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“GRAN HERMANO” YA TIENE DEFINIDOS SUS CUATRO FINALISTAS
“Sos famoso, ¿estás contento?”

Llega el momento de las definiciones y tanto los que se fueron como los que quedan tienen aseguradas sus horas de gloria. Marcelo, el �muchacho de barrio�, aparece como candidato, después de haber eludido tres expulsiones. Los otros finalistas lo detestan, pero el público parece bendecirlo.

Marcelo, el buen samaritano, vs. Gastón, bisexual. Daniela,
la buena, vs. Tamara, con toda la noche encima.

Por Julián Gorodischer

Marcelo o “el negro” o “Manila” es el final cantado del “Gran Hermano”, un sobreviviente que ya birló tres nominaciones y concentra el 75 por ciento de las adhesiones en el foro del programa. El sábado esquivó la expulsión con apenas un 12 por ciento de los llamados, y consiguió lo improbable: ser más televisivo que el galán joven. Escuchó, junto a los otros finalistas, su nombre coreado desde “el afuera” (ese abstracto que por primera vez, con un ídolo en la casa, percibieron modificado). Los cuatro rehenes (Marcelo, Tamara, Gastón y Daniela) supieron, entonces, que no queda mucho por hacer más que esperar que se consagre al “suplente”, el que entró a la casa “después” y no logró, nunca, integrarse demasiado.
Marcelo dijo, muchas veces: “Yo la remo solo”. Se distanció de la casa, frente a la cual levantó el dedo y lo moralizó todo: los besos entre “no enamorados”, el chico bisexual (Gastón), la mujer machona (Tamara), el que nunca se jugaba entero (Santiago). Por oposición, a Marcelo le enseñaron a mostrarse “franco” y “frontal”, del lado de la gente... El “muchacho de barrio” creció huérfano y cuidó a tres hermanas, la “peleó desde abajo”, y hasta perdió el trabajo (como profesor de Educación Física) sólo por entrar a la casa.
Por si fuera poco, adentro, los otros –dijo– le hicieron sentir la diferencia: “Yo no tengo a nadie...”. La popularidad empezó a subir: el monstruo había sido creado, imprevistamente, después de que Gustavo decidió partir, y hubo que elegir a uno de descarte para reemplazarlo. ¿Habrán sospechado, selectores incautos, que estaban dando el puntapié al final de la intriga?
Ahora, a la última semana del “Gran Hermano” le falta enigma. Mientras crecen las virtudes del Marcelo-argentino-promedio, que impugna la casa libertina pero siempre tiene algo para rescatar de todo “ser humano”, aumentan también las cualidades negativas de los otros. La imagen hipersexuada de Tamara, profesionalizada como desnudista, se expande en los programas de chismes a través de un video que la muestra con Rodrigo. Y la “maldad” del anticristo-estratega (Gastón) se eleva hasta la decisión de anular una salida por separado (el miércoles iban a echar a uno; quedó sin efecto) para evitar un ¿linchamiento? Daniela ni siquiera cuenta en esta carrera rumbo a los 200 mil: la “Snoopy” es buena y muy linda, pero -según la definió Fernando, una vez– “no le da la cabeza”.
No hay caso: las ¿chicas? (un 60 por ciento del público del “Gran Hermano”, según Ibope, es femenino) prefieren al gigantón. Uno que está en contra de los fiesteros que intercambian caricias antes de dormir –una práctica frecuente en la casa– y que se traicionan, pese a la amistad enorme, “vacunándose” con votos en el confesionario. Manila escuchó el alarido de las fans (¡Mar-ce-lo!), emocionado, y los otros tres se agarraron la cabeza, sin comprender la disociación entre la cápsula y el mundo. Adentro lo detestan por ser el gran señalador, uno que no los deja en paz con su doctrina del “buen samaritano” y violenta con su cruzada “remadora”. ¿Y afuera...? Celebran al “homofóbico número uno” (habrá pensado Gastón, congelado en una mueca de espanto), “al latoso que no deja terminar de hablar y busca ser el centro sin lograrlo” (habrá creído Tamara), ¡a Marcelo! (se habrá enterado, más escueta, la “Snoopy”).
Si algo queda de la primera experiencia del “Gran Hermano”, tal vez, es la sorpresa que todavía provoca esta consagración de ídolos juveniles. Por sólo “aparecer” mediatizado, Santiago, al salir el sábado, congregó una tribu de fanáticas que le arrancaron la remera y le gritaron: “Santi, sos un ídolo”. En la casa, el “lindo” no demostró ningún talento o habilidad, no dijo ni defendió ninguna causa, no ejercitó un carisma especial ni una verba deslumbrante. Nada. Apenas, según expuso con dudoso gusto un videoclip repetido dos veces, se agarró muchas veces la bragueta y anduvo en calzoncillos todo el tiempo, hasta que el invierno se lo impidió. Yaafuera, se aferró a sus dos frases de cabecera: “Esto es re grosso” y “Es re copado”, sin especificar, y abrazó a su Penélope engañada (Natalia) con desgano y sin convencimiento.
“Gran Hermano” deja la demostración del poder que brinda “aparecer”, en estado bruto, sin excusas de por medio. Sólo por convivir inactivamente, retozando en unos sillones sin mucho para hacer más que dejarse morder por un perro o debatir tópicos vagos, los cuatro que quedan merecen una tribu de adulones que grita alternativamente: Mar-ce-lo, Ta-ma-ra, el más débil Da-nie-la, y uno que casi ni se escucha, Gas-tón. Por “aparecer”, Gustavo –según mostró un video– provoca aglutinaciones de fanáticas en Rosario y en Montevideo, y los expulsados recorren los programas de Portal, Susana, Tinelli. La tele se encarga de convertir a los conejillos de la experiencia “reality...” en estrellas ridículas que cantan muy mal (Fernando), se semidesnudan (Natalia) o recrean “cretinos” de caricatura (Eleonora).
A los que quedan (dos pares de opuestos que se neutralizan mutuamente: la sexy y la mojigata, el gay y la “bestia”) les espera lo mismo, eso que Solita, al salir, les define, como “una sorpresa que ni se esperan...”, como si se tratara de un premio tan interesante como los 200 mil, al que todos esperan ansiosos: bajar la escalera de Tinelli y responder al cuestionario de Susana. Al fin de cuentas, nunca les prometieron más que eso: la TV paga con lo que puede dar: dinero en efectivo al más virtuoso (según un particular manual de estilo) y al resto con otra moneda que le duele menos regalar: una tribuna que aúlla, una ronda de apariciones, una pregunta que corona: “Sos famoso, ¿estás contento?”

 

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