Por Horacio Cecchi
Si en Miramar se pidiera una
descripción, todos coincidirían en darle un perfil casi
neutro, parece un curita dicen algunos, cara de poker.
El otro, es macizo, tan morrudo como lo indica su apodo: el Mono. Ambos,
Oscar Echenique y Ricardo el Mono Suárez, aunque con
sus rostros cubiertos con camperas, fueron ayer las caras visibles de
la conexión policial en el crimen de Natalia Melmann, denunciada
en febrero por Página/12. Ambos, detenidos el jueves por la noche
en Miramar y Lomas de Zamora, declaraban ante el fiscal Marcos Pagella.
La acusación que pesa sobre ellos es casi tan larga como la correspondiente
condena: privación ilegítima de la libertad y abuso sexual,
ambos agravados, y homicidio triplemente agravado por alevosía,
ensañamiento, y el concurso premeditado de dos o más personas
con el fin de procurar impunidad. De demostrarse estos delitos, la condena
se sintetizaría en una palabra que se prolonga en el tiempo: perpetua.
Además de su detención, Echenique y el Mono Suárez
compartieron diversos aspectos de su vida: ambos son sargentos primero
de la Bonaerense, ambos en Miramar. Ambos estaban de guardia el domingo
4 de febrero pasado, el día en que desapareció Natalia.
También, según los investigadores, llegaron tarde a cubrir
sus puestos, demorados por algún misterioso inconveniente ocurrido
mientras tenía lugar el crimen. Curiosamente, también tienen
procesos de notable parecido aunque de curso diferente: Echenique, ante
la justicia, en una causa por apremios ilegales que investiga la fiscalía
4 marplatense. Causa que lo llevó a la disponibilidad preventiva.
Por Mono que sea, Suárez fue más sutil: en la Bonaerense,
golpear a una mujer se castiga con un sumario administrativo.
Echenique y Suárez coincidieron también en la lista de cinco
policías acusados por Gustavo Melmann de haber participado en el
crimen. El 14 de febrero pasado, mientras el Gallo permanecía prófugo
y arreciaban las críticas contra la policía, la comisaría
sufrió una limpieza. Entre la veintena de policías derivados
a otras unidades, al Mono le tocó en suerte el Comando de Patrullas
de Lomas de Zamora. Echenique siguió en disponibilidad en su casa,
a dos cuadras de sus vecinos los Melmann.
Mienten los que dicen que fue a la discoteca Amadeus haciéndose
pasar por un oficial de Narcotráfico, aseguró al semanario
miramarense El Planeta, Liliana Echenique, una entre los 16 hermanos del
curita cara de poker. Y aparentemente, tenía razón, aunque
no decía todo: el de Narcotráfico es otro, el tercer policía
sospechado en el crimen.
Al Mono lo pasaron a buscar el jueves por la noche por su nuevo destino.
Simultáneamente, un equipo de la Policía Judicial con órdenes
del fiscal Pagella, tocaba a la casa de Echenique. No estaba. La comisión
derivó hacia el otro extremo de la ciudad, sobre la 9, entre 16
y 18. Allí vive la suegra del sargento disponible. Los investigadores
golpearon a la puerta. ¿QQuién es?, preguntó
la suegra. ¿Está Echenique?, le respondieron.
Cara de Póker se asomó. Las cartas estaban jugadas.
A Echenique lo trasladaron a Coronel Vidal, un destacamento habitualmente
utilizado para detener policías. Al Mono le tocó Playa Serena.
Ambos sin riesgo de ser protegidos por sus congéneres. El Gallo,
entretanto sigue en Melchor Romero, hipercustodiado por penitenciarios
para evitar su fuga hacia el más allá.
Los dos policías están acusados de privación ilegítima
agravada por el uso de violencia y amenazas; abuso sexual agravado (se
comprobó la violación y hace un mes las pericias concluyeron
en que habían participado dos o más personas, entre las
que no se encontraba el Gallo); y homicidio triplemente agravado por alevosía,
ensañamiento, y concurso premeditado de dos o más personas
con el fin de procurar la impunidad del hecho. La condena que correspondería
de demostrarse esos delitos es la perpetua.
Según la declaración del Gallo, ambos se encontraban en
el patrullero que levantó a Natalia y a él, la noche del
4 de febrero, para llevarlos a una cancha de tenis donde sufrieron un
simulacro de fusilamiento. Al Gallolo dejaron ir. A Natalia no. Al patrullero
lo acompañaba un auto chico y de color claro. Lo conducía
un tercer policía, no uniformado, de gran parecido con uno de los
dos personajes que se acercaron a Natalia en Amadeus, mostrando credenciales
de Narcotráfico. Los Melmann coinciden con el Gallo salvo en un
detalle: no fue víctima sino entregador. Diría que
la situación de Fernández tiende a complicarse, deslizó
una fuente judicial. Los nuevos detenidos agravan el delito de homicidio
que pesa sobre él.
Hace quince días, el Procurador General de la Suprema Corte bonaerense,
Eduardo de la Cruz, había confirmado la hipótesis de la
conexión policial. Ayer, en conferencia de prensa anunció:
El caso está resuelto. Tenemos indicios vehementes de que
estas dos personas son las responsables del crimen. Falta ajustar algunos
detalles, confió a Página/12. No descartamos
que haya más policías involucrados directamente o encubridores.
También ayer, Gustavo Melmann regresaba a Miramar después
de un día agitado y 39 grados de fiebre.
Las fábulas
de Miramar
En febrero pasado, este diario publicó un informe sobre
el perfil de la sociedad miramarense y el modo en que el caso Melmann
había repercutido en su mansa tranquilidad. En aquella nota,
la mansa tranquilidad (destrozada por el crimen) se corría
como un telón para dar a luz al miedo arrastrado durante
décadas. El miedo era sostenido por un poder nepótico,
o sea, el poder repartido entre unas pocas familias. Una solicitada
publicada el 24 de ese mes en Crónica de Miramar, cuestionaba
duramente el punto de vista de este diario, acusando a su autor
de llegar al extremo de crear una fábula aberrante.
La realidad suele deparar sorprendentes coincidencias: la firmaba
Gilberto Félix Fernández, miramarense por Libre
Elección y cuñado del intendente Enrique Honores
por libre relación. Cuñado porque novia con una hermana
del intendente, Cristina, a cargo de Acción Social. Hace
pocos días, el periodista del semanario local El Planeta,
Alberto Pensotti, fue agredido a golpes por otro cuñado de
Honores, Pacho Serré, marido de Susana Honores, la presidenta
del bloque de la UCR, mientras le gritaba:¡Acá
los límites los ponemos nosotros!, según expresó
en su denuncia penal el periodista. Al día siguiente de la
denuncia, el cuñado de la libre elección querelló
por injurias equívocas al vapuleado periodista,
por haber apoyado hace cuatro meses las críticas al nepotismo.
¿Qué nepotismo?
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LAS
RELACIONES ENTRE LOS UNIFORMADOS Y EL GALLO
Ramón Verón y la ingenuidad
Por H.C.
Es una policía
ingenua, había definido a mediados de febrero pasado el mismo
ministro de Seguridad, Ramón Verón, al intentar explicar
los motivos de la fuga del Gallo Fernández, y cuando aún
no había sido capturado quien era señalado como único
sospechoso del crimen. Unos días antes, la sociedad miramarense
había señalado sus diferencias al barrer a cascotazos la
comisaría local en una pueblada semejante a la que ocurrió
en Tres Arroyos con el crimen de Nair Mostafá. La imagen dada por
Verón, o lo que quedaba de ella si algo quedaba, se
terminó por desvanecer este jueves, cuando dos ingenuos
sargentos fueron detenidos acusados de homicidio triplemente agravado.
El 4 de febrero desapareció la joven. Al día siguiente,
Gustavo Melmann, su padre, señaló al Gallo Fernández
como sospechoso del crimen. El Gallo, un ex convicto de Batán,
fue citado como testigo. Pero el peso de su historia resultó un
lastre: el jueves 8, después de ser descubierto el cuerpo de la
joven dentro del Vivero Municipal, misteriosamente, el Gallo desapareció
de su casa.
Motivos, tenía: según informó este diario, sus vinculaciones
con la policía local eran de vieja data. Incluso en su detención
y posterior condena en el 98 había participado Oscar Echenique.
Según el expediente que investiga el crimen de Natalia, y que ya
supera los 2 mil folios, cada vez que el Gallo caía detenido, ocurría
una curiosa coincidencia: ingenuamente pasaba por ahí Echenique
y participaba de la detención.
La curiosa fuga del Gallo, pese a que era vigilado estrechamente por la
policía, desató una violenta pueblada en Miramar, que terminó
con todos los vidrios de la comisaría local hechos astillas, el
jefe Juan Carlos Grillo desplazado del cargo y más de una veintena
de uniformados alejados a otras destinos. Si bien, la violenta reacción
de los miramarenses apuntaba a las responsabilidades policiales, el ministro
Verón decidió jugar una carta brava para aplacar los ánimos,
y el 12 de febrero, cuando aún no había aparecido el Gallo,
sostuvo que la fuga había sido producto de un acto de ingenuidad
policial.
Dándole la razón, el Gallo prefirió mantenerse oculto
a pocas cuadras del centro de Miramar, en un gallinero. No tenía
la menor intención de averiguar qué ocurriría con
él si esa misma policía perdía su ingenuidad. Un
día después de la expresión de buenos deseos de Verón,
y mientras el Gallo seguía oculto, Ruckauf salió a pegar
duro y amenazó con tomar decisiones si no aparecía
el único sospechoso. Cuatro meses después, la detención
de los dos ingenuos sargentos primero dio otro sentido a las urgencias
del gobernador. Ahora decía ayer Gustavo Melmann,
que aplique la mano dura contra estos dos delincuentes.
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