Lo de Cavallo no basta
El lunes 4 de junio se anunció el megacanje de deuda. Sólo
once días más tarde, viendo que el riesgo país
no bajaba, Domingo Cavallo lanzó su último paquete
de medidas, incluyendo una devaluación parcial y sui generis
del peso al introducir el factor de empalme para subir
el dólar comercial. Dos semanas más pasaron desde
entonces, y ni el riesgo país, ni las noticias sobre el consumo
y sobre el desempleo, ayudaron a creer en una mejora de la situación.
Así como el propio Cavallo cambió el viernes 15 el
énfasis de su política, poniendo el acento en la búsqueda
de la reactivación por medios propios, sin esperar a que
baje el riesgo país e ingresen capitales, varios economistas
salieron a la palestra con nuevas propuestas. Todas ellas tienen
algo en común: plantear que los instrumentos utilizados por
Cavallo son ineficaces y no conseguirán que la economía
despegue, sobre todo porque la dosis aplicada es insuficiente. Esto
parece comprenderlo el mismo equipo económico, que esta semana
despachó a Daniel Marx a Estados Unidos para seguir explicando
el plan y probablemente para volver a intentar un respaldo directo
del Tesoro norteamericano, además de nuevos desembolsos del
Banco Mundial.
Roberto Frenkel, que viene de exhumar otro mecanismo probable para
subir el dólar comercial, no cree que el factor de empalme
sirva. No va a tener ningún efecto, predice.
El problema de Cavallo es que sigue maniatado por el programa fiscal
de ajuste convenido con el FMI, lo que lo obliga, en el diseño
de las medidas tributarias, a quitar con una mano tanto o más
de lo que da con la otra. El Fondo también frenó su
propósito de aflojar las reglas de la convertibilidad monetaria
para inyectar dinero en la economía. Así, al no ingresar
capitales, continúa la lenta caída de los depósitos
en el sistema bancario, drenaje que en algún momento puede
convertirse en una crisis financiera. A la merma de depósitos
se añade el corte en el fondeo externo de los bancos, mientras
que las carteras activas se deterioran por el aumento de la mora.
Cavallo comenzó a liberar parte de los fondos inmovilizados
del sistema, pero no pudo avanzar.
Javier González Fraga como lo hiciera Pedro Lacoste
propone apelar a los recursos que se amontonan en los fondos jubilatorios.
El ex presidente del Banco Central respalda la propuesta de reducir
o eliminar temporariamente el aporte previsional de los asalariados,
porque aumentaría el consumo a cambio de disminuir muy poco
las jubilaciones privadas futuras. De paso, recuerda que la abrupta
reforma previsional de 1994, que desvió hacia las AFJP los
aportes de los trabajadores, explica un tercio de la deuda externa
que contrajo el Estado, que se encontró de improviso con
un déficit anual de 5000 millones de pesos. Este desahorro
del sector público no se traduce en mayor gasto fiscal sino
en una acumulación de ahorro privado que agrava la deflación
porque le resta mercado a la producción.
Juan José Llach, hombre clave en la anterior gestión
de Cavallo, piensa que la incertidumbre cambiaria que existía
ya antes de marzo, pero se ahondó con el anuncio de la cesta
de monedas y el factor de empalme impide que la economía
arranque porque muy pocos se animan a endeudarse en dólares,
mientras que el costo del crédito en pesos es prohibitivo.
Aunque respalda las decisiones de Cavallo, cree imprescindible que
el tomador de un préstamo en dólares pueda asegurar
cambio. Teniendo en cuenta lo imperfecto y reducido del mercado
de futuros, Llach sostiene que es el Banco Central el que debe proveer
los seguros de cambio.
Su idea, que recién está elaborando, es que el Central
no estaría asumiendo riesgo alguno porque sabe que
no devaluará, y ganaría graciosamente la prima
del seguro. Sin embargo, para evitar la reaparición de viejos
fantasmas o el temor de que se estén rifando las reservas,
vendiéndolas a futuro, Llach piensa en algún mecanismo
que le permita al BCRA reasegurar ese riesgo, o acceder a alguna
línea multilateral o privada, externa o interna, que lo respalde.
En síntesis, tanto Lacostecomo González Fraga o Llach
están diciendo que a la política de Cavallo le falta
algo para lograr que los motores de la coyuntura se enciendan.
Frenkel, por su parte, trae a colación la polémica
que, siete décadas atrás, sostenían Keynes
y los ortodoxos en torno del mejor medio para acabar con la deflación
y reactivar. Los ortodoxos recomendaban entonces dejar que siguieran
cayendo los precios, que la deflación hiciese su trabajo
purificador, ya que con la crisis quebrarían los más
ineficientes. En algún momento, el aumento de valor de los
saldos monetarios, por la caída de precios, elevaría
la demanda. Pero Keynes replicaba que a medida que cayese el Producto,
la gente se volvería cada vez más pesimista, más
temerosa de perder su empleo, más renuente a consumir. Para
los endeudados, la deflación equivale además a una
suba en la tasa de interés. En estos términos, este
callejón, similar al argentino actual, no tiene salida. Lo
que hace falta es inyectar demanda para mostrarle a la gente que
la economía puede crecer. En una palabra: cebar la bomba.
Pero la diferencia, a favor del pasado, es que entonces no había
fuga de capitales. Hoy, aunque la Convertibilidad permitiera crearlo,
sería peligroso inyectar dinero porque podría acelerar
la pérdida de reservas.
Según una función econométrica que Frenkel
elaboró dos años atrás, en base a lo sucedido
a lo largo de la convertibilidad, la tasa de crecimiento del Producto
en un determinado trimestre depende de cuánto se haya expandido
la cantidad de moneda (incluyendo hasta los depósitos en
dólares) en el trimestre anterior, y de la prima de riesgo
que rija en el trimestre corriente. Para que la economía
crezca hace falta que la masa de medios de pago se haya dilatado,
lo cual impacta sobre la demanda con un retardo promedio de un trimestre,
y que la tasa de riesgo país esté en un nivel razonable.
Ninguna de esas dos condiciones se verifica actualmente. Frenkel
no ve, por tanto, ninguna razón para creer que el crecimiento
esté a la vuelta de la esquina, y en esto coincide con la
mayoría de los vaticinios y con lo que vienen mostrando los
indicadores. Por tanto, la deuda seguirá creciendo más
que el Producto. Exactamente lo opuesto a lo que se necesita para
desactivar la bomba.
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