Por Pedro Lipcovich
Vos sos la eternidad
porque es imposible olvidarte: de los centenares de inscripciones
que ayer quedaron en el santuario de Rodrigo Bueno, ésta es la
que mejor expresa el sentido de la vasta ceremonia espontánea donde,
durante toda la jornada junto a la Autopista Buenos Aires-La Plata,
en el lugar donde, hizo ayer un año, perdió la vida el cantante,
decenas de miles de personas reflexionaron, mediante el canto y la devoción
colectiva, sobre la vida y la muerte. En un clima de grave alegría,
se cantó y bailó el legado del cantante. Se celebró
la salud de los niños que quién sabe el alma
de Rodrigo ayudó a curar en este año (ver recuadro); se
formuló el duelo por los hijos que como él murieron;
se rezó ante sus imágenes y se dejaron ofrendas. Cantantes
consagrados a su memoria oficiaron la ceremonia musical.
Estaba atestado de autos y caminantes el puente que, en el kilómetro
27,5, cruza la autopista Buenos Aires-La Plata. Camperas de colores, gente
sencilla. Y risas. Clima de fiesta, no de duelo; en todo caso, duelo con
fiesta, Velorio del Angelito. Del otro lado del puente se estacionaban
los autos, de viejos modelos, y los micros, que habían llegado
por decenas. La policía había cortado el tráfico
por la aglomeración, y había que caminar 14 cuadras hasta
el santuario, por la calle colectora junto a la autopista. Hasta la noche,
esa calle estuvo totalmente ocupada por los peregrinos que iban al santuario,
donde la cola se transformaba en apiñada multitud. La policía
calculó que asistieron unas 250.000 personas; lo cierto es que
no eran menos que las que se congregan cada año ante San Cayetano.
Todo a lo largo del camino, los vendedores: gorritos que decían
Prohibido olvidar, remeras con la foto, banderas de Rodrigo
Boxeador, medallas con la sombra de la cara de Ro, cuatro
velas por un peso.
Yo vendí 70 gorros, 60 vinchas, 15 llaveros: me quedan solamente
dos gorritos y un pañuelo (todo a dos pesos), decía
ayer, a las tres de la tarde, Marcelo Sosa. La señora Patricia
había vendido 50 ramitos de flores artificiales: Muchos,
desde aquí van al cementerio y las dejan en la tumba de Rodrigo.
Y los frasquitos con flor y foto, y los calendarios en forma de corazón,
y miles de fotos. Y oferta de mate cocido en la tarde fría, y tortas
fritas, choripanes y, a dos por un peso, chipá.
Ahora hay un mundo de gente pero a las cinco y media de la mañana
había pocos; a las 12 de la noche, en cambio, estaba repleto,
comentaba Susana Pérez, artesana en mimbre, de Berazategui, que
por tercera vez en la jornada peregrinaba junto a su familia. Se mezclaba
gente de la zona con otros que habían llegado desde todo el país:
desde Corrientes, como Armando Ojeda y sus hijos (Vinimos en auto;
vamos a dormir unas horas y ya nos volvemos); desde Rosario, como
Carlos y Mariela Moyano, empleados (Volvemos en seguida, en tren).
Eran fanáticos de Rodrigo, como Perla Benítez
(Lo seguía desde hace 11 años) o su hija Yamila
(Una vez, Rodrigo me hizo subir al escenario y me habló).
Cómo olvidarte, de enero a enero, si la mano de Dios te llevó
a recorrer un largo camino al cielo. Sólo nos queda la foto de
tu cuerpo, decía un cartel de la gente de Barrio Esperanza,
Kilómetro 39, y, en efecto, muchas de las fotos de Rodrigo eran
de cuerpo entero, torso desnudo. La de ayer era una ceremonia de cuerpos
como los que, ya en el santuario, bailaban bajo el canto de Rodrigo. Mirá
qué ironía: él no te entrega nada... yo te ofrezco
mi vida, en una mirada.
¡Usted me pide música pero aquél me putea si
yo no llamo a un médico! El médico era para una señora
que se había descompuesto en la aglomeración, y el que hablaba
por el altoparlante era Charly (el Tigre), quien, con Claudia (el Angel
Tropical), integra el dúo Mar y Plata: Somos medio famosos:
quiero decir, nos conocen en Berazategui. En cumplimiento de una
promesa, Charly y Claudia vinieron el 23 de cada mes durante todo este
año: A la medianoche hacemos el minuto de silencio y nos
quedamos todo el 24 en el santuario, que es precariamente mantenido
por laMunicipalidad de Berazategui y especialmente por los vendedores
que allí trabajan. Ayer, Charly había asumido espontáneamente
la conducción de la ceremonia, y mantenía el orden de la
multitud con argumentos estrictamente musicales: ¡Si no se
me bajan de ese tanque de agua, no hay más música!,
y se bajaban. Sólo por momentos, la referencia al otro conductor
que participó en el accidente donde murió Rodrigo: Si
fue Pesquera, que lo pague. Nos sacó un pedazo de corazón.
Dame, dame calor, dame una noche de pasión, cantaba Rodrigo y en
el santuario reinaba la alegría: los jóvenes, que eran la
mayoría, se movían en pogo, levantando fotos del cantante.
El área del santuario quedaba así dividida en dos sectores:
el del canto en multitud, y el del recogimiento, en varios lugares de
culto: la estatua de Rodrigo hombres y mujeres formaban cola para
tocarla; el velario cada uno que llegaba con su vela reencendía
las que el viento iba apagando, la hornacina de los santos junto
a la que se apilaban flores y papelitos con promesas; la glorieta,
donde la foto de Rodrigo asomaba entre un mar variado de ofrendas: ositos,
perritos, conejitos de peluche; fotos de chicos, latas de cerveza y gaseosas,
cigarrillos encendidos, cartitas y más cartitas -Gracias
por tanta promesa cumplida. Allí estaba escrito Ro,
sos la eternidad porque es imposible olvidarte. Y también
Sin vos todo es diferente, Rodrigo. Te amamos.
Historias de baberos,
angelitos y milagros
Por P. L.
Muchos chicos había ayer en el santuario de Rodrigo, y
muchas historias de chicos. Una de ellas estaba escrita en un babero
infantil, colgado en una de las muchas cruces que (como si hubiera
muchos Rodrigos enterrados) la gente ha ido clavando en la tierra
del santuario. En el babero decía, textual: Para el
Ro de Luisito que a mi papi lo llamen al trabajo para trabajar y
que yo no esté más sufriendo y la abuelita esté
bien. Firmaba Luisito para el Potro.
Otra historia, la más terrible, fue anunciada por los altavoces,
ya que la señora Patricia había querido que se escuchara
la vida de su hijo Rodriguito, que Charly músico del
dúo Mar y Plata, conductor de la ceremonia narró
así: Cuando tenía dos meses, a Patricia se le
murió su bebé, que, en homenaje a Ro, se llamaba Rodriguito.
Todos podemos llegar a prepararnos para que mueran nuestros padres,
pero no nuestros hijos. Patricia quiere decirle a Rodriguito que
ella sabe que él la está mirando desde el cielo, junto
a Rodrigo, así como Rodrigo nos mira a nosotros, ascendió
la voz en medio de un gran silencio.
Una tercera historia, con final feliz, fue presentada al cronista
por Florencia Aldana Quirós, de 5 años: El me
sanaba. Su madre, Susana, explicó: Florencia,
desde que nació, tenía problemas en los bronquios
y vivía con antibióticos. El año pasado cuando
falleció Rodrigo, vinimos aquí: había mucho
viento y yo dije que no podíamos quedarnos con la nena porque
se iba a enfermar. Pero entonces ella dijo: No. Yo voy caminando
con vos, porque Rodrigo me va a sanar. Y fue así; desde
entonces siempre estuvo bien y nunca más tuvo que tomar medicación.
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La 14, cumbia villera
Estoy con mis amigos,
me gusta la pachanga,
no tenemos un mango,
queremo ir a bailar.
Usamos zapatillas,
el pelo medio largo,
tamo un poco chapita,
no nos dejan entrar.
Vamos ya.
vamos pa la 14,
a bailar
cuarteto que la rompe
vamos ya,
que allí nadie margina
porque el Potro
tá mirando de arriba.
La 14 es el número de la calle de Berazategui
en cuyo cruce imaginario con la Autopista Buenos Aires-La Plata
murió El Potro Rodrigo Bueno. En la prolongación
de la 14 está el santuario que recuerda al cantante y, con
ese título, el dúo Mar y Plata compuso la cumbia villera
que, en la tarde de ayer, coreaba la multitud. Rodrigo dijo
que, si a lo que él cantaba lo catalogaban como música
para villeros, entonces que vivan todos los villeros del mundo,
porque le daban de comer a él y a su familia, dijo
Charly, líder del dúo.
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