercano en prestaciones
a los Ford Escort del equipo de Oreste Berta.
En el revoleo, Hernández quedó segundo detrás de
su coequiper Ponce de León, al que no había podido correr
en la serie (en la que su compañero terminó 2º detrás
de Ortelli, y él fue 3º), con lo que se abría una nueva
incógnita: ¿el joven de Junín podría resistir
al veterano de Nicanor Otamendi?
La respuesta llegó pronto: en la entrada a los mixtos, la rueda
trasera izquierda del Ford de Ponce se bloqueó el piloto
dijo que caía nafta sobre la cubierta, el auto hizo un trompo
y se paró el motor. Walter Hernández pasó primero
en la tercera vuelta, hizo el record en el sexto giro y nunca más
lo volvieron a ver...
El notable repertorio del piloto de Ford solidez, conjunción
de vueltas rápidas para sacar diferencias con giros más
lentos para cuidar los fierros, mientras se acumulan diferencias de a
medio segundo le permitió un respiro de más de cuatro
segundos sobre Larrauri en la última vuelta. Nadie esperaba lo
que iba a suceder. La suerte que ayer viajó en el Ford Nº
4, sí. Una mancha de aceite que había quedado en los mixtos
sacó imprevistamente al líder y a su escolta de la pista.
Faltaban tres curvas para la bandera a cuadros. Pero la suerte estuvo
ayer enamorada de uno solo: mientras Larrauri no se rehacía lo
suficiente para conservar su posición en el podio, Hernández
respiraba grueso para volver al asfalto sin perder su condición
de líder. Quino gritaba otra vez por Ford... y el Chueco, en algún
lugar, asintió complacido.
HERNANDEZ
Y EL TITULO
Falta todavía
Por P.V.
No es la
suerte del campeón se atajó Walter Hernández
tras la victoria de ayer. En Paraná iba ganando cuando se
rompió una válvula: si tuviera la suerte del campeón,
esa carrera la habría ganado también... La interpretación
no impidió, de todas maneras, que el vencedor admitiera que hubo
circunstancias que lo favorecieron. Es cierto, pero el auto estaba
para ganar, completó.
Para el líder todavía es muy apresurado hablar del
título. Fue una carrera muy complicada, por suerte pudimos escapar
de los toques que se produjeron en algunos momentos y de esa mancha de
aceite que apareció sobre el final.
El que se lució con sus declaraciones fue el ex F1, Oscar
Larrauri. Primero se refirió a Gabriel Furlan, que lo tocó
en la serie inicial: Furlan maneja rápido para hacer la pole
y después corre como si fuera al supermercado... para eso, que
use su auto particular dijo, irónico, antes de acusarlo.
Me sacó feo de pista. Furlan le pidió disculpas.
Después de la carrera, el destinatario de la acidez fue el Gurí
Martínez, que circuló más de 20 vueltas delante de
Larrauri. Reconozco que es un gran chofer dijo con sorna el
santafesino. Pero es una nena, se queja siempre... Corre muy despacio
y encima quiere que uno corra a su ritmo. Lo que hizo demuestra que tiene
mala leche... Martínez se defendió a su manera: Los
toques fueron normales de una carrera arguyó. No es
cierto que vaya despacio, yo hago mi carrera.
No fue la única polémica: Silva acusó a Bugliotti
de frenar donde hay que acelerar y Spataro no quedó
muy conforme con las explicaciones de Ortelli.
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