Por Luis Bruschtein
¿Hace cuántos
años que está en la carrera judicial?
En rigor de verdad no se puede hablar de carrera judicial, en el
sentido que yo empecé desde el último cargo, desde el más
chiquito.
Soy geminiana, me gustan muchas cosas, en el secundario me aburría
así que di un año libre. Quería ser médica,
abogada, ingeniera y creo que tiré la monedita y salió Derecho.
Tenía 16 años cuando empecé la carrera, tuve que
esperar algunos años para trabajar en Tribunales. Entré
en la Justicia Correccional y fui ascendiendo en distintos cargos hasta
que fui secretaria de Cámara desde el 75 hasta marzo del
76. Con el golpe me pusieron presa a disposición del Poder
Ejecutivo, se ve que era muy molesta, no sé.
¿Usted tenía alguna actuación gremial o de
tipo político?
Ninguna, era secretaria de la Cámara del Crimen, nada más.
Lo que pasa es que a lo mejor me ocupaba demasiado de los presos y eso
molestaba.
¿Le hicieron alguna acusación en ese momento?
Ninguna, estuve a disposición del Poder Ejecutivo. Fue en
la madrugada del 24 de marzo de 1976. Un grupo del Ejército fue
a mi casa, tiraron abajo la puerta y me llevaron presa. Lógicamente,
como no iba a trabajar, me echaron.
¿Cuánto tiempo estuvo presa?
Nueve meses, hasta diciembre de ese año. Me detuvieron en
la madrugada del golpe. Yo pensaba: después de Isabel Perón,
yo, ¿y yo qué tengo que ver? Yo conocía la cárcel
desde el otro lado. Fue una experiencia muy desagradable, pero bueno,
se capitaliza. Uno aprende lo que son las cárceles desde adentro.
Más o menos para el 22 de diciembre salió un decreto monstruo,
colectivo, que dejó en libertad a un montón de gente y entre
ellos a mí. Yo había tenido problemas de salud, un preinfarto,
y al salir en libertad me fui tres meses a Europa con mi madre. Primero
tuve bastantes líos para conseguir que me dieran el pasaporte.
Regresé aunque me ofrecieron trabajo. Y no me volvieron a molestar
nunca más, pese a que seguí viviendo en la misma casa, que
es en la que todavía vivo. Ejercí como abogada, tenía
los casos que me llegaban. Es difícil cuando uno no ha estado en
el medio durante tanto tiempo. Pero con la ayuda de buenos amigos pude
salir delante.
¿Tuvo algún reconocimiento por haber sido despedida
de esa manera?
Nos lo han reconocido desde el punto de vista jubilatorio y después
hubo una indemnización a todos los que no habían tenido
un proceso. Pero las compensaciones son siempre relativas, sobre todo
para esas situaciones. En el 84 me nombraron jueza de sentencia.
Después, a fines del año 88 me ascendieron a jueza
de la Cámara del Crimen. Ya habíamos empezado a trabajar
con el cambio de procedimientos en la Capital Federal. Todavía
teníamos el procedimiento escrito y cuando se puso en marcha en
el 92 el juicio oral, pedí pasar a un tribunal oral. Era
lo que me gustaba, había trabajado mucho, no exactamente con el
Código que finalmente salió, pero había estado en
todos los preparativos, de manera que pedí el pase y lo conseguí
en abril del 93.
Usted ha sido presidenta de la Asociación Internacional de
Mujeres Jueces, ¿cómo fue su vinculación con este
tema?
En 1989 la Asociación Norteamericana de Mujeres Jueces celebró
diez años de su fundación e invitó a un grupo de
juezas de distintas partes del mundo a su conferencia anual. Yo había
trabajado mucho con la gente del Lincoln Center sobre la forma en que
se preparaban los abogados de los tribunales orales de Estados Unidos.
A pesar de que el sistema es muy distinto porque ellos tienen el tema
del jurado, era bueno ver cómo funcionaba. El Lincoln Center había
traído jueces norteamericanos y yo tenía una relación
bastante cercana con ellos. Ellos propusieron minombre. Me llamaron. Yo
no había ido nunca a Estados Unidos, acepté. En el 89
estuve en Washington y en esa reunión descubrimos que casi todas
las mujeres juezas teníamos los mismos problemas y que en todos
los países aparecían ciertos problemas que afectaban mayormente
a las mujeres. La violencia doméstica, por ejemplo. Es un tema
que aparece por todos lados. Allí nos propusimos hacer una asociación
mundial para intercambiar experiencias. Era un tema que empezaba a aparecer,
porque al principio la gente no denuncia, hay muchos problemas de acceso
a la Justicia. La gente tiene mucha vergüenza en denunciar delitos
sexuales como la violación y a veces no hay comprensión
del tema y las víctimas son maltratadas. Entonces la idea fue organizar
una asociación mundial e intercambiar experiencias. Eso se efectivizó
en el año 91 y tuvimos nuestro primer encuentro mundial en
el año 92.
¿Un juez varón tiene sensibilidad distinta frente
a esos problemas?
No, hay muchos varones que tienen mucha sensibilidad y hay muchas
mujeres que no, ojo. Pero el problema es que la cuestión de género
afecta el tratamiento en la Justicia. Las mujeres a lo mejor por no quedar
como débiles a veces son más duras o hacen menos concesiones.
Yo he oído millones de veces a colegas mías decir a
mí no me han discriminado o si yo pude llegar por qué
otras no, o por qué se quejan, y cosas por el
estilo. Yo sí sé que me han discriminado. Sé que
cuando me nombraron secretaria tenía que estar dando examen todos
los días y como jueza también. En 1984, la propuesta para
mi nombramiento fue de jueza de Cámara directamente y lo primero
que dijeron fue: Nunca hubo una mujer en la Cámara del Crimen.
Después llegó a haber tres y ahora no hay ninguna. Pero
el comentario era: ¿Cómo va a haber mujeres en la
Cámara del Crimen?. Hubo, pero cuesta, y uno sabe que todo
el tiempo están mirando nuestro desempeño. Pasamos tres
mujeres por la Cámara. Desde que nos fuimos no han vuelto a nombrar
ninguna. Ahora puede ser que aparezca alguna con el tema de los concursos.
Con la formación de la Asociación Internacional de Mujeres
Jueces me puse a organizar la Asociación Argentina de Mujeres Jueces.
Empezamos a funcionar en el 93, como una rama de la Asociación
Internacional, no teníamos personería jurídica, éramos
diez locas que nos juntábamos para hablar de los problemas que
teníamos.
¿Fue irritante plantear estos temas en el medio judicial?
Los actos de discriminación larvada están todo el
tiempo y a veces uno ni se da cuenta cuando los hace. Cuando piensa: caramba
tengo una empleada que no viene porque no fue la empleada doméstica
para cuidarle a los chicos y entonces la próxima vez no nombro
a una mujer. Esto es discriminación porque se puede quedar
el varón para cuidar a los chicos. Y no nos damos cuenta porque
tenemos una tradición, una cultura que nos hace hacer de repente
actos discriminatorios sin que seamos conscientes de que estábamos
discriminando.
¿Qué tipo de actividades, además del intercambio
de experiencias, realiza la Asociación Internacional de Mujeres
Jueces?
A una de las directoras de la Asociación Internacional se
le ocurrió hacer un curso de educación judicial sobre derechos
humanos especialmente centrados en la convención internacional
para la eliminación de todas las formas de discriminación
de la mujer y la convención de los derechos del niño. Lo
hicimos en Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Ecuador con juezas, jueces,
defensores, fiscales, abogados, incluso a algunos empleados que ya están
recibidos. Porque uno no sabe quién va a tomar declaración
a una víctima y tiene que tratarla bien. La Asociación Internacional
creció. Tuvimos nuestro primer encuentro en San Diego y el segundo
en Roma, donde ya éramos muchas; el tercero fue en Filipinas, porque
en ese momento la presidenta era de ese país. El siguiente fue
en Canadá y el último, en Buenos Aires, porque yo fui presidenta
hastanoviembre del año pasado. Cada dos años hacemos un
congreso internacional. Tratamos estos temas de discriminación,
la desprotección, las formas en que podemos ayudar al resto de
las mujeres en el acceso a la Justicia y en que puedan hacer respetar
sus derechos. El problema es que la mayoría de la gente no los
conoce. Básicamente es un problema de educación.
¿No hay una problemática en cuanto a la legislación
sobre ese tema?
No, está establecido como delito. Existe el delito de lesiones,
agravadas por el vínculo, y existe una ley de violencia doméstica
en casi todas las provincias y están los jueces de familia. El
problema es que la víctima lo denuncie y que tenga apoyo, porque
generalmente el golpeador suele ser el que aporta para la comida de los
chicos y además, si lo manda preso, después qué pasa,
en una de ésas la mata cuando sale. Entonces hay que tener todo
un sistema tratando de proteger, lo cual ya está funcionando. Todavía
es embrionario, faltan más refugios, porque en el primer momento
hay que sacarla del lugar, haría falta más organización
para los programas para el tratamiento de los golpeadores, digo los
porque la mayoría son hombres, mujeres golpeadoras también
las hay, pero son una minoría.
¿La asociación apoya la creación de un tribunal
penal internacional?
Con estos temas he tenido que viajar mucho y contactarme con mucha
gente. Así conocí a algunas personas que están trabajando
mucho en organizaciones no gubernamentales para la creación de
una corte penal internacional. El gobierno de los Estados Unidos no quiere
saber nada. Clinton la firmó como gobierno, pero no creo que la
vayan a ratificar todavía. Va a pasar mucho tiempo, creo hasta
que la ratifiquen. Pero esto es a nivel de gobierno, a nivel de la sociedad
hay mucha gente que sí se está ocupando. Entre este gente
hay una profesora de Derecho de la Universidad de Nueva York quien visitó
Argentina el año pasado. Me propuso integrar un tribunal que se
iba a formar en Tokio para juzgar los crímenes cometidos por el
ejército de Japón durante la Segunda Guerra Mundial, que
sometió a muchas mujeres a esclavitud sexual y violaciones y eso
nunca se investigó. Los tribunales japoneses estaban rechazando
las demandas de las sobrevivientes, que son poquitas. A mí me interesó.
Eran mujeres de nueve países, las dos Coreas, China, Taiwan, Malasia,
Indonesia, Timor Oriental y las holandesas y el propio Japón. Países
que habían sido invadidos durante la guerra.
De hecho, funcionó como una especie de tribunal penal internacional.
Sí, aunque en este caso tenía más carácter
simbólico. El año pasado, después de un duro trabajo
de preparación, estuve unos diez días en Tokio; fueron tres
días de audiencias muy largas y muy duras por las declaraciones
de las sobrevivientes. Era muy terrible, algunas eran criaturitas cuando
las secuestraron y ahora son mujeres grandes, algunas con bastón,
otras con muletas o sillas de ruedas, muy marcadas porque durante 55 años
no habían podido hablar. La gente no las entendía o las
rechazaba, ellas mismas se sentían mal, porque se sentían
culpables de algo que no lo eran de ninguna manera, pero esto es una cuestión
social porque las hacían sentir culpables, acá pasa lo mismo
con personas que han sido violadas. Nuestro tribunal fue convocado por
ONG de mujeres y fue simbólico. Pero a raíz de ese trabajo,
toda la gente con la que estuve trabajando, Gabrielle Kirk McDonald, un
profesor de la Universidad de Kenia que está trabajando en temas
de derechos humanos de la ONU, Rhonda Copeland, que es profesora de la
Universidad de Nueva York, Christine Chikin, que está en Londres,
Patricia Viseur-Sellers, de la Fiscalía del Tribunal de Yugoslavia,
me ofrecieron incorporarme al tribunal penal por los crímenes de
guerra cometidos en la ex Yugoslavia.
Pero los integrantes a este tipo de organismos internacionales deben
ser propuestos por sus gobiernos...
Así es, y yo no sabía si ya había sido propuesto
alguien del país. Me ofrecieron también que si Argentina
no lo hacía, Canadá estaba dispuesto a proponerme. Lo cierto
es que la Cancillería todavía no había propuesto
a nadie. Finalmente estas ONG se comunicaron con el canciller y con Leandro
Despouy, me pidieron un currículum y me propusieron. Pasé
el visto bueno del Consejo de Seguridad. Me advirtieron que en la primera
votación casi ningún nominado conseguía los votos
necesarios. El martes me llamaron del Ministerio de Relaciones Exteriores
para avisarme que en la primera votación había sacado 30
votos más de los necesarios y a partir de allí he recibido
una cantidad de llamados y se me llenó el correo electrónico.
Creo que ya fueron designados todos los jueces que se necesitaban. Ahora
habrá que esperar la designación oficial y después
seremos convocados para tratar determinado caso.
En general los crímenes de violencia sexual contra las mujeres
en las guerras fueron tomados hasta ahora, como algo propio de las guerras
más que como delitos.
Estos delitos son tan viejos como la humanidad. Porque era una forma
de hacerle sentir al enemigo que había perdido la guerra y que
no valía nada, era una forma de reforzar la invasión y demostrar
que eran los dueños, los propietarios. Es más viejo que
el mundo, basta con leer La Ilíada, no es nuevo. Lo que pasa es
que como el mundo ha tratado a las mujeres como ciudadanos de segunda
o como no personas, porque todo el mundo se olvida de que por ejemplo
para la Iglesia Católica hubo que hacer un concilio para decidir
si las mujeres tenían alma, antes parece que no teníamos.
Lo cierto es que nunca se escuchó a las mujeres. Entonces estos
delitos eran considerados como un producto de la guerra, como si fuera
natural un crimen que es horroroso, porque atenta no solamente contra
la salud física, sino también contra la salud mental y la
dignidad de la persona.
En ese sentido, el tribunal de Tokio sentó un precedente
muy importante.
La idea de este tribunal de Tokio donde estuve el año pasado,
como lo que está pasando ya con algunos fallos del tribunal de
Ruanda y del tribunal de la ex Yugoslavia, es advertir que esto no es
una consecuencia natural e inevitable de la guerra. Esto se puede no hacer
y si se hace es castigable. Por eso están peleando estas ONG para
que haya más mujeres. Si uno lee algunos de los fallos del tribunal
de Ruanda, es increíble las atrocidades que pueden cometer los
seres humanos. Puede suceder entonces que este tipo de delitos pasan como
menores en ese contexto, pero no pueden pasar así porque las consecuencias
son muy terribles, marcan y destrozan a una mujer para toda la vida. Algunas
de las víctimas del tribunal de Tokio nos decían que después
no se pudieron casar y además se tuvieron que ir de donde vivían
porque una de ellas era la hermana mayor y mientras ella no se casara,
las demás tampoco podían hacerlo. Esta mujer no pudo soportar
nunca más la cercanía de un hombre después de lo
que le había pasado.
¿Este tipo de delitos son planificados, forman parte de una
estrategia militar de ocupación o de eliminación étnica,
porque no faltará quien diga que se trata de excesos?
Son planificados y se ejercen en forma sistemática para generar
temor; las mujeres son repudiadas y marginadas de su comunidad. Las consecuencias
son mucho más terribles de lo que se pueda pensar. Una de las víctimas
chinas nos contó que se la habían llevado, hacían
tráfico con ellas, las llevaban a un lugar que no conocían
con idiomas y climas distintos. Esta mujer enfermó de malaria,
tuvo un hijo que murió por esta enfermedad y ella se sintió
culpable toda la vida por la muerte de su hijo. Es común en este
tipo de acciones de violencia, hacerle sentir a la víctima que
es culpable. Pero las mujeres cada vez se animan más a hacer denuncias.
Eldía que estábamos redactando el juicio preliminar después
de los tres días de audiencias, en Tokio, se hizo una audiencia
pública con la presencia de mujeres de países donde hay
conflictos armados y donde se están maltratando a mujeres. Hubo
gente de Chiapas, de Colombia, de Guatemala, de Sierra Leona, de Kosovo,
de Timor Oriental. Todas esas mujeres dijeron: No nos vamos a callar
50 años y por eso están apareciendo las denuncias
y ya ha habido fallos. En Yugoslavia ha habido uno a principio de año,
contra dos militares por esclavitud sexual de mujeres secuestradas en
un operativo de guerra. Cuando se leen esos testimonios, se ven cosas
espantosas, yo sé que es un trabajo duro, un desafío, pero
es bueno aceptar desafíos. El problema es que uno pueda.
La mujer es doblemente victimizada en los conflictos armados, pero
al mismo tiempo es la que demuestra mayor capacidad de reacción,
como sucedió aquí con las Madres de Plaza de Mayo...
Es increíble la fuerza de las mujeres. Y después se
habla del sexo débil. Pero igual que aquí en la Argentina
donde las denuncias las empezaron las mujeres, las Madres de Plaza de
Mayo, lo mismo pasó en Yugoslavia. Un amigo mío dice que
si Dios hubiera querido despoblar el mundo, le hubiera dado también
la posibilidad de parir a los hombres. Hubiera habido muchos menos nacimientos.
¿POR
QUE CARMEN MARIA ARGIBAY?
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Por Luis Bruschtein
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En el derecho internacional
El tribunal especial para los crímenes de guerra en la ex
Yugoslavia está integrado por alrededor de 20 jueces de distintos
países. Ahora se han incorporado 27 más y uno de ellos
es la jueza Carmen María Argibay, la única de Argentina.
Este último grupo de jueces no se asienta en Ginebra, Suiza,
sede del tribunal, sino que son convocados para atender casos puntuales.
Sin embargo el proceso de selección es muy riguroso y deben
ser aprobados, de acuerdo con sus currículas, en las Naciones
Unidas. Así esta designación se convierte en un antecedente
muy importante en la carrera de la Justicia. El derecho penal internacional
es el área de la Justicia que más se ha transformado
y avanzado en los últimos años con las nuevas legislaciones
sobre derechos humanos en cada país y los nuevos tratados
internacionales. Muchas veces estos avances se producen a pesar
de la renuencia de los gobiernos.
En el caso de la jueza Carmen María Argibay resulta interesante
que su aproximación a la temática de los derechos
humanos se dé en dos niveles. En principio, porque ella misma
fue víctima de estos delitos al ser detenida sin causa durante
la dictadura militar en Argentina. Y además por su preocupación
por delitos comunes en las guerras, pero que históricamente
casi no han sido tenidos en cuenta, como los delitos de violencia
sexual contra las mujeres.
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