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Los derechos humanos se suben al
escenario, en una ronda continua

En el Teatro del Pueblo se lleva a cabo el ciclo �Jueves por la Memoria�, un espacio que reúne muchas obras antes dispersas.

Tito Cossa es uno de los principales artífices del ciclo.
“Elegimos los jueves porque es un día emblemático”, señaló.

Por Luis Bruschtein

“Al levantar el telón, que aquí será pura oscuridad, se hará la luz, y cuando se haga la luz, compartiremos sentimientos y reconoceremos sensaciones, entre todos y todas, gracias al teatro...”, anunció Laura Bonaparte, madre de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, al inaugurar el jueves a la noche el ciclo “Jueves por la Memoria” organizado por la Fundación Carlos Somigliana en el Teatro del Pueblo.
Previamente, el dramaturgo Tito Cossa había iniciado la presentación del ciclo. “Buenas noches Madres...” fueron sus primeras palabras, dirigidas a las numerosas Madres de Plaza de Mayo que se encontraban entre los espectadores. Cossa explicó que se elegía los jueves para este ciclo “porque es un día emblemático”, refiriéndose a las rondas de las Madres. Señaló que con la temática de los derechos humanos se intentaba generar un espacio permanente en el Teatro del Pueblo. Y recordó el precedente planteado por el Teatro por la Identidad. “Mamamos de allí, como todos mamamos de Teatro Abierto y del teatro independiente”, puntualizó antes de leer la adhesión de la Comisión de Derechos Humanos de la Asociación Argentina de Actores y de Teatro por la Identidad.
La primera parte de este ciclo, hasta fin de año, incluirá tres proyectos. El que comenzó, que es la fusión de dos textos: Sesión de gimnasia, del autor rosarino Jorge Savoia, y Tema: la muerte, un cuento de Antonio Dal Masetto, con la actuación de Marta Degracia y Jesús Berenger y la dirección de Ana María Casó. Luego se presentará Soledad Tango, de Carlos Pais, con la actuación de Perla Santalla y puesta de Leonor Manso. Finalmente se pondrá en escena Tres buenas mujeres, un cuento de Laura Bonaparte, adaptado por Graciela Holfeltz, con la dirección de Georgina Parpagnoli.
“El teatro muestra lo que la sociedad oculta a la mirada, nunca al saber y menos al sentido”, afirmó Bonaparte, a quien Cossa designó madrina del ciclo. Sus compañeras de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, algunas con sus pañuelos blancos, escuchaban en la penumbra de la sala. Entre ellas estaba María Adela Antokoletz, con sus 90 años, que acompañó a Azucena Villaflor de Devincenzi, la fundadora de Madres, en las primeras rondas, cuando todavía les decían “Las Locas de Plaza de Mayo”. Este día era especial para ella porque Savoia dedicó su texto a Daniel Antokoletz, el hijo desaparecido de María Adela.
Bonaparte recordó un verso de Dylan Thomas que dice: “Y la muerte no tendrá cabida” y a otro poeta inglés que se refiere a las mujeres de los pescadores que esperan en la playa la llegada de los barcos “tejiendo y destejiendo el tiempo”. “La memoria –afirmó– da existencia a los hechos tan graves y terroríficos como la desaparición de personas. El recuerdo de sus nombres marca su existencia, y es en ese sentido, en el de la existencia, no desgraciadamente en el de la vida, pero sí en el de la existencia, que ‘la muerte no tendrá cabida’.”
La memoria, en este caso expresada por el teatro, se convierte así en el lugar de la existencia, frente al lugar del olvido o de la muerte de la no memoria. Y cuando se levanta el telón y comienza la primera escena con Marta Degracia, aquí no tiene lugar la muerte de la vida real, pero sí el amor y el odio de sus personajes. “Tengo que regar el odio todos los días como si fuera una flor de mi jardín”, dice su personaje. Una frase que lo ubicaría en el rincón de los políticamente incorrectos, pero que en el escenario de un teatro corresponde al imaginario de lo real, más real que lo políticamente correcto.
Los personajes y los textos eluden los golpes bajos, tan riesgosos en esta temática, y la enfocan en forma directa, como en el caso del texto de Dal Masetto o desde un ángulo que acaba por sorprender al espectador como sucede en el de Savoia. La propuesta es sencilla desde lo estético pero explosiva cuando combina al teatro con esta realidad. “Parece una de nosotras”, dice Lita Boitano, de Familiares de Detenidos y Desaparecidospor Razones Políticas, que se reconoce, emocionada, al igual que sus compañeras, en los gestos y las actitudes de Marta Degracia.
“Aunque pareciera que hubiera pocas cosas hechas sobre este tema, en realidad hay muchas, pero están dispersas –afirma Cossa– por eso la importancia de tratar de reunirlas en un ciclo.” Según Laura Bonaparte, para las madres de desaparecidos “el tiempo adquiere otra dimensión, la del tejido y destejido. Es un nunca acabar de tejer un tiempo, es el tejido de una esperanza...”

 

OPINION
Por Mempo Giardinelli

Una ley fundamental

Finalmente, parece que de una vez por todas se sancionará la Ley del Libro. Después de muchos años de marchas y contramarchas, y a pesar de sus muchas imperfecciones, la sanción de esta ley es fundamental para el futuro del libro y de los escritores en la Argentina. Entre otras razones, porque su articulado mantiene al libro exento del IVA, lo cual es indispensable para que el ya deteriorado presente de la lectura no reciba el mazazo final de los fundamentalistas del mercado que apuestan a una sociedad cada vez más ignorante y, por ende, menos cuestionadora. Mantener al libro fuera de la tributación del IVA es fundamental tanto para la industria como para nosotros, los autores, pero sobre todo es vital para los sujetos más importantes del circuito cultural: los lectores. De todos modos, conviene tener claro que no será una ley perfecta, pues en el capítulo que llama “Fomento del libro y la lectura” sólo hace retórica y se limita a crear un desmesurado consejo asesor de 17 miembros pero del que no forman parte las editoriales universitarias, por ejemplo. Y entre esos no hay ninguno que represente a los escritores, puesto que considerar como tal a la desprestigiada SADE no deja de ser risible. Pero lo peor de todo es que esta ley no contiene un régimen de firme defensa del libro nacional ni se ocupa de crear un sistema de promoción de las exportaciones de libros argentinos, aunque sea para intentar recuperar el lugar que tuvimos hace algunas décadas.
A pesar de ello, la inmensa mayoría de los escritores y escritoras de nuestro país apoya la sanción de esta ley. Y eso vale tanto para la SEA (Sociedad de Escritores de la Argentina, institución que impulsa también una Ley del Escritor, que será el complemento de ésta cuando se legisle un régimen jubilatorio y el cumplimiento de los premios nacionales, entre otras cosas) como para la SADE, institución que apoya esta Ley pero con la subrepticia pretensión de un día constituirse en entidad recaudadora, un disparate porque la inmensa mayoría de los escritores se oponen y porque además atentaría contra las características de un trabajo artístico de libre contratación.
Pasado mañana le tocará al Senado aprobar nuevamente el proyecto de Ley del Libro, con lo cual pasará al Poder Ejecutivo para su promulgación. Ese día, una movilización de escritores hará sentir la opinión favorable del sector, en previsión de que algún oscuro lobby fiscalista intente frenar una ley que no sólo es necesaria sino vital para el futuro de lo que queda de la cultura nacional.

 

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