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EL PRESIDENTE DEBE PROMULGAR LA LEY DEL LIBRO
De la Rúa tiene la palabra

Luego de la aprobación del Senado, la industria editorial teme que el Poder Ejecutivo vete el artículo 11, que exime al sector del pago del IVA. Eso intentaron hacer, sin éxito, los diputados.

El apagón en las librerías representó una fuerte señal de presión para que sancionaran la ley.

La Ciudad de Buenos Aires amanecerá el domingo empapelada con afiches que, aunque no impulsarán la figura de ningún candidato, tendrán una fuerte connotación política: “La Ley del Libro es una realidad. El Congreso la sancionó en su versión original. El Presidente la promulgará cumpliendo con su promesa”. La estrategia de los sectores vinculados a la industria editorial es presionar de un modo categórico al Ejecutivo para que refrende una ley a la que ya resulta difícil seguir dándole vueltas, después de treinta años de marchas y contramarchas. La industria quiere que el Presidente promulgue la ley tal como salió el martes de Senadores, pero al mismo tiempo tiene temores al respecto. Este año, en la Feria del Libro, las entidades se mostraron más duras que nunca respecto de las vacilaciones oficiales, y luego las librerías hicieron sentir su fuerza con un apagón. Ahora, con el aliciente de la aprobación del Senado por unanimidad, no quieren tener más sorpresas.
La llamada Ley de Fomento del Libro y la Lectura, contempla cuatro aspectos fundamentales: 1) la producción y comercialización de libros quedará exenta del pago del Impuesto al Valor Agregado (IVA) en todas sus etapas, desde su impresión hasta el consumidor final. 2) Los escritores no pagarán impuesto a las ganancias. 3) Se eliminan las barreras impositivas tanto para la importación como para la exportación, lo cual pone en un plano de relativa igualdad a la producción nacional con los libros importados. 4) Se penaliza la piratería y el negocio informal de la fotocopia de textos enteros, que perjudican a la industria editorial.
El famoso artículo 11, que reglamenta la exención del IVA a los libros, todavía tiene fuerza como para extender el dolor de cabeza que le ha causado a propios y extraños. El Poder Ejecutivo podría vetar toda la ley, o algunos de sus artículos, y el 11 es el que cuenta con las de perder. Hace dos meses, Diputados había aprobado el proyecto pero con modificaciones en ese ítem, y los más escépticos temen que Cavallo no lo deje pasar así nomás. Ya presionó en su momento a Diputados para que lo modificara. Otros, pragmáticos, sostienen que corroborar esta controvertida ley así como está, sería una buena señal para demostrar un espíritu reactivador de la economía. Por las dudas, La Cámara Argentina del Libro (CAL), en su pronunciamiento institucional, apeló a un tono ligeramente adulatorio para esperar lo que se viene: “el presidente tiene en sus manos el futuro cultural de nuestra sociedad, si cumple con su palabra todos los argentinos se verán favorecidos: se fomentará el trabajo de los autores nacionales; se incrementará la producción editorial en condiciones adecuadas de calidad, cantidad, precio y variedad; se preservará nuestro patrimonio literario y se promoverá el acceso igualitario al libro”.
Para dar una señal de buena voluntad, y mostrarse consustanciada con el afán reactivador, la CAL prometió que la promulgación de la ley provocaría un descenso de hasta un 15% en el precio de tapa de los libros producidos en el país. El fantasma de la recesión interminable pesa sobre el sector. El autor de la ley, Carlos de la Rosa (PJ de La Pampa), sostiene: “Sin desgravación impositiva el libro argentino termina con un valor de casi un 15 por ciento adicional respecto del importado, lo que se traduce en una caída de 7 por ciento en la producción de libros nacionales”.
Aunque la presencia de autores del peso de Marcos Aguinis, Federico Andahazi y Martha Mercader, por citar algunos, (además estaba Pacho O’Donnell, en su doble función de intelectual y de antiguo propulsor de la ley, cuando era senador por el menemismo) avaló la sanción, hay quienes sostienen que se trata de una ley más sensible a los intereses de los editores que de los escritores. De hecho, la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) denunció que la nueva legislación no prevé una defensa del autor frente a lo que considera “abusos” de las editoriales en los contratos. En la Sociedad de Escritores de Argentina proponen la futura sanción de una “Ley del Escritor”.

 

Opinan cuatro escritores

Así opinaron cuatro escritores consultados por Página/12:
“Me parece perfecto que hayan sancionado esta ley. Y espero que la promulguen, porque no creo que el Estado pudiera ahorrar mucho con el IVA o con el derecho a las ganancias de un escritor. De todos modos, esto no tiene nada que ver con la cultura. No garantiza que vayan a salir mejores libros. Es un tema meramente económico. Y en ese terreno, esta ley hubiese tenido verdadero sentido hace veinte años. Hoy la industria editorial argentina ya no existe, está en manos de grupos extranjeros.” (Abelardo Castillo)
“Me parece muy bien esta ley. Hubiera querido estar cuando se sancionó, pero no pude. Ahora, yo me pregunto: ¿hará esta ley que se vendan más libros? El precio va a bajar un poquito, pero es una duda de que sea ese poquito lo que hizo que la gente cada vez lea menos.” (Alicia Steimberg)
“Nunca pude entender la ley del libro, pero ha de ser una cosa buena porque nunca terminan de aprobarla. Yo de números no entiendo nada, a duras penas sé algo de letras. Desde que tengo uso de razón escucho: ‘Cuando aprueben la ley del libro, todo va a ser una maravilla’, así que sólo nos resta esperar que esto sea beneficioso para la cultura.” (Isidoro Blaisten)
“Aunque no es una ley pensada específicamente para nosotros, si favorece a la industria editorial, en definitiva nos favorece a todos. Muchos autores no son conscientes de que estamos todos en el mismo bando. Los editores no son nuestros enemigos.” (Ana María Shua)

 

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