Casi cinco horas duró
la pesadilla, que parecieron una eternidad en medio de un clima de enorme
tensión y dramatismo. Paola Condina, de 27 años, fue tomada
de rehén en su casa, en el barrio porteño de Santa Rita,
por un hombre que había intentado asaltar a su padre, Antonio,
cuando salía a trabajar, a las 5 y media de la mañana. El
hombre, su esposa y su hijo lograron escapar, pero Paola quedó
dentro. Decenas de policías rodearon la casa, y las imágenes
de la masacre de Ramallo inevitablemente acecharon la mañana. Finalmente,
después de largas conversaciones entre el captor y quienes se pusieron
al frente de la negociación por la libertad de la joven un
especialista del GEOF y el fiscal Alejandro Smoris, todo terminó
bien: la chica salió sin un rasguño y el asaltante se entregó.
Su cómplice, en cambio, logró escapar sin dejar rastros.
La odisea comenzó ayer a las 5.30, en una casa ubicada en el pasaje
Toay 3356. A esa hora, como todos los días, Antonio Condina se
disponía a ir a trabajar a una empresa embotelladora de Pilar.
En ese momento, dos hombres armados lo interceptaron, con el propósito
de robar la vivienda y llevarse el auto. Pero no les iba a resultar un
trámite: Condina se resistió, se generó un forcejeo
y recibió dos culatazos en la cabeza, por lo que cayó herido
al piso. Su hijo menor, Sebastián, de 23 años, vio lo que
sucedía y se escapó por uno de los balcones de la planta
superior hacia una casa vecina, desde donde llamó a la policía.
Su padre aprovechó una distracción de los asaltantes y,
con su cabeza sangrando por los golpes, también logró escapar
junto a su esposa.
Pero su hija Paola no pudo seguir los pasos de su familia y quedó
atrapada en su propia casa, junto a uno de los asaltantes que, vestido
de traje, había logrado entrar a la vivienda. El cambio de planes
no lo convenció a su cómplice que llevaba las ropas
de un recolector de residuos, y decidió huir.
Efectivos de las comisarías 43ª y 19ª llegaron a los
pocos minutos, y el asaltante que quedó en la vivienda decidió
resistir. Tomó a Paola, la llevó al garaje y allí,
a la vista de todos, le rodeó el cuello con un brazo y con el otro
le apuntó con un arma. Con el barrio prácticamente sitiado,
los efectivos del Grupo Especial de Operaciones Federales (GEOF), comenzaron
el despliegue: un helicóptero sobrevolaba la zona, varios francotiradores
se apostaron en diversos puntos estratégicos de las casas vecinas
y la televisión fue cortada en toda la zona, para evitar que el
captor viera el operativo. Con la experiencia de deastrosos operativos
en el pasado, esta vez se mantuvo la prensa a distancia.
Allí comenzó su acción el mediador de la Policía
Federal. El asaltante pidió que le entregaran un chaleco antibalas,
un automóvil para escapar, cigarrillos y que se presentara un juez
y un fiscal para garantizar su integridad física. Las conversaciones
se prolongaban, y con ello la angustia de la familia de Paola, que se
encontraba en una casa vecina acompañada por policías.
El negociador identificado como Pablo y el titular de la fiscalía
porteña número 38, Alejandro Smoris, estaban al frente de
las tensas tratativas, y le hicieron llegar al asaltante un teléfono
celular y un chaleco antibalas.
Las negociaciones continuaron, hasta que minutos antes de las 10, el miedo
copó la escena: se escucharon fuertes estruendos que hicieron presentir
lo peor. Pero no fue más que un susto. Uno de los jefes del operativo,
el comisario mayor Jorge Bortolini, explicó a este diario que los
disparos que se escucharon en realidad fueron bombas de estruendo
y detonaciones que se hicieron para abrir la puerta de la casa.
Los agentes del GEOF ingresaron a la vivienda e instantes después
Paola, vestida con una polera negra, pantalón pijama y una campera,
fue retirada ilesa, seguida por el asaltante que se entregó luego
de arrojar el revólver calibre 38 que tenía en su poder.
El hombre fue detenido y conducido a la comisaría 43º, en
tanto que Paola se reunía con su familia. Bortolini aseguró
que el GEOF comenzó a operar una vez que el juez dio la orden
para que la policía se hiciera cargo del asunto, en conjunto con
el mediador y de acuerdo al nuevo plan de emergencia para estos casos.
Minutos después de la liberación, el grupo especial de la
policía revisó toda la vivienda y se tomó más
de una hora para controlar todas las casas de la manzana, con el objetivo
de corroborar que no permanecía en el lugar el ladrón prófugo,
que no pudo ser encontrado.
El jefe de la Policía Federal, Rubén Santos, que se presentó
en el lugar, reveló que la resolución del caso se pudo lograr
gracias a los datos suministrados por los restantes integrantes de la
familia, que habían logrado escapar: Teníamos la descripción
perfecta del interior de la casa, sabíamos los movimientos que
podía hacer el delincuente. Esa información fue fundamental
para la operación, explicó el jefe policial.
A UN
HOMBRE LO CONDENARON A 18 AÑOS DE PRISION
Dura pena por tomar rehenes
En una sentencia que contempla
la indefensión y el padecimiento que experimentan las
personas que son tomadas como rehenes durante intentos de robo, la Sala
I de la Cámara de Apelaciones de San Isidro condenó ayer
a un delincuente a 18 años de prisión, por asaltar y secuestrar
a dos hombres y una mujer en julio de 1998. El juez Fernando Maroto, miembro
de la Cámara, señaló a Página/12 que el
fallo pretende dar un doble mensaje: por un lado, a la ciudadanía,
para que confíe en la Justicia y se sienta protegida; por otro
lado, a los delincuentes, para que reflexionen sobre el hecho de lastimar
o maltratar a la gente.
El asalto por el cual Paulo Alejandro Gómez, de 32 años,
fue condenado a 18 años de reclusión, se produjo el 4 de
julio de 1998. Gómez y otro delincuente, que circulaban a bordo
de un auto Renault Clio robado, interceptaron en Don Torcuato al Volkswagen
Gol en el que viajaban Regina Avena, Alejandro Chiachio y Gustavo Jaime.
Tras robarles sus pertenencias, uno de los asaltantes tomó a los
ocupantes del Gol de rehenes y escapó a bordo de ese vehículo,
escoltado por su cómplice, que conducía el Clio.
La primera escala de los ladrones fue en una florería, propiedad
de uno de los rehenes. Tras amenazar a un empleado, vaciaron la caja registradora
y volvieron al auto. Luego se detuvieron en el cajero automático
de la sucursal de Banco Río ubicada en el cruce de Mendoza y Ruta
197, donde quisieron usar una tarjeta de débito para vaciar la
cuenta de otro rehén. Como el sistema estaba colgado,
no pudieron hacer la extracción, por eso se fueron a un hipermercado
de la zona de San Isidro e hicieron compras con la tarjeta de crédito
de otra de las víctimas. Al salir del shopping, el cómplice
de Gómez escapó.
La odisea duró cuatro horas. Finalmente, los rehenes fueron liberados
en un descampado cerca de la cancha del club Platense, en la localidad
de Vicente López. En esa situación, con los delincuentes
a sus espaldas mientras eran liberados, deben haber sentido terror de
que los mataran. Cualquiera de nosotros lo hubiese sentido, indicó
el juez a este diario. La Cámara integrada por Maroto, Emilio
Rodríguez Mainz y Hugo Morini dictó una sentencia
de 18 años, a pesar de que el fiscal de la causa había pedido
16.
El camarista explicó a Página/12 el por qué de la
sentencia: Nuestro deber como jueces es adecuar los parámetros
de las condenas a lo que sufren las víctimas, justificó.
De hecho, el fallo del tribunal destaca la indefensión y
el padecimiento de las personas que estuvieron sometidas cuatro horas.
Gómez fue condenado por doble robo calificado, agravado por el
uso de armas; privación ilegítima de la libertad; y extorsión,
entre otros delitos.
OPINION
Por Daniel A. Stragá*
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Utilizar los cadáveres
El significado de la palabra utilizar según
la Real Academia Española significa aprovecharse de
algo. La Policía Federal (y los políticos que
comparten sus valores manoduristas) tiene la modalidad
de aprovecharse, de utilizar a sus muertos para restringir las libertades
públicas. Según esta lógica, los 29 policías
(en efectivo o retirados, es dable aclararlo) caídos en cumplimiento
del servicio (o por razones particulares, también es conveniente
exponerlo) de este año no pueden resultar en vano.
Con los homicidios de dos sargentos en el cruento asalto del barrio
de Once el 19 de mayo, el inefable secretario de Seguridad Mathov
consiguió el incremento de facultades policiales
que, huelga decirlo, no impedirán la comisión de ningún
delito contra la vida. Sus muertes resultaron aprovechables para
la propaganda y para el designio.
Otras víctimas habían sido utilizadas por diputados
antigarantistas para proyectar una suerte de magnicidio
uniformado, es decir, legislar como agravado el homicidio de un
policía.
La muerte del cabo Marcelo Senatori ocurrida el miércoles
importó para el comisario Santos una nueva oportunidad aprovechable.
Y le asignó explicación y responsabilidad al derecho
a la información que tiene toda la ciudadanía de enterarse
de los actos de corrupción de la inmaculada institución
policial. Es así que, con una desfachatez inconmensurable
consideró que cada vez que se denuncia un ilícito
policial ello redunda en el homicidio de un cana. Y
este último desgraciado suceso se lo atribuyó al inicio
del juicio contra cinco miembros de la Comisaría 30ª
por privación ilegal de la libertad, extorsión y vejámenes
en perjuicio de Desiderio Meza, patrocinado por Correpi.
Lo ridículo de la tesis no empece a la real intención
del Sr. Comisario de aprovechar para presionar a los medios de comunicación
y/o a los propios jueces.
Por último, como la práctica de utilizar a sus cadáveres
ya les ha servido para aumentar sus potestades autoritarias, debemos
alertar que también irán por la legalización
de la política del meta bala. Ya se oyen voces
sobre la posibilidad de crear una figura ampliada de exculpación
o justificación del gatillo fácil. A través
de la modificación del artículo 34 del Código
Penal crear una especial legítima defensa policial
que permita conceder a los policías, so pretexto de las muertes
pasadas, licencia para matar. Riesgo permitido le llaman.
Ampliar el sistema penal (como punitivo) es achicar el sistema de
libertades, y aprovecharse de la muerte de la tropa para imponer
políticas de represión es francamente antidemocrático.
* Abogado de la Correpi (Coordinadora contra la Represión
Policial e Institucional).
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