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Costo político
Por Enrique Medina

Es inteligente. Lógico. De no ser así no hubiera llegado tan alto. Aunque alguna vez lo tentaron en la televisión con un futuro de estruendos, evitó el escrache y se anotó en el perfil medio; “ni muy-muy, ni tan-tan” aprendió a repetir especulativo como una manera de autocontrol a prueba de resbalones. Gracias al grosero ejemplo de un finado político de otros tiempos, que se hundió en la antipopularidad por no resistir la tentación de exponer promiscuamente, en una revista careta, su arribo a la cúspide, echado en una cama mostrando mil corbatas y otros tantos pares de zapatos, acompañando una sonrisa y una mirada a la cámara que sin eufemismos traducía su honesto pensar: “Los cagué a todos”, este político de hoy supo despegarse de la tentación farandulesca pese a que mantuvo flirts con vedettes, actrices y empresaria de fuste, armoniosamente y a su debido tiempo.
Cuando accedió al contacto mediático, nunca se allanó al comportamiento dicharachero, mantuvo el ceño en ristre y la sonrisa lenta, como quien muestra una altiva aceptación de ciertas mediocridades cotidianas. Está casado con una de sus primeras novias, con la que tiene hijos. En realidad no fue la primera, pero a él le gusta el slogan desde que vio aquella película: Mi primera novia, y lo repite en rueda de amigos logrando siempre la exacta respuesta de su mujer: ella abre la boca intentando el gesto tímido, y los que escuchan exclaman un “aaah” entre mirífico y amorosamente escrupuloso.
Luego de larguísima y forzada carrera a codazos limpios, en la que cupieron las múltiples posibilidades de la profesión, “llegó”. Disímiles interpretaciones puede tener el verbo desde la semántica, o desde la falta de los puntos suspensivos, o desde el texto oculto, y muchas más. El repite que el camino más corto es el recto, dándole a la metáfora un retoque ético, a pesar de que hubo momentos de bruscos esguinces y planificados zig-zag.
Pero llegó y esto quiere decir, en claro idioma de banca ganada por los votos, que la mudanza se hacía necesaria. Y desde hace más de un mes que está en eso. Lleno de complicaciones. Por un lado la inmobiliaria, por el otro la mudanza. Claro que él no se encarga de esas minucias, de ello se encarga la mujer, que sabe Dios lo bien que lo ha cuidado en todos estos largos años de lucha partidaria evitándole meter la pata de manera inapropiada. Incluso en este capítulo de la mudanza, en el que pensó poder aprovechar los transportes y changarines del Congreso, y que ella, con agudo alarido en el cielo, evitó, explicándole con delicada inteligencia de mujer política que:
–¡Con todo lo que chapaste, querés ahorrarte los mugrosos pesos de la mudanza! ¿Acaso no ves que eso puede ser sospechoso? ¡Y justo ahora que Ibarra y compañía se bajan los sueldos y todo el mundo habla de achicar el gasto político!
–Yo pensaba al revés: que podría ser un dato de recursos limitados...
Como se viere, las cosas pueden interpretarse según el cristal etcéteraetcétera. El dejó que ella se responsabilizara de todo y sigue con su ancho culo calentando la banca que tanto esfuerzo le ha demandado. Al regresar tarde, atraviesa el living y mete la cabeza bajo la ducha escapando del caliginoso polvo que impera en el depto a causa del apilamiento de canastos y canastos, llenos, vacíos y a medio llenar, entorpeciendo el paso sobre gruesas alfombras de marca, que olvidaron quitar para no arruinarlas. Durante la cena y viendo televisión, ella lopone al tanto de los vaivenes del día. Primero que nada le cuenta que ha ido a ver la casa y que al arquitecto hay que seguirlo de cerca porque al menor descuido hace una chambonada, y los pintores bien, va a quedar un chiche la casa. Una casa a todo dar, en la que el detalle más cuidado fue la piscina. El dice “pileta” y ella le marca la diferencia para que, mentalmente, se ordene en la precisión y cambie el pelaje:
–Pileta es la que tenemos en el edificio, donde toda la gente se mete con su mugre y mean con cara de angelitos; piscina es el cuadrado lleno de agua rodeado de césped y árboles donde nos bañaremos solamente nosotros y alguna que otra vez nuestros invitados. ¿Entendés?...
El entiende y acepta con alegría la dulce mirada que Dios ha depositado en su persona halagándolo con una bella familia, buena salud y mejor bienestar material.
Pero bien dicho está que lo que no sucede en mil años puede suceder en un segundo. Y en este segundo, este político que está de mudanza sufre un aturdimiento cuando, del otro lado del celular, le dicen lo que le dicen, obligándolo a poner cara de letrina en plena cena familiar. Y es que en medio estruendo político desatado con injurias, delaciones, certezas, tarjetas Banelco, cajas del lavado, armas en desuso, llantos, exigencias de mani pulite, pedidos de renuncias y demás, le avisan que a pesar de que su participación en el actual escándalo no fue descollante, va a ser necesario ofrecer algunas cabezas al periodismo y al soberano. Y cortan. Y en la televisión los periodistas insisten con que hay que reducir el gasto político que es vergonzoso. Y él hace fuerza y traga lo que tiene atascado en la garganta, viendo, a través del ventanal, silenciosos y lejanos relámpagos que, junto a la nube negra que no deja de crecer, preanuncian una inclemente tempestad.



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