Por Susana Viau
El Federal Bank, cuya propiedad
el Banco Central de Bahamas atribuye a Raúl Moneta y a su tío
Benito Jaime Lucini, parece dispuesto a expedir certificados a repetición.
Al menos un par de ellos, casi idénticos en su factura, fueron
extendidos a solicitud de dos importantes personajes de la Justicia: el
procurador general Nicolás Becerra y el ministro de la Corte Suprema
Enrique Petracchi. Los nombres de Petracchi y Becerra fueron detectados
en el listado de movimientos efectuados entre el Federal Bank, el Banco
República y el Citibank de Nueva York. Una operatoria que se encuentra
a estudio de la comisión parlamentaria especial que investiga el
lavado de dinero. Petracchi negó en principio la existencia de
esas transferencias y luego desmintió haber cobrado la suma que
figura en los extractos. Becerra, por su parte, sostuvo que nunca tuvo
cuenta en esa entidad. Página/12 tuvo acceso exclusivo a ambos
documentos, así como a los extractos bancarios de la cuenta del
Federal Bank en el Citibank de Nueva York, donde aparecen las transferencias
a nombre de Petracchi y de su primo, Alberto Petracchi.
Cuando Enrique Petracchi supo que su nombre era mencionado como receptor
de una transferencia por 580 mil dólares efectuada el 14 de julio
de 1998 y que por esos mismos días su primo recibía dos
envíos por esas mismas cantidades, negó enfáticamente
haber recibido dinero y recordó que sólo tenía 150
mil dólares en una cuenta del Citibank de Nueva York para utilizar
cuando viajaba al exterior. Agregó el ministro de la Corte que
la transferencia de la que se hablaba pertenecía a su primo Alberto
y que todo se explicaba como una confusión de nombres. Por último,
con visibles señas de contrariedad, el juez sostuvo que jamás
había visto al banquero en cuestión. A su turno, Alberto
Petracchi, abogado personal del dueño del Banco República
y del Federal Bank, respaldó las aclaraciones de su primo Enrique
y aceptó haber recibido ese dinero, producto de honorarios profesionales.
Sin embargo un año antes, en el transcurso de una entrevista periodística
y sin tener la más remota idea del nerviosismo que iban a suscitar
sus declaraciones, la ex modelo Claudia Sánchez había relatado
que le prestaba su casa de Palermo Chico a Moneta para organizar comidas,
y que a una concurrió, entre otras personas, el miembro de la Corte
Enrique Petracchi. Al comenzar a desempolvarse esos datos, Claudia Sánchez
recibió sorprendida una llamada del fiscal Juan Martín Romero
Victorica quien, en una gestión impropia de su función,
trató de convencerla de la conveniencia de desdecirse de sus aseveraciones.
Claudia Sánchez pudo escuchar al otro lado del teléfono
una voz que le susurraba a el Potro Romero Victorica: Decile
que fue una sola vez y era un homenaje a Rapanelli. La ex protagonista
de la campaña publicitaria de L&M fue clara al responderle
al audaz fiscal de Casación: Yo no tengo ningún interés
en este tema, pero tampoco miento.
Para entonces se producía un cortocircuito entre lo que volvía
a la memoria de cada protagonista: mientras Moneta se esmeraba en puntualizar
que no conocía al ministro Petracchi, éste recordó
de pronto que, en efecto, había concurrido a la casa de Rufino
de Elizalde porque era un homenaje a Rapanelli y se trataba
de una cuestión de protocolo. El ministro señaló
también que a esa reunión había asistido Amalia Fortabat.
No precisó el magistrado qué tipo de protocolo era el que
lo había obligado a concurrir a una comida de políticos
y empresarios realizada en una casa particular, por un particular (poderoso,
es cierto) con motivo de un homenaje igualmente privado a Néstor
Rapanelli. Claudia Sánchez volvió a contradecir al ministro:
En mi casa nunca estuvo Amalia Fortabat dijo a este diario.
El doctor Petracchi estará confundido y habrá ido a otra
comida, además de la de Palermo Chico. Petracchi anunció
que querellaría a la incorregible y simpática modelo.
Algo extraño sucedió
camino al foro
La inquietud del ministro de la Corte es entendible. Años atrás
ya había sido involucrado en un conflicto similar, cuyo eje era
el financista Juan Bader, titular de Mercados Mundiales, una mesa de dinero
que colocaba en el exterior los ahorros de funcionarios de
la Cancillería, gracias a la amistad que se profesaba con Paula
Di Tella, hija del ex canciller Guido Di Tella. Un buen día, Bader
dejó de pagar y uno de los 200 clientes de Mercados Mundiales decidió
denunciarlo ante el juzgado de instrucción de Mariano Bergés.
Frente a ese panorama, simulando un secuestro, Bader se evaporó
junto con los depósitos de los clientes. La suma defraudada rondaba
los 30 millones de dólares.
El 16 de diciembre de 1993, Bergés allanó la vivienda de
Bader, secuestró documentos con cuentas numeradas, chequeras y
una computadora que la mujer de Bader guardaba en su automóvil.
Un aluvión de acreedores se presentó a reclamar su dinero.
Bader se voló la cabeza. Un empleado del financista testificaría
que entre los personajes importantes a los que Bader contaba entre su
clientela se encontraba el ministro de la Corte Enrique Petracchi, quien
a noviembre de 1993 tenía depositados 93 mil dólares en
la cuenta identificada como P-550. El ministro nunca se presentó
a reclamar lo que le adjudicaban, pese a lo cual Bergés lo citó
a declarar. En lugar del ministro acudió a la convocatoria de la
Justicia María Morales Bustamante de Petracchi, esposa del altísimo
funcionario, quien reconoció la propiedad del dinero y la relación
con Bader. En esa presentación la patrocinó el primo del
ministro de la Corte, Alberto Petracchi, futuro malo de la película
de Moneta, el Federal, el República y el Citibank.
En situación parecida se encontró involucrado el procurador
Nicolás Becerra, quien acaba de presentar ante la comisión
investigadora de lavado de dinero una encendida defensa de su honorabilidad,
avalada por una nota del Federal Bank de Raúl Moneta que, en síntesis,
señala que el procurador es un ilustre desconocido para la entidad.
El procurador no debió esperar mucho: transcurrió un plazo
breve, menos de dos semanas, entre la solicitud enviada al Federal Bank
para que éste contestara si había allí cuentas a
su nombre y la respuesta a su demanda; en el caso de Petracchi, la demora
fue aún menor. Ocho días demoró en ver cumplido su
pedido al Federal Bank. Diligente, la entidad de Moneta dio garantías
de que Enrique Santiago Petracchi nunca cobró importe alguno
correspondiente a giros y/o transferencias remitidas por el Federal Bank
Ltd. al Citibank NA New York y/o del Banco de Santander.
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