Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


Una mujer de 76 años con un plan
para cambiar armas por alimentos

Ofrece comida, ropa y una beca
a cambio del arma y las entrega para su destrucción en La Plata. Tres adolescentes ya se las dieron.

Ejemplo: �Yo tengo claro que no voy a cambiar nada por sacar dos o tres armas de la calle. Si lo que hago lo hiciera mucha gente, el delito disminuiría mucho�.

Lidia de Burry empezó a colabo-rar años atrás con los comedores.
La idea del canje se le ocurrió al leer que lo hacían en Mendoza.

Por Andrea Ferrari

“No sé qué pasó, pero estoy más famosa que la Bolocco.” Lidia Ortiz de Burry aún no entiende por qué el teléfono de su casa en La Plata no para de sonar desde que se conoció la noticia. “Hasta vinieron los canales de televisión. No sé qué esperaban ver –se ríe–, tal vez una vieja llena de armas.” A esta profesora jubilada la fama le ha llegado inesperadamente, cuando está a punto de cumplir los 76 años. Y fue por el impacto de una idea que empezó a poner en práctica hace pocos meses: canjear armas por alimentos y dinero. La difundió en los comedores de las villas en los que viene colaborando en los últimos años. Y llegaron los primeros casos: adolescentes que aceptaron su propuesta. Así fue como esta señora locuaz, de clase media alta, marido neurocirujano y una envidiable energía ha recorrido ya tres veces el camino entre su casa y la comisaría para depositar allí el arma que un chico le puso en sus manos a cambio de un poco de ayuda.
Fue profesora de geografía en dos escuelas públicas. Se jubiló –“hace muchos años”– y empezó a buscar en qué usar su tiempo. Dice que es mucho el tiempo libre porque no sólo han crecido sus seis hijos, sino también sus 16 nietos. “Ya no me necesitan, así que estoy totalmente desocupada”, cuenta como si no tuviera más de 20 años. Primero se acercó a hogares de chicos de la calle y luego empezó a ayudar en los comedores comunitarios. Lleva ropa y alimentos que obtiene de un supermercado y de algunos restaurantes y panaderías. “La conseguí a fuerza de pedir, de presentar notas, pero hay lugares donde nunca te dan nada.”
La idea del canje de armas, cuenta, se le ocurrió leyendo el diario. Primero se enteró que se había hecho en Nueva York. Luego, que también se había puesto en práctica en Mendoza. “Si ellos lo hacen –pensó–, yo también puedo hacerlo.” Lo comentó en los comedores a los que ayuda y allí estuvieron de acuerdo. El ofrecimiento era bien concreto: proponía que le acercaran un arma, directamente o a través de un intermediario. A cambio, le daría alimentos y ropa al intermediario y al dueño del arma esa misma ayuda y también una beca de 30 pesos mensuales.
–¿Y cómo financia esa ayuda?
–Bueno, yo tengo algunos recursos. Mi padre me dejó dinero, mi marido es profesional. Y a mi edad no tengo tantos gastos. Somos de esa clase media que todavía no se hunde. Yo me dije que mil pesos más o menos a fin de año no me iban a cambiar la vida.
–¿Y su marido qué opina de esto?
–No le gusta nada. A mis hijos tampoco. Con los comedores no dicen nada, pero esto no les gusta.
–¿Usted no tiene miedo?
–No. ¿Qué me va a pasar?
Primero se le acercó en el barrio una chica, la intermediaria, “en forma muy reservada”. Le iba a alcanzar un arma, de otro muchacho. Ella le entregó alimentos y ropa y llevó el arma a la comisaría.
–¿Qué arma era?
–No sé, yo de marcas no entiendo nada, era un revólver.
–¿En la comisaría qué dijeron?
–Como a mí me han hecho varias entrevistas, siempre las llevo, para que no piensen que soy una vieja loca. Después me dijeron que yo corría un riesgo, porque el arma podía tener pedido de captura. Entonces tramité en el Renar un permiso especial. En la comisaría me aceptan el arma y se hace un acta. Me dijeron que después las armas se funden.
“Tipo de material: revólver. Marca: Dallas. Calibre: 22 L. Nº de serie: 1063. Observaciones: no se encuentra en buen estado”. Eso dice el acta que firmaron Lidia y los responsables de la Delegación Renar. Pero no fue la única vez.
El verdadero dueño del arma terminó acercándose a ella. Y luego vino un amigo. A ellos Lidia les ofreció un trabajo, pintar un departamento desocupado. “Lo hicieron muy bien –cuenta– y se ganaron 300 pesos, pero se les acabó enseguida porque tenían muchas deudas.” Luego se acercó otro muchacho, amigo de los anteriores. Era un sábado y le dijo que no podría darle el arma ese día “porque tenía que trabajar a la noche: era su herramienta de trabajo”.
–¿Y usted qué le dijo?
–Uno tiene que ir acomodándose a las circunstancias. Me la dio al otro día. Son todos chicos, de 16, 17 años. Yo trato de que vuelvan con su familia para que no estén a la deriva, converso con ellos, les digo que vuelvan a estudiar.
–¿Qué espera de esto?
–Yo tengo claro que no voy a cambiar nada por sacar dos o tres armas de la calle, pero los chicos sí se pueden salvar. Si lo que yo hago lo hiciera mucha gente el delito disminuiría mucho, no tengo dudas. Y no es difícil, hay que ir a más barrios.
–¿Qué piensa de la política de seguridad de la provincia?
–¿De la mano dura? Es lo peor que se puede hacer, así no se logra nada. Sólo se va a crear más odio, más separación. Yo pienso que el problema es económico, la falta de trabajo. Y que tenemos que poner el hombro, si la clase media y la clase alta no colaboran sería muy lamentable.

 


 

UNA BASE DE DATOS PARA CHICOS Y ADOLESCENTES
Niños en riesgo bajo la lupa

La situación de los niños y adolescentes en estado de emergencia social quedará plasmada en una base de datos, impulsada en forma conjunta por el Ministerio de Desarrollo Social y la Unesco. El proyecto se inscribe en las actividades del flamante Observatorio Social de lnfancia y Adolescencia (OSIA), lanzado ayer por el ministro Juan Pablo Cafiero. El funcionario anunció además la distribución de un seguro mensual que beneficiará a 259 mil familias en situación de extrema pobreza, con hijos de entre 0 y 17 años.
El Observatorio Social tendrá la función de crear y sostener una base de datos sobre la situación de niños y adolescentes; alertar sobre el surgimiento de nuevas problemáticas que afecten a esa población; difundir experiencias internacionales exitosas para ese sector y articular los esfuerzos de entidades públicas y privadas que trabajen en el tema. También se apuntará a estudiar las consecuencias sociales de la internación de menores en el sistema tutelar (institutos): el propósito es detectar los factores que pueden contribuir a una integración social exitosa o bien a conductas delictivas. “Este estudio se hará por primera vez en el ámbito oficial”, destacó Cafiero.
Por otra parte, el ministro confirmó que se hará efectivo un seguro para la niñez, que consistirá en el aporte de 100 pesos mensuales, con el objetivo de mejorar los ingresos de 259 mil familias de villas y barrios carenciados de todo el país, con hijos menores de 17 años. Será una suerte de subsidio destinado a grupos familiares que no tienen beneficios como los que gozan los que trabajan bajo relación de dependencia.
La mitad de esa asignación se entregará en forma directa, sin contraprestación alguna, mientras que el resto se hará mediante un compromiso asumido por los beneficiarios: las madres deberán completar sus estudios primarios o cuidar los hijos de las vecinas que trabajan o estudian, o trabajar en programas de vacunación o de prevención de la violencia familiar. El seguro será distribuido por consejos locales integrados por autoridades comunales y representantes de entidades sociales y religiosas, que fiscalizarán su funcionamiento.

 

PRINCIPAL