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�Los Albornoz�, perfil de una familia en decadencia

A caballo de un humor ácido,
Los Macocos mezclan en su nuevo espectáculo la crisis económica y moral con la pasión por la figuración televisiva.

Carlitos, Pedro, Graciela
y Mamma Dora, “Los Albornoz”.
Los Macocos viajan ahora a España, para actuar en el festival Grec.

Por Hilda Cabrera

Aun cuando parezca disparatado, se puede calificar a esta obra de saga de los Albornoz, no en el sentido que esa palabra tuvo para designar a las historias nórdicas del siglo XIII, sino en ese otro aplicado a las series de la TV estadounidense. De modo que el espectador de esta última creación de Los Macocos (invitados al Festival Grec de Barcelona por La fabulosa historia de los inolvidables Marrapodi) se topará con asuntos ya conocidos, pero escenificados aquí de modo original, y otros siempre actuales pese al curso del tiempo. Lo que básicamente diferencia a esta pieza de los inventos televisivos es su tono sainetero, por otra parte característico de cierto sector de la familia argentina rioplatense. Es así que, entre diálogos rápidos y coloquiales, adecuados a cada temperamento y circunstancia, los personajes irán cuerpeándole a una crisis, que aquí es, además de económica, moral.
Los Macocos crearon para este retrato una atmósfera donde la TV es el elemento básico. Por ello, el público verá dos hileras de pantallas instaladas en las paredes laterales de la platea del Teatro de la Ribera (muy cerca de unas pinturas de Quinquela Martín, que son copias de sus originales), donde aparecerán mezcladas realidad y ficción. Esta es la manera elegida para dar cuenta del deterioro y de la confusión que acecha y entrampa a esta familia conformada por Graciela y Pedro (papeles a cargo de Gabriel Wolf y Martín Salazar, quien también asume otros roles), sus hijos adolescentes Carlitos y Noemí (los dos compuestos por Daniel Casablanca) y la abuela Mamma Dora (interpretada por Marcelo Xicarts). Fantoches todos de un mundo cruel, mostrado con humor negro y patético.
Los porqués de esta decadencia no son aquí dilucidados por Los Macocos. Estos artistas se limitan a tirar líneas con desparpajo. Queda para el espectador reflexionar sobre las frustraciones de esta familia carente de pensamiento crítico, que intenta sobrevivir a cualquier precio. Los Albornoz pertenecen a ese estrato social argentino seducido por personajes como este Ernesto Network (protagonizado por Salazar), autor de sus propios reality shows, “un tipo serio, que nunca miente”, según la abuela Albornoz, una mujerona bastante guaranga, siempre dispuesta a soltar palabrotas. Y más todavía cuando toma conciencia de que la vida no cambiará para mejor, porque en ese grupo familiar nadie tiene trabajo ni viveza para el rebusque. Esta abuela malhablada, que amenaza suicidarse cuando las cosas se ponen fieras, es quien profundiza la desgracia de los otros. Maniobrera y autoritaria, tilda a sus familiares de perdedores y no duda entre pagar la luz para poder seguir disfrutando de la TV o el alquiler del respirador artificial que necesita el “despojo” de su hijo.
La encerrona en que se encuentran los Albornoz no es única. Hay otras familias tocando fondo. Esto lo sabe Network por los muchos llamados y cartas que recibe. Además, lo tiene todo controlado. Cada tanto lanza un alerta meteorológico y un pedido: “Si sabe de alguna persona que salió de su casa, no dude en denunciarla”, alienta. En ese clima de coerción y falta de horizontes no sirven los sacrificios del ingenuo Carlitos, la resistencia del padre, ese “despojo” atado a un respirador artificial, ni el desplante de Noemí, la adolescente que corta amarras “en busca de una vida mejor”.
La derrota de los Albornoz no tiene límites. Su mundo, y el de otros que se les parecen, está afectado por la enfermedad de lo imposible. El único que puede salvarlos es Network, artífice de un programa y una frase exitosa: Ernesto, salváme. Me estoy hundiendo. Como dice este personaje, “problemitas tenemos todos”, y son incontables los que bracean dando manotazos de ahogado y se enrolan donde sea con tal de levantar cabeza. Noemí es uno de sus ejemplos televisivos. La chica se viste de policía para castigar supuestos delitos económicos y mostrarse por TV, incluso junto a su familia, pero entonces no en el papel de hija cariñosa. La realidad se convierte en show, y tampoco interesa si “todo está guionado”, como afirma la abuela Dora. Una red hecha de triquiñuelas envuelve a todos por igual, y no sólo a los ilusos Albornoz. El efecto de ese estado de cosas es desconocido. De modo que las conclusiones quedan nuevamente a cargo del espectador que desee reflexionar sobre esos juegos donde todo parece ser verdad y a la vez mentira, y donde la idea de libertad se convierte en irrisión. Mientras tanto, se sabe, Network seguirá haciendo lo suyo. Servicial y malicioso, dirá una y otra vez desde la pantalla: “Yo, Ernesto, vivo por ustedes”.

 

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