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DECENAS DE MILES RECORDARON A RODRIGO A UN AÑO DE SU MUERTE
Como una fiesta tras el duelo

Una multitud desfiló por el santuario que recuerda al cantante cuartetero, en la autopista a La Plata. Algunos lo homenajearon cantando y bailando. Otros rezaron y llevaron ofrendas. La policía estima que hubo 250 mil personas.

Desde la madrugada hasta la noche, miles de personas pasaron por el santuario de Rodrigo.

Por Pedro Lipcovich

“Vos sos la eternidad porque es imposible olvidarte”: de los centenares de inscripciones que ayer quedaron en el santuario de Rodrigo Bueno, ésta es la que mejor expresa el sentido de la vasta ceremonia espontánea donde, durante toda la jornada –junto a la Autopista Buenos Aires-La Plata, en el lugar donde, hizo ayer un año, perdió la vida el cantante–, decenas de miles de personas reflexionaron, mediante el canto y la devoción colectiva, sobre la vida y la muerte. En un clima de grave alegría, se cantó y bailó el legado del cantante. Se celebró la salud de los niños que –quién sabe– el alma de Rodrigo ayudó a curar en este año (ver recuadro); se formuló el duelo por los hijos que –como él– murieron; se rezó ante sus imágenes y se dejaron ofrendas. Cantantes consagrados a su memoria oficiaron la ceremonia musical.
Estaba atestado de autos y caminantes el puente que, en el kilómetro 27,5, cruza la autopista Buenos Aires-La Plata. Camperas de colores, gente sencilla. Y risas. Clima de fiesta, no de duelo; en todo caso, duelo con fiesta, Velorio del Angelito. Del otro lado del puente se estacionaban los autos, de viejos modelos, y los micros, que habían llegado por decenas. La policía había cortado el tráfico por la aglomeración, y había que caminar 14 cuadras hasta el santuario, por la calle colectora junto a la autopista. Hasta la noche, esa calle estuvo totalmente ocupada por los peregrinos que iban al santuario, donde la cola se transformaba en apiñada multitud. La policía calculó que asistieron unas 250.000 personas; lo cierto es que no eran menos que las que se congregan cada año ante San Cayetano.
Todo a lo largo del camino, los vendedores: gorritos que decían “Prohibido olvidar”, remeras con la foto, banderas de Rodrigo Boxeador, medallas “con la sombra de la cara de Ro”, cuatro velas por un peso.
“Yo vendí 70 gorros, 60 vinchas, 15 llaveros: me quedan solamente dos gorritos y un pañuelo” (todo a dos pesos), decía ayer, a las tres de la tarde, Marcelo Sosa. La señora Patricia había vendido 50 ramitos de flores artificiales: “Muchos, desde aquí van al cementerio y las dejan en la tumba de Rodrigo”. Y los frasquitos con flor y foto, y los calendarios en forma de corazón, y miles de fotos. Y oferta de mate cocido en la tarde fría, y tortas fritas, choripanes y, a dos por un peso, chipá.
“Ahora hay un mundo de gente pero a las cinco y media de la mañana había pocos; a las 12 de la noche, en cambio, estaba repleto”, comentaba Susana Pérez, artesana en mimbre, de Berazategui, que por tercera vez en la jornada peregrinaba junto a su familia. Se mezclaba gente de la zona con otros que habían llegado desde todo el país: desde Corrientes, como Armando Ojeda y sus hijos (“Vinimos en auto; vamos a dormir unas horas y ya nos volvemos”); desde Rosario, como Carlos y Mariela Moyano, empleados (“Volvemos en seguida, en tren”). Eran “fanáticos de Rodrigo”, como Perla Benítez (“Lo seguía desde hace 11 años”) o su hija Yamila (“Una vez, Rodrigo me hizo subir al escenario y me habló”).
“Cómo olvidarte, de enero a enero, si la mano de Dios te llevó a recorrer un largo camino al cielo. Sólo nos queda la foto de tu cuerpo”, decía un cartel de la gente de Barrio Esperanza, Kilómetro 39, y, en efecto, muchas de las fotos de Rodrigo eran de cuerpo entero, torso desnudo. La de ayer era una ceremonia de cuerpos como los que, ya en el santuario, bailaban bajo el canto de Rodrigo. Mirá qué ironía: él no te entrega nada... yo te ofrezco mi vida, en una mirada.
“¡Usted me pide música pero aquél me putea si yo no llamo a un médico!” El médico era para una señora que se había descompuesto en la aglomeración, y el que hablaba por el altoparlante era Charly (el Tigre), quien, con Claudia (el Angel Tropical), integra el dúo Mar y Plata: “Somos medio famosos: quiero decir, nos conocen en Berazategui”. En cumplimiento de una promesa, Charly y Claudia vinieron el 23 de cada mes durante todo este año: “A la medianoche hacemos el minuto de silencio y nos quedamos todo el 24” en el santuario, que es precariamente mantenido por laMunicipalidad de Berazategui y especialmente por los vendedores que allí trabajan. Ayer, Charly había asumido espontáneamente la conducción de la ceremonia, y mantenía el orden de la multitud con argumentos estrictamente musicales: “¡Si no se me bajan de ese tanque de agua, no hay más música!”, y se bajaban. Sólo por momentos, la referencia al otro conductor que participó en el accidente donde murió Rodrigo: “Si fue Pesquera, que lo pague. Nos sacó un pedazo de corazón”.
Dame, dame calor, dame una noche de pasión, cantaba Rodrigo y en el santuario reinaba la alegría: los jóvenes, que eran la mayoría, se movían en pogo, levantando fotos del cantante. El área del santuario quedaba así dividida en dos sectores: el del canto en multitud, y el del recogimiento, en varios lugares de culto: la estatua de Rodrigo –hombres y mujeres formaban cola para tocarla–; el velario –cada uno que llegaba con su vela reencendía las que el viento iba apagando–, la hornacina de los santos –junto a la que se apilaban flores y papelitos con promesas–; la glorieta, donde la foto de Rodrigo asomaba entre un mar variado de ofrendas: ositos, perritos, conejitos de peluche; fotos de chicos, latas de cerveza y gaseosas, cigarrillos encendidos, cartitas y más cartitas -”Gracias por tanta promesa cumplida”–. Allí estaba escrito “Ro, sos la eternidad porque es imposible olvidarte”. Y también “Sin vos todo es diferente, Rodrigo. Te amamos”.

 

Historias de baberos, angelitos y milagros
Por P. L.

Muchos chicos había ayer en el santuario de Rodrigo, y muchas historias de chicos. Una de ellas estaba escrita en un babero infantil, colgado en una de las muchas cruces que (como si hubiera muchos Rodrigos enterrados) la gente ha ido clavando en la tierra del santuario. En el babero decía, textual: “Para el Ro de Luisito que a mi papi lo llamen al trabajo para trabajar y que yo no esté más sufriendo y la abuelita esté bien”. Firmaba “Luisito para el Potro”.
Otra historia, la más terrible, fue anunciada por los altavoces, ya que la señora Patricia había querido que se escuchara la vida de su hijo Rodriguito, que Charly –músico del dúo Mar y Plata, conductor de la ceremonia– narró así: “Cuando tenía dos meses, a Patricia se le murió su bebé, que, en homenaje a Ro, se llamaba Rodriguito. Todos podemos llegar a prepararnos para que mueran nuestros padres, pero no nuestros hijos. Patricia quiere decirle a Rodriguito que ella sabe que él la está mirando desde el cielo, junto a Rodrigo, así como Rodrigo nos mira a nosotros”, ascendió la voz en medio de un gran silencio.
Una tercera historia, con final feliz, fue presentada al cronista por Florencia Aldana Quirós, de 5 años: “El me sanaba”. Su madre, Susana, explicó: “Florencia, desde que nació, tenía problemas en los bronquios y vivía con antibióticos. El año pasado cuando falleció Rodrigo, vinimos aquí: había mucho viento y yo dije que no podíamos quedarnos con la nena porque se iba a enfermar. Pero entonces ella dijo: ‘No. Yo voy caminando con vos, porque Rodrigo me va a sanar’. Y fue así; desde entonces siempre estuvo bien y nunca más tuvo que tomar medicación”.

 

La 14, cumbia villera

Estoy con mis amigos,
me gusta la pachanga,
no tenemos un mango,
queremo’ ir a bailar.
Usamos zapatillas,
el pelo medio largo,
tamo’ un poco chapita’,
no nos dejan entrar.
Vamos ya.
vamos pa’ la 14,
a bailar
cuarteto que la rompe
vamos ya,
que allí nadie margina
porque el Potro
tá’ mirando de arriba.

“La 14” es el número de la calle de Berazategui en cuyo cruce imaginario con la Autopista Buenos Aires-La Plata murió “El Potro” Rodrigo Bueno. En la prolongación de la 14 está el santuario que recuerda al cantante y, con ese título, el dúo Mar y Plata compuso la cumbia villera que, en la tarde de ayer, coreaba la multitud. “Rodrigo dijo que, si a lo que él cantaba lo catalogaban como música para villeros, entonces que vivan todos los villeros del mundo, porque le daban de comer a él y a su familia”, dijo Charly, líder del dúo.

 

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