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La increíble historia del Rasputín de Fujimori

Como militar, fue expulsado del ejército. Se lo acusó de vender información a la CIA. Como abogado, defendió a narcotraficantes. Como funcionario, fue el poder detrás del trono en la �fujicracia�.

Vladimiro Lenin Montesinos Torres, 57 años, ex militar, ex abogado, ex jefe
de espías, ahora detenido.

Por C.N.

Vladimiro Montesinos escaló a las más altas esferas del poder a partir de 1990 de la mano del destituido presidente Alberto Fujimori. Subieron juntos y, diez años después, cayeron también juntos. Ahora uno está detenido y el otro refugiado en Japón, aferrado a una nacionalidad japonesa que siempre había ocultado. Pero la oscura historia del capitán Vladimiro Lenin Montesinos Torres, 57 años, había comenzado mucho antes de su encuentro con Fujimori. Egresado de la Escuela Militar en 1967, se convertiría en un cercano colaborador del general Edgardo Mercado Jarrín, comandante general del ejército y primer ministro durante el gobierno militar del general Juan Velazco Alvarado (1968-75).
Su trabajo le permitía acceso a información militar reservada. Por esos años habría tomado contacto con la CIA. En 1977 fue expulsado del ejército y condenado a un año de prisión por falsificar documentos para viajar sin permiso a Estados Unidos. Una vez libre, sería nuevamente denunciado, esta vez por traición a la patria. Se le acusaba de haber robado información sobre el armamento soviético adquirido por el régimen militar para vender esa información a la CIA. Montesinos fugó a Ecuador y de ahí a la Argentina, donde vivió dos años a inicios de los ochenta, tiempo durante el cual habría adquirido la nacionalidad argentina. Su caso fue archivado por la justicia militar, que no quería armar un escándalo con el robo de información secreta, y regresó al Perú a mediados de los años ochenta. Se dedicó a ejercer su profesión de abogado y lo hizo defendiendo a narcotraficantes. El hermano de Pablo Escobar, el fallecido capo del Cartel de Medellín, reveló hace unos meses que desde fines de los años ochenta Montesinos hacía negocios con Escobar.
Con esos antecedentes fue convocado en 1990 por el entonces candidato Alberto Fujimori, que había sido denunciado de subvaluar algunas propiedades para evadir impuestos y necesitaba un abogado con buenos contactos para que “entierre” esas denuncias. Montesinos cumplió satisfactoriamente el encargo y desde entonces fue ganando rápidamente espacio en el entorno de Fujimori. Luego de que éste ganó las elecciones, Montesinos convenció a Fujimori de que su vida corría peligro y de que él era quien mejor podía protegerlo. Montesinos llevó a Fujimori a una dependencia militar y ahí lo aisló. Desde entonces, se convirtió en indispensable para el nuevo presidente.
Con Fujimori ya en el poder, Montesinos se convirtió en su asesor de seguridad primero y, después, en el hombre más importante del gobierno. El asesor construyó su poder desde el Servicio de Inteligencia, que convirtió en una policía política. El espionaje, el chantaje y la amenaza fueron sus principales instrumentos para sojuzgar a las fuerzas armadas, al poder político y a buena parte de la prensa. Su figura fue clave en el proyecto autoritario de Fujimori, que contemplaba liquidar las instituciones democráticas y perpetuarse en el poder. Tuvo un rol protagónico en el golpe de abril de 1992. Luego del golpe, el terreno le quedó totalmente despejado para sus fines de acumulación de poder.
Con el poder en las manos, se dedicó a montar una organización mafiosa para controlar el narcotráfico y otros negocios sucios. Una comisión del Congreso lo ha calificado como “el jefe del narcotráfico en el Perú”. El narcotraficante Demetrio Chávez Peñaherrera, alias “Vaticano”, lo acusó ante un Tribunal en 1996 de cobrarle cupos mensuales de 50 mil dólares para dejarlo operar, lo que pudo hacer mientras cumplió con pagar. Luego de esa revelación, todas las autoridades fujimoristas salieron en coro a defender a Montesinos y el Tribunal se negó a seguir interrogando al “Vaticano” sobre el asunto. Lo que ocurrió en ese caso fue una muestra del inmenso poder de Montesinos y la impunidad con la que actuaba. Convertido en el hombre que decidía los ascensos y colocaciones de policías y militares, ubicó a oficiales de su confianza en los puestos claves paramanejar el negocio del narcotráfico. El cobro de comisiones ilegales en la compra de armas fue otro de sus negocios favoritos. En este tema fue más lejos y se involucró en el tráfico de armas a las FARC.
Pero además de acumular dinero –hay más de 260 millones de dólares congelados en sus cuentas bancarias y se estima que éstas podrían llegar hasta los mil millones de dólares– Montesinos encabezó la represión del fujimorismo. Organizó un escuadrón de la muerte llamado “Grupo Colina”, al que se le atribuyen decenas de asesinatos y torturas. Ahora se sabe que Montesinos tenía la obsesión de grabar todas sus conversaciones en las que aparecía dando órdenes a jueces para que fallen en determinado sentido, a propietarios de medios de comunicación para que ataquen a determinados personajes, a parlamentarios y ministros fujimoristas para que actúen en el sentido que sus intereses lo requerían y a los más altos oficiales de las fuerzas armadas. Esa obsesión por el video fue su perdición. Una grabación en la que aparecía sobornando a un congresista opositor –robado de las instalaciones del Servicio de Inteligencia y hecha pública en setiembre del 2000– para que se pase a las filas del fujimorismo inició su caída y la del régimen de Fujimori. Luego vino la debacle, su fuga y su captura. Ahora esos videos serán claves para condenar a él y a muchos de sus socios.

 

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