Por Horacio Bernades
A veces resulta enormemente
frustrante, y te dan ganas de arrancarles la cabeza a los personajes,
y pararte encima de ellos. Afirmación curiosa, proviniendo
del hombre que hizo de la animación en plastilina una de las bellas
artes cinematográficas. Sentimiento comprensible, si se considera
que, para darle movimiento a una criatura hecha en ese material, es necesario
filmarla primero en cada posición, cuadro por cuadro, y recién
luego animarla. Teniendo en cuenta que el cine corre a 24
cuadros por segundo, una cuenta sencilla da por resultado que, al cabo
de un día de trabajar a destajo según esta técnica
que se conoce como stop motion, pueden obtenerse apenas tres (3) segundos
de película. Si son tres segundos de Pollitos en fuga o Wallace
& Gromit, vaya si el esfuerzo vale la pena. Por lo cual es de desear
que Nick Park de él se trata no se deje llevar jamás
por sus impulsos homicidas.
Que Pollitos en fuga, estrenada en cines a fines del año pasado
y sin duda una de las grandes películas del año, se edite
ahora en video, sería de por sí un acontecimiento para celebrar.
Que al mismo tiempo ocurra lo propio con los tres cortos de Wallace &
Gromit, que a lo largo de los 90 convirtieron a Mr. Park (Lancashire,
Inglaterra, 1958) en uno de los nombres esenciales, ya no sólo
del cine de animación sino del cine a secas, hace de este mes una
fecha inolvidable. El sello AVH acaba de poner a la venta estos dos casetes,
a precio sumamente accesible, y por una vez puede decirse que ese ideal
largamente soñado, el de las grandes películas para niños
y adultos, está al alcance de la mano. Hasta ahora sólo
habían podido verse por cable, o gracias a alguna exhibición
aislada. Toda esta movida constituye, a su vez, el mejor modo de ir calentando
los motores ante el anunciado paso de Wallace & Gromit al largometraje,
acontecimiento que se aguarda para el año próximo.
Todo comenzó a comienzos de los 90. La sociedad creativa de Park,
Lord y esa tercera pata que es David Sproxton había deslumbrado
ya con sus creaciones en plastilina para comerciales y videoclips. Notoriamente,
el extraordinario Sledgehammer, de Peter Gabriel. Estaban más que
maduros para lanzarse con sus propios personajes. Estos resultaron ser
un típico señor inglés de clase media, Wallace, y
su perrito beagle, Gromit, que a comienzos de esa década vivieron
su primera aventura. Ante un súbito desabastecimiento de gorgonzola
en casa, Wallace, loco por el queso y convencido (como los niños)
de que la luna está hecha de él, apelaba a sus habilidades
de inventor, fabricaba un cohete casero y se autopropulsaba al espacio.
Lo hacía en compañía del fiel, pragmático,
enormemente vivaz y muy paciente Gromit, que como de costumbre tenía
a su cargo las tareas más pesadas. Todo ello sucedía en
A Grand Day Out, presentada originalmente en 1991 y parte ahora de Las
increíbles aventuras de Wallace & Gromit (ese nombre lleva
la edición en video), con el título de Un día de
campo en la luna.
El corto, que como las dos siguientes andanzas del dúo dura media
hora, resultó nominado al Oscar, pero perdió. No hubo lamentaciones,
ya que el corto ganador ese año, llamado Creature Comforts, llevaba
la firma de ... Nick Park, claro. Las siguientes reapariciones del hombre
y el perro, Los pantalones equivocados (The Wrong Trousers, 1994) y Una
afeitada al ras (A Close Shave, 1996) saldarían la deuda, llevándose,
ahora sí, sendos Oscars. Se trata, vale aclararlo, de dos obras
maestras con todas las letras. Con las tres, así como con Pollitos
en fuga, ocurre lo que con ambas Toy Story: la sorprendente técnica
hace olvidar al instante el material con que esas criaturas han sido fabricadas
y mete al espectador de cabeza en las aventuras de los héroes.
Pero recién en ese punto comienza el verdadero arte de Park. Que
es ya lo saben de sobra quienes hayan visto Pollitos en fuga
el arte de la narración. Recuperando, tal vez como nadie, el oficio
perdido de contador de historias, las de Park son imaginativas, exuberantes,
tan llenas de humor como de extrañas invenciones mecánicas.
Están imbuidas, sobre todo, de una pasión por la aventura
clásica que resulta francamente rara en el cine contemporáneo.
Y habitadas, claro, por unos personajes que, siendo de plastilina están
entre los más nobles, intensos y simpáticos que haya dado
la cultura popular en años. Quien se haya enamorado de Ginger,
la corajuda gallina protagónica de Pollitos en fuga, puede ir preparándose
para el encuentro con Wallace, Gromit, el pingüino Feathers o la
oveja Shawn. Difícil que los olvide.
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