Por Diego Fischerman
LOrfeo, de Claudio Monteverdi,
no es la primera ópera por dos motivos: que no es la primera en
su tipo y que no es, tampoco, una ópera en el sentido que actualmente
se le da al término. Sin embargo, esta favola in musica como
se la llama en la portada de la partitura tiene en su núcleo
varios de los elementos constitutivos de lo que más tarde sería
la ópera. Los suficientes, en todo caso, como para que, por lo
menos con fines simbólicos, se la considere la obra fundante del
género. Estrenada en 1607 en el palacio del duque de Mantua, es,
en todo caso, una de las primeras composiciones de teatro musical que
se conservan completas. Y, más importante, una de las pocas que,
entre otras cosas, detallan cuestiones como la instrumentación.
Esta obra puede considerarse ejemplar de la teoría de los affetti,
según la cual cada ritmo, cada particularidad de la melodía
e incluso cada timbre instrumental, traducía para los sentidos
de quien escuchaba un afecto o pasión en particular. Monteverdi
toma un tema caro a las obras dramáticas de la época, el
del cantor que debe rescatar a su mujer recién desposada de los
infiernos. Orfeo, en las leyendas griegas, es un encantador de fieras.
Esa característica la de en-cantar será la que
deba poner en juego para seducir al guardián del Hades, a Plutón
y a Proserpina, para convencerlos de que dejen volver a Euridice. Pero,
también, al público. Monteverdi aprovecha el pretexto argumental
para desarrollar, con el personaje de Orfeo y, particularmente, en su
aria Posente Spirto, una especie de summa de los efectos y
recursos expresivos del canto de la época. Víctor Torres,
el barítono argentino que lo cantó en el Teatro Massimo
de Palermo y que lo grabó en disco con la dirección de Gabriel
Garrido, será también el protagonista en la puesta que se
estrena hoy en Buenos Aires. Las críticas europeas hablaron del
más carnal y humano de los Orfeos grabados en disco hasta
el momento. La competencia, encabezada por el gran Nigel Rogers
y por Anthony RolfeJohnson, no era fácil. La ventaja comparativa
de Torres tenía que ver, además de con sus dotes naturales,
con la concepción que Garrido le imprime a esta obra. Su lectura
hace particular hincapié en la latinidad del personaje (y de su
música).
Situada en el comienzo estilístico del barroco o, quizá,
en la culminación del humanismo renacentista, LOrfeo y
todo el estilo que a partir de allí se genera es, para Garrido,
fundamentalmente italiano. La improvisación del continuo (el grupo
de instrumentos que hace la base armónica y los bajos de la obra),
cierta desmesura (que no por casualidad podría identificarse como
barroca) y la cercanía con prácticas supervivientes
en la música popular de la península, hacen que la interpretación
de Garrido resalte dentro de un panorama como el de la música antigua,
dominado hasta hace unos años por holandeses, ingleses y alemanes.
Sus elencos, militantemente (pero sobre todo por razones musicales) están
conformados, en su mayoría, por italianos, argentinos y españoles.
Con funciones esta noche y mañana y los días 1, 3 y 5 de
julio, este Orfeo contará también, como el de Palermo, con
la dirección de Garrido. Pero esta vez la puesta será de
Gilbert Defló, quien la hizo junto a Jordi Savall en el Real de
Madrid y en el Liceo de Barcelona. Como en esa ocasión, la escenografía
es de William Orlandi y la coreografía de Ana Casas. Defló
y Orlandi habían sido, por otra parte, los responsables de la notable
puesta de LIncoronazione di Poppea que, con dirección musical
de René Jacobs se vio en el Colón. El elenco se completa
con Graciela Oddone como Euridice, Gloria Banditelli (alternará
con Susanna Moncayo el papel de Silvia), Alicia Borges como Proserpina,
Adriana Fernández, Luciano Garay, Iván García, Furio
Zanasi, María Cristina Kiehr,Bárbara Kusa, Leonardo Garvié
y Pablo Pollitzer entre otros cantantes de primer nivel.
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