Por Julian Borger
e Ian Black
Desde
Washington y Bruselas
No es ninguna coincidencia
que hoy, el primer día completo de Slobodan Milosevic en una celda
de prisión en La Haya, sea el mismo día que los donantes
internacionales convengan en dar hasta 1300 millones de dólares
para ayudar a levantar la economía yugoslava destruida por la guerra.
Los analistas políticos en Washington describieron la entrega del
depuesto líder serbio al tribunal de crímenes de guerra
como un triunfo del empleo por parte de Estados Unidos de sanciones económicas
e incentivos como herramientas para llevar a los criminales de guerra
ante la Justicia.
En una reunión el mes pasado en Washington, el secretario de Estado
norteamericano Colin Powell le dijo al presidente yugoslavo Vojislav Kostunica
que Washington boicotearía la conferencia de los donantes de hoy
a no ser que se tomaran acciones sobre la entrega de Milosevic. Según
Daniel Serwer, un ex enviado de Estados Unidos a Sarajevo que ahora es
un especialista en los Balcanes en el Instituto de Paz de Estados Unidos,
el ultimátum inclinó la balanza en Belgrado contra Milosevic.
Kostunica no quería que esto sucediera -dijo Serwer-. Kostunica
toma su base de poder de la misma base del régimen de Milosevic.
La gente que decidió esto estaba en el gobierno serbio, que no
iban a hacer que el progreso económico fuera dependiente de Milosevic.
Kostunica respondió apropiadamente, calificando la entrega de Milosevic
como irresponsable.
Desde la caída del poder por Milosevic en octubre, Estados Unidos
fue criticado por algunos funcionarios europeos por sus insistencia en
que los criminales de guerra debían ser entregados a La Haya antes
que la pared externa de las sanciones internacionales financieras
contra Yugoslavia pudiera levantarse. Los críticos de esta política
dijeron que socavaría al nuevo gobierno, y por lo tanto ayudaría
a los activistas del partido Serbio Socialista que intentan restaurar
a Milosevic en el poder. Sin embargo, Gran Bretaña, Francia, y
Alemania se unieron a Washington para presentar un frente unido.
Ivo Daalder, un especialista en los Balcanes del Instituto Brookings,
dijo que la entrega de Milosevic representaba una vindicación de
las políticas de la predecesora de Powell, Madeleine Albright.
Albright ganó el debate, en cuanto a que ella hizo de Milosevic
el eje del problema, dijo Daalder. Desde comienzos de 1999, hubo
un esfuerzo consciente por parte de Estados Unidos apoyado por la mayoría
de los estados europeos, por convertir a Milosevic en el hombre del debate.
Sucedió más rápido de lo que se pensó.
Hay una sensación de que habría que haberle dado un poco
más de aire al nuevo gobierno -añadió-. Pero
esto demuestra que una condicionalidad medida era el enfoque correcto...
Lo importante es que Estados Unidos y la Unión Europea fundamentalmente
acordaron sobre esto, cambiando el debate en Yugoslavia a una simple discusión:
¿Queremos a Milosevic o el dinero?
La total remoción de las sanciones depende también de la
entrega de otros 14 importantes serbios acusados de crímenes de
guerra. Europa hace tiempo que tiene más interés que Estados
Unidos en devolverle a Yugoslavia su respetabilidad internacional y su
pacto de estabilidad de los Balcanes actuó como un imán
para los otros países de la región. Eslovenia, la primera
república yugoslava que se separó, está en importantes
negociaciones para unirse a la Unión Europea. Croacia y Macedonia
tienen una relación especial con Bruselas y pueden integrarse a
la Unión en el futuro.
La economía de Yugoslavia ha sido devastada por 13 años
de mal manejo económico de Milosevic y por las sanciones internacionales
impuestas durante las guerras que comenzaron con la ruptura del país
comunista en 1991. La entrega de anoche parece favorecer compromisos generosos.
La Comisión Europea ya dispuso de 190 millones de dólares
en su presupuesto 2001 para Serbia y Montenegro, una suma que podría
aumentar con contribuciones de los 15 estados miembros de la Unión
Europea y del Bancode Inversión Europeo. Los diplomáticos
en Bruselas dijeron que Washington podría poner unos 106 millones
de dólares, 65 millones para Serbia, 33 millones para Montenegro
y el resto para ayuda a los refugiados. Se espera que el Banco Mundial
provea de casi 600 millones de dólares durante un período
de tres años y podría adelantar algo de esa ayuda para darle
el puntapié inicial a la economía yugoslava.
EL
HOMBRE QUE DETUVO 12 AÑOS LA CAIDA DEL MURO
Más nacionalista que comunista
Por Alfredo Grieco
y Bavio
Cuando cayó el Muro en
1989, un millón de personas salió a la calle en Belgrado
para evitar que el fin del comunismo ocurriera también allí.
El líder aclamado por la multitud resultó Slobodan Milosevic,
que gobernó por más de una década sobre una Yugoslavia
en perpetua guerra de secesión consigo mismo hasta quedar reducida
a Serbia y Montenegro. Necesitó que otro millón de personas
saliera a la calle para ser derribado en 2000.
Hablante fluido del inglés, dotado de experiencia internacional,
Milosevic había parecido en 1988 el tipo ideal de político,
bajo las miradas de Occidente, para liderar la renovación antiburocrática
al frente del Partido Comunista serbio. Un año más tarde,
Occidente ya sabía que había mirado mal, cuando Milosevic
movilizó a los serbios en torno a sus territorios en
Croacia y Bosnia y el alma del ser serbio que estaba alojada,
desgraciadamente, en un cuerpo albanés, en Kosovo. La retórica
de Milosevic era un combate entre el socialismo y el nacionalismo, donde
vencía éste. Su Serbia era étnicamente eslava, religiosamente
cristiana ortodoxa, lingüísticamente serbia. Fue la figura
central en el sangriento proceso de desintegración de la antigua
y multicultural Yugoslavia del mariscal Tito, que derivó en las
guerras de Eslovenia, Croacia (ambas en 1991) y Bosnia (1992-95).
Unas 250 mil personas murieron en la guerra de Bosnia, que generó
un millón de refugiados. El sitio de la capital bosnia Sarajevo,
desde abril de 1992, por serbiobosnios apoyados por Milosevic, fue una
de las imágenes de guerra más recurrentes en Occidente en
la década de 1990, repetida en la literatura y en films con todo
el prestigio trágico de las ciudades asediadas, visitada por intelectuales
como el español Juan Goytisolo, la norteamericana Susan Sontag
y el presidente francés François Mitterrand. La masacre
de 6 mil musulmanes en Srbrenica por las fuerzas serbias en julio de 1995
impulsó una campaña de bombardeo de la OTAN. Occidente volvió
a elogiar a Milosevic como factor de paz y estabilidad en los Balcanes
cuando fue signatario del tratado de paz de Dayton (ciudad del norteamericano
estado de Ohio) a fines de 1995, el acuerdo que puso fin al conflicto
en Bosnia. En cuanto a Rusia, siempre fue un aliado tradicional de Serbia,
y aun de las pretensiones de una Gran Serbia, y siguió siéndolo
de Milosevic hasta su última caída.
A partir de entonces, el estilo personal de gobernar de Milosevic significó
un aumento de la represión interna, que buscaba acallar las críticas
sobre sus concesiones internacionales. Los opositores eran identificados
por la propaganda del régimen como enemigos de Serbia y los serbios.
A fines de 1997, Occidente instó a Milosevic a resolver el problema
de Kosovo, provincia de la República Serbia donde los serbios eran
minoría, mediante negociaciones internas con los líderes
moderados de la mayoritaria (y musulmana) etnia albanesa. El presidente
yugoslavo optó en cambio por la represión. Ataques guerrilleros
del albanés Ejército de Liberación de Kosovo fueron
seguidos por una respuesta sobredimensionada de las fuerzas de seguridad
serbias, que arrasaron con pueblos completos, no pocas veces con sus habitantes
incluidos.
La violencia en Kosovo llevó a Yugoslavia a un enfrentamiento con
la OTAN, que significó 78 días y noches de bombardeo masivo,
hasta la capitulación de facto de Belgrado en junio de 1999 y la
conversión de Kosovo en un protectorado de las Naciones Unidas.
El conflicto también llevó a una orden de captura internacional
contra Milosevic, a partir de mayo de 1999, por crímenes de guerra.
Acaso no tan sorpresivamente, durante 15 meses Milosevic sobrevivió
a la derrota militar. Fue forzado a renunciar cuando un millón
de personas, lideradas por la Oposición Democrática Serbia
(DOS), ocupó las calles de Belgrado en protesta contra el fraude
electoral organizado por el régimen. Una vez arrestado el 1º
de abril, Milosevic afrontó investigaciones por cada paso mal dado
en los últimos doce años, hasta su entrega ayer, convenientemente
en fecha, al Tribunal de La Haya.
OPINION
Por Claudio Uriarte
|
Las leyes y las armas
La entrega de Slobodan Milosevic al Tribunal Penal Internacional
de La Haya parece la continuación del bombardeo de la OTAN
a Yugoslavia por otros medios. O, por lo menos, es la continuación
de sus efectos. Ya que la entrega de Milosevic era la condición
explícita de Estados Unidos y sus asociados para que la conferencia
de países donantes que se inicia mañana en Bruselas
iniciara el desembolso de una ayuda internacional que el gobierno
de Serbia aspira que se eleve a los 1300 millones de dólares,
y esa ayuda es indispensable para, entre otras cosas, empezar a
reconstruir la Yugoslavia que emergió de la destrucción
causada por el bombardeo. Pero, como por un efecto de justicia poética,
el esfuerzo demandado para esa reconstrucción requirió
ayer de una segunda destrucción de Yugoslavia. Para entregar
a Milosevic el primer ministro serbio Zoran Djindjic debió
dar el equivalente a un microgolpe de Estado contra la autoridad
federal del presidente yugoslavo Vojislav Kostunica y de su Tribunal
Constitucional, buscando en sendos artículos de las constituciones
de Serbia y Yugoslavia los resquicios legales que le permitieran
rehuir la prohibición de la entrega enunciada horas antes
por el segundo. Kostunica queda así despojado de poder real,
y en una posición de fragilidad similar a la de Mijail Gorbachov
cuando el entonces presidente ruso Boris Yeltsin decidió
desobedecer la autoridad del teórico centro del
Kremlin, disolviendo en efecto la Unión Soviética
al alzar contra su maquinaria de Estado la fuerza del más
importante componente nacional de su conglomerado. Póngase
ahora Serbia en lugar de Rusia y la Federación Yugoslava
cuyo otro solitario componente, Montenegro, tampoco está
demasiado convencido de la necesidad de mantener las autoridades
federales en lugar de la vieja URSS, y el cuadro está
más o menos completo.
Desde el punto de vista de la justicia internacional, lo de ayer
marca la primera vez en la historia que un ex jefe de Estado es
entregado a las cortes mundiales. El precedente más aproximado
son los procesos de Nuremberg contra los jerarcas del régimen
nazi sobrevivientes del götterdamerung ordenado por Adolf Hitler,
quien se autoinmoló en los días finales de la Cancillería
en Berlín. Como en aquel caso, los viejos enemigos ayudarán
a levantar al país destruido por la guerra. Se trata, en
balance, de una buena noticia contra los Pinochet, Montesinos y
Fujimoris de este mundo, aunque la universalidad de esta justicia
todavía parezca requerir de la partera histórica de
las relaciones de fuerza.
|
|