Por Marta Dillon
Desde
General Mosconi, Salta
En las alturas de Gral. Mosconi,
en Campamento Vespucio, donde vivían los directivos de YPF cuando
ésta era una empresa estatal y la prosperidad era un lugar común,
descendió el helicóptero que piloteaba el mismo gobernador
Juan Carlos Romero, para su primera aparición pública en
la zona, junto al viceministro de Desarrollo Social, Gerardo Morales.
En el bajo, cerca del centro de Mosconi, residencia de los empleados de
aquella empresa, en un amplio tinglado sin paredes, Enrique Martínez,
secretario de Pymes, abría por fin el diálogo con el núcleo
más duro de la protesta social que, como un centro anticiclónico
llama los vientos, logró atraer a buena parte del aparato del Estado
Nacional y provincial. El telón de fondo de las dos escenas fueron
los uniformes. De un lado de Mosconi, la Gendarmería Nacional reforzó
sus controles desde el lujoso y desierto Hotel Pórtico hasta el
acceso sur. Del otro, a pocas cuadras de la plaza donde siguen resistiendo
unas doscientas personas, la policía de la provincia cerraba el
acceso norte. En el centro un conflicto que a pesar de la atención
que convocó sobre sí todavía no tiene una resolución
cierta.
Era fácil diferenciar las dos escenas, aun cuando los protagonistas
no terminaban de aclarar su posición. En un viaje decidido a medianoche,
Gerardo Morales, se subió a algo más que el avión
del gobierno de la provincia para respaldar la gestión del gobernador
Romero, exultante en su primer día de gestiones en la zona. La
idea es sumarnos a la comitiva que se adelantó, encabezada por
Martínez y darle un apoyo explícito para lograr medidas
de fondo entre el gobierno provincial, nacional y los municipios. En realidad
es una sola delegación. Pero lo cierto es que el encuentro
entre Morales y Martínez fue casi casual, cerca del mediodía,
cuando el gobernador decidió ir a comer al regimiento de gendarmería
donde supuestamente se encontraría con la familias de los dos muertos
el día del padre pasado, Sebastián Barrios y Carlos Santillán,
para quienes traía una ayuda especial. Pero el encuentro, de tan
secreto no pudo ser comprobado. Morales y Romero compartieron durante
la mañana la reunión en Vespucio -un lugar que se eligió
porque estando a 4 kilómetros de Mosconi, su altura dificultaría
el acceso a pie de posibles manifestantes con algunos pobladores
de la ciudad en conflicto. No más de 25 personas que representaban
organizaciones difusas como grupo de expedicionarios, un ex
combatiente, un aborigen, el consejo de mujeres justicialistas, una directora
de escuela, la dueña de una farmacia y la JP. Mientras, en el tinglado
que alguna vez sirvió para desarrollar los deportes del Club del
Transporte, Martínez se reunía con casi doscientas personas
que se acercaron con la decisión de destrabar el diálogo
con los piqueteros. O al menos de tratar en paralelo los desprocesamientos
y los proyectos productivos. Sabemos que en esta reunión
hubo representantes parciales dijo Morales, pero también
dialogaremos con los que vienen luchando por sus legítimos derechos.
Ese era el principio de una promesa que no se cumplió. Morales
no visitó Mosconi ayer.
El gobierno nacional no puede avanzar sobre la provincia, a pesar
de las profundas diferencias que tenemos, ninguna plan de desarrollo se
puede sostener sino se articula en conjunto, había dicho
Morales al fin de la primera reunión en Vespucio. ¿Estas
diferencias incluyen la evaluación sobre el último corte
de ruta? Bueno, el gobierno provincial tuvo una actitud negativa
en principio que yo no he compartido, pero por eso hay que aprovechar
ahora para trabajar en conjunto. El ahora no significa que Romero
haya cambiado de posición. Una vez en Tartagal, en el club Círculo
Argentino, donde todo su gabinete atendió audiencias caóticas
entre militantes romeristas de bombo y redoblante, el gobernador volvió
a lacarga asegurando que los procesados son los jefes de organizaciones
que creen que la lucha armada es el mejor camino. Aun cuando el
juez Abel Cornejo haya dicho a este diario que no puede decir que los
pedidos de captura sean para gente que haya portado armas en los días
del conflicto Romero avanzó: Tal vez el juez no haya hecho
el relevamiento de pruebas, esto lo digo yo.
Separados por un vidrio que custodiaba la policía de la provincia,
más de mil personas se congregaron en el Club Círculo Argentino
para hacer sus pedidos al gobernador. Del otro lado, Romero se acomodaba
en un sillón reclinable y dejaba las butacas de plástico
para los funcionarios nacionales Morales, Bonetto y Julio Aparicio
que de pronto se encontraban participando de un acto que recordaba las
mejores épocas del caudillismo provincial. Salí maricón,
da la cara, se escucharon los gritos del otro lado del patio donde
Romero había montado su escritorio. Los disidentes fueron neutralizados
antes de que la corta refriega desbordara la contención que protegía
la comitiva nacional y provincial. Atrapados en la agenda de Romero, el
viceministro que en una devolución de favores comunicó a
Juan Pablo Cafiero que viajaba cuando prácticamente tenía
un pie en el avión, ensayó su mejor excusa para no asistir
a la reunión que había pactado con Martínez. Acá
nos dicen que no es posible salir sin generar avalanchas, dijo Morales
por teléfono a la delegación de Pymes que volvió
a Mosconi a cerrar un día agitado, el primero en que el diálogo
pudo correrse unos centímetros del tema de los desprocesamientos
y la libertad de los detenidos.
Por la noche, cuando la última comitiva de Estado nacional
y provincial se preparaba para alojarse en el Hotel Pórtico,
para muchos un ejemplo de la opulencia que margina a los habitantes de
Mosconi, en la plaza del pueblo seguía la incertidumbre. Se habló
con Martínez de proyectos de producción, pero la ansiedad
que generan años de empobrecimiento y acuerdos incumplidos, una
represión que todavía enseña sus marcas en los cuerpos
de los pobladores y las cinco muertes que se cuentan en la zona después
de los cortes de ruta, hace que todo lo que se escucha parezca más
de lo mismo. ¿Hasta dónde vamos a soportar tanta presión?
En este pueblo se ha hecho una cacería humana no podemos seguir
cercados y sin trabajo, decía Hippie Fernández en
el cierre de la jornada. En la plaza las carpas siguen firmes y las rutinas
se afianzan, Mosconi sigue dispuesto a resistir. En las entradas y salidas
del pueblo, la policía de la provincia y la Gendarmería
Nacional siguen cerrando sus pinzas. A pesar de las visitas, en este horizonte
el amanecer sigue demorado.
OPINION
Por Marcela Bordenave *
|
Cambiar las prioridades
Los trágicos sucesos de General Mosconi protagonizados por
mujeres y hombres que llegaron al límite de su paciencia
luego de más de diez años de despojos y olvidos, ha
servido para poner al descubierto dos hechos significativos. En
primer lugar, demuestra una vez más la incapacidad del Presidente
y su más íntimo círculo de funcionarios para
dar respuesta adecuada a un conflicto social que creció de
la mano de la profundización de la pobreza y la desigualdad.
Su primer reflejo fue el de criminalizarlo. Delincuentes, guerrilleros,
instrumentos de narcotraficantes, fueron las primeras definiciones
que surgieron de los despachos oficiales, con el objeto de escamotear
la naturaleza eminentemente social de su reclamo. Sólo la
sensatez de un ministro permitió descomprimir la situación.
Lo que habla bien del funcionario y muy mal del Gobierno que no
sabe posicionarse frente al conflicto y por las dudas reprime.
En segundo término, sirve para demostrar que quienes, en
su momento, desde dentro del Gobierno y hoy en el ARI nos opusimos
a los impuestazos, ajustes, reducciones salariales, flexibilización
laboral y superpoderes, no constituíamos un grupo de diputados
testimonialistas, sino que nuestra conducta anticipaba la necesidad
de diseñar y asumir un proyecto nacional alternativo, que
superara la mera administración de lo ya establecido.
Once años de ajuste permanente han dejado un país
devastado y un Estado anémico. Que permitió, entre
otras cosas, el vaciamiento de Aerolíneas Argentinas, la
desaparición de ramales ferroviarios y de infinidad de pueblos
que dependían del tren para vincularse, la extranjerización
de nuestra economía, el brutal encarecimiento de las tarifas
públicas, y la crisis del sistema jubilatorio por un compulsivo
obsequio de fondos a los bancos privados. La progresiva desindustrialización,
las altas tasas de desempleo y la más injusta redistribución
del ingreso nacional que uno pueda tener memoria, causa fundamental
de la violencia social que padecemos, son las consecuencias directas
de las reformas estructurales que años atrás eran
presentadas casi como la entrada al paraíso. Hemos descendido
al infierno y será de allí de donde tendremos que
sacar nuestras fuerzas para construir un país con esperanzas
colectivas renovadas.
El mito liberal de la falta de alternativas se esfumó como
sus promesas de bonanza. Las propuestas están brotando desde
lo más profundo de una sociedad castigada y vienen cargadas
de ética y justicia social. Porque no hay lucha contra la
corrupción posible si a la vez no erradicamos la más
perversa de las corrupciones, la que promueve la indignidad de la
pobreza y la marginación.
El Seguro de Empleo y Formación para los jefes de hogar desocupados
y la asignación universal por hijo, es una de ellas. Y constituye
una medida de aplicación posible y urgente que implica comenzar
a cambiar la forma en que se redistribuye el ingreso argentino y
a dinamizar el deprimido mercado interno. Se precisa coraje y decisión,
porque de lo que se trata es de cambiar las prioridades.
* Diputada nacional.
|
|