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GENDARMERIA ACUSA AL EJERCITO, LOS
MILITARES SEÑALAN A LOS GENDARMES, TODOS MIRAN A LA SIDE
Una guerra de versiones entre uniformados

Fuentes judiciales afirmaron a Página/12 que uno de los dos muertos en la represión en Mosconi cayó por una bala de Gendarmería. Militares, gendarmes y espías se acusan mutuamente de fomentar los piquetes y los tiroteos para ganar influencia. Narcos, contrabandistas y agitadores.

Por Raúl Kollmann y Martín Piqué

A exactamente dos semanas de los enfrentamientos de General Mosconi, una autoridad del máximo rango judicial le adelantó a Página/12 que las evidencias que existen en la causa indican que uno de los dos muertos -Carlos Santillán y Oscar Barrios– fue abatido por balas de la Gendarmería y el otro por proyectiles que salieron de los piqueteros. La fuente se negó a dar mayores precisiones y sólo agregó que la evidencia surge del calibre de los proyectiles, la trayectoria de los disparos y varios testimonios que constan en la causa.
Más allá de la investigación judicial, la batalla de Mosconi se trasladó al ámbito de las fuerzas de seguridad y de inteligencia que se cruzan acusaciones durísimas por lo ocurrido en Salta. La Gendarmería sostiene que el Ejército quiere instalar la idea de que los hechos de Mosconi están relacionados con las FARC colombianas y con el narcotráfico: el objetivo de los “verdes” sería mostrar que es imprescindible la intervención del Ejército en el Norte para combatir al supuesto narcoterrorismo. En ese marco, no falta una voz que pide atención sobre el hecho de que hubo dos detenidos, suboficiales del Ejército, a los que les habrían secuestrado armas. O sea que la hipótesis –sin comprobación– sería que el Ejército alentó el enfrentamiento.
Los “verdes”, por su parte, ratifican el diagnóstico de que participaron hombres entrenados por las FARC pero, de paso, tiran patadas contra la Gendarmería: sostienen que en el tiroteo hubo gendarmes de uno y otro lado, algunos cercanos a los piqueteros y supuestamente interesados en el negocio del narcotráfico y los otros, llegados de Santiago del Estero, que fueron la tropa enviada a despejar la ruta. La historia –según el Ejército– estaría probada porque hay dos efectivos de la Gendarmería heridos y uno detenido, los tres del lado de los piqueteros.
El Ejército y la Gendarmería, al unísono, apuntan contra la SIDE, sosteniendo que está paralizada y que no aportó un sólo dato de inteligencia que pudiera prever los hechos. La SIDE, para contraatacar, reitera que la clave está en la acción psicológica desplegada por las Fuerzas Armadas para justificar su intervención en materia de seguridad y desliza un dato tan ilegal como grave: se estarían preparando unidades de infantes de Marina e infantes de Ejército, especializándolas en operaciones antidisturbios. Para confundir aun más la situación, en el informe oficial que la Gendarmería le entregó al Gobierno se dice que quienes dispararon fueron los piqueteros, que tenían armas de bajo calibre, apoyados al menos por dos integrantes de una organización de desocupados surgida en Florencio Varela.

El juzgado

La causa por la muerte de Santillán y Barrios está ahora paralizada porque la Cámara Federal de Salta debe sortear cuál de los dos jueces de la zona se ocupa del caso. La instrucción fue realizada por el juez Abel Reynoso, el mismo que ordenó despejar el piquete, lo que ya marca una parcialidad.
La altísima fuente judicial que dialogó con este diario no quiso precisar cuál de las dos víctimas murió por los disparos de gendarmes y cuál por los tiros que provenían del piquete o más bien del monte aledaño a la ruta. La voz del juzgado tampoco quiso dar a conocer qué calibres provocaron las muertes, aunque siempre se dijo que Santillán, abatido en el cementerio, fue alcanzado en la frente por un calibre 22, lo que supone que recibió el disparo desde el piquete o el monte y en cambio nunca quedó claro de qué calibre fue el disparo con el que mataron a Barrios, por lo que tal vez sea el abatido por la Gendarmería.
Un participante de la pesquisa reveló también que se encontraron vainas servidas, correspondientes a calibre 22, en dos casas, una abandonada y otra habitada, que están a pocos metros de la ruta. Según parece, en lacausa judicial figuran cinco testigos de identidad reservada, uno de los cuales menciona que desde esas casas dispararon integrantes del piquete, que se apartaron de la ruta en el enfrentamiento.

El Ejército en acción

Ya en febrero de este año, Página/12 reveló en una nota de Horacio Verbitsky la existencia de un informe del Estado Mayor Conjunto en el que, con el pretexto del llamado Plan Colombia y las amenazas del narcoterrorismo, analiza supuestos grupos violentos, la política migratoria y la guerra social. El informe incluía mapas y describía el respaldo de las FARC a “indeterminados grupos violentos” argentinos. Verbitsky no sólo resaltaba la ilegalidad de la acción de las Fuerzas Armadas en materia de seguridad interior –las leyes lo prohíben– sino menciona tramos ridículos y errores groseros de un informe que, incluía, obviedades como que “el atractivo del cultivo de la coca es su precio de venta”.
Fuentes de la SIDE revelaron que el Ejército presentó varios informes en los últimos meses señalando que en Salta “descansan” guerrilleros de las FARC, que al mismo tiempo entrenan a grupos de esa provincia. La idea primordial es siempre la misma: acoger la propuesta norteamericana de que las Fuerzas Armadas participen en la lucha contra el llamado “narcoterrorismo”, que –traducido– significa que intervengan en materia de seguridad interior y en la represión de las protestas sociales. El dato más alarmante surgido de la SIDE es que ya existirían unidades de la infantería de Marina e infantería del Ejército que se están ejercitando en operaciones antidisturbios. Los hombres de la central de espías no dicen, por ahora, dónde están asentadas esas unidades.
En forma paralela a las presentaciones del Ejército, la Gendarmería aportaba informes que decían exactamente lo contrario: negaban la presencia de guerrilleros colombianos. La SIDE finalmente resolvió hacer su propia investigación y llegó a la misma conclusión: el fantasma de las FARC es una creación del Ejército en su línea de presionar para intervenir activamente en esa zona.
–¿Se está sugiriendo que el tiroteo de Mosconi pudo haber sido promovido por el Ejército para instalar más la idea del narcoterrorismo y la necesidad de intervención militar? –le preguntó Página/12, por separado, a hombres que ejercen cargos de responsabilidad en la SIDE y la Gendarmería.
–Es evidente que nadie puede llevar gente extraña a un lugar como ese, porque todos se conocen –señaló el hombre de la SIDE–, pero el Ejército tiene buchones y no se puede descartar que haya puesto en marcha a alguno de ellos.
–Mire, hay un dato –mencionó el de la Gendarmería–, se detuvo a un suboficial retirado del Ejército, mecánico armero, con bastantes armas en su poder y, además, a otro suboficial retirado también en actitud sospechosa.

La guerra de los gendarmes

Como es obvio, desde el Ejército contraatacan ratificando el diagnóstico de que actúan narcoguerrilleros, pero le hacen a la Gendarmería una lista de imputaciones.
–Hay gendarmes que están con los narcos y por eso niegan lo que nosotros decimos. La mejor prueba es que en Mosconi hubo gendarmes de los dos lados, en el cuerpo que fue a despejar la ruta y entre los que disparaban al lado de los piqueteros.
En realidad, prácticamente nadie –ni la propia Gendarmería– niega que hubo gente de esa fuerza disparándose entre sí. Los que fueron a sacar a los piqueteros integraban el Comando Móvil llevado allí desde Santiago delEstero. En total, unos 200 hombres, especializados en intervenir en conflictos sociales. Se recurrió a efectivos de otra provincia básicamente porque los que están estacionados en Mosconi y sus alrededores se especializan en la custodia de la frontera –y no en despejar rutas– pero también porque se trata de hombres de la zona muy mimetizados con la población.
Tal como adelantó Página/12 inmediatamente después del tiroteo, hubo dos ex gendarmes detenidos y uno herido del lado de los piqueteros. Esto alimenta otra vez las sospechas de una infiltración y es usado como argumento de que los disparos pudieron partir de esos gendarmes metidos furtivamente entre los piqueteros. La Gendarmería sostiene que los tres hombres fueron dados de baja hace muchos años y que, por lo tanto, serían piqueteros como cualquiera de los otros.
Cuando el Ejército menciona la relación con los narcos, pone en realidad sobre el tapete las enormes sospechas que existen sobre actividades de los carteles de la droga en Salta: según los especialistas norteamericanos, en esa provincia habría pistas de aterrizajes y laboratorios donde se procesa la droga que viene de Bolivia. De todas maneras, en la zona de Mosconi se menciona mucho más el contrabando que las drogas, ya que el narcotráfico requiere de una cadena aceitada, con gente que no es lugareña, y se mueve en el marco de una organización de envergadura. Cuando se habla de narco, se habla más bien de funcionarios o de grandes potentados de la zona. “Si usted cruza la frontera con un kilo de coca, en la zona de Mosconi ¿a quién se la vende? En cambio si cruza con una caja de cigarrillos, de inmediato la coloca. La droga, en ese tramo de la cadena, no es un negocio de chiquitaje. El contrabando, sí”, le explicó a este diario un veterano conocedor de esa frontera.
De todas maneras, entre el Ejército y la Gendarmería no hacen más que cruzarse acusaciones: la Gendarmería sugiere que el Ejército pudo haber incentivado a los que dispararon y el Ejército habla del enfrentamiento entre gendarmes.

A las 10

Las recriminaciones cruzadas también abarcan la propia operación de despeje de la ruta.
La Gendarmería sostiene que le planteó claramente al juez Cornejo que todo debió hacerse a las 5 de la mañana del viernes. A esa hora hay pocas mujeres y niños, el factor sorpresa es decisivo, los piqueteros estaban dormidos y después se venía un fin de semana largo –el lunes fue feriado- para amortiguar el impacto periodístico de la operación.
–¿Por qué no se hizo entonces el viernes? –preguntó este diario.
–No sabemos ni nos dieron explicaciones -.bramó un hombre de la Gendarmería.
Lo cierto es que el despeje se intentó recién el domingo a media mañana, Día del Padre. Tal vez lo más notorio es que la operación era un secreto a voces: durante toda la semana, el juez Cornejo fue deteniendo a dirigentes del piquete, sobre todo integrantes del Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y del Partido Obrero (PO), los partidos de izquierda que hace mucho tiempo tienen arraigo en la zona. Eso ya era un indicio de que se venía la represión largamente reclamada al juez por las petroleras de la región. Además, como lo reconocía un jefe de la Gendarmería, “hay muchos gendarmes que viven en la zona, son parte del pueblo, ganan lo mismo que la gente y, por supuesto, se enteran de que se está por poner en marcha una operación, aunque se haga con efectivos traídos de Santiago del Estero”. Esto explica también por qué en el piquete había armas: ya en noviembre hubo tiroteo y la gente, con criterio de autodefensa, llevó sus rifles y pistolas de bajo calibre hasta la ruta. Es una zona donde casitodos tienen armas en su casa, porque suelen cazar o por razones de seguridad.
Es obvio que a esta altura resulta casi imposible determinar quién disparó primero. Los piqueteros sostienen que no tiraron los gendarmes que venían en la formación que avanzaba para despejar la ruta sino los apostados en los tanques de combustible de las petroleras. La Gendarmería asegura que los tiros salieron del piquete y sobre todo de un grupo que se apartó de la ruta y disparó desde las dos casas ubicadas a unos metros, donde supuestamente aparecieron las vainas. La Gendarmería también insiste en la participación de dos hombres, llegados a la zona para una especie de encuentro de piqueteros. Los propios dirigentes de Mosconi, Piquete Ruiz y Pepino Fernández, deslizaron esta semana que efectivamente hubo un par de militantes “extraños” que actuaron esa mañana: “vinieron de otra provincia, pero nosotros los echamos”, dijeron.
Lo concreto es que el enfrentamiento de Mosconi produjo dos muertos, 15 piqueteros heridos y 24 gendarmes con impactos de bala. Este diario dialogó con los médicos de guardia del hospital de Orán, que constataron las heridas de 15 gendarmes –supuestamente los demás fueron atendidos en Salta capital y dos en Buenos Aires– e incluso chequeó las radiografías en las que se ven los impactos, todos calibre 22. No hay constatación en cambio de la gravedad o levedad de las heridas de los otros nueve gendarmes y ya Verbitsky señaló una contradicción: el sargento Mario Bravo, diagnosticado en estado grave, apareció hablando en el programa de Mariano Grondona con lo que aparentemente parecía una herida más bien leve.
Igualmente, el saldo de muertos y heridos dejó a la Gendarmería y también a la SIDE en el centro de varias polémicas.
Si se ratifica lo que le adelantó a Página/12 la alta fuente judicial, por de pronto la Gendarmería deberá explicar quién, cómo y por qué mató a una de las dos víctimas. En la fuerza sostienen que en la primera parte de la acción sólo llevaban elementos antimotines, o sea palos y gases, pero que cuando empezaron los tiros volvieron con fusiles.
También está la imputación de que se actuó con notoria falta de información previa. “Nadie permite que le bajen 24 efectivos”, deslizan desde las otras fuerzas. En la Gendarmería no tienen mucha explicación sobre esa falla, le echan parte de la culpa a la SIDE, pero sacan de la galera un fuerte argumento: “es meritorio lo que se hizo. Si otra fuerza tiene las bajas que tuvimos, responde con una masacre de envergadura”. Hay que tener en cuenta que las imputaciones de “debilidad en la respuesta” dejan el campo propicio para verdaderos peligros en una próxima represión. Se dice que ya circula una orden tajante: “donde veamos alguien que tire, lo bajamos”.
Tampoco debe creerse que la Gendarmería se quedó con las ganas. En los días siguientes al domingo 17, la represión –según todos los testigos– fue de una violencia inusitada. Con el argumento de que cumplían con la orden de detener a los supuestos francotiradores y a Piquete Ruiz y Pepino Fernández, los gendarmes entraron en las casas, golpearon con saña increíble, destruyeron muebles y bienes de la gente de la zona e incluso les pegaron palizas feroces a los detenidos.

Continuará

Transcurridas dos semanas de los hechos de Mosconi, el conflicto continúa, pero por otros medios. No sólo se dirime en el terreno de la negociación para encontrarle alguna salida, una vida más digna, a los pobladores de la zona. Tal vez lo fundamental se está moviendo en forma más callada: en la Casa Rosada, en las fuerzas de seguridad e inteligencia, en el oficialismo, en la oposición e incluso en la voz del banquero Eduardo Escasany que reclama una represión ejemplificadora a los que cortan rutas.Se sigue hablando de un ministerio de Seguridad, de que Carlos Ruckauf sugiere la intervención de los militares en tareas de apoyo en materia de seguridad, de nuevos papeles para la Policía Federal y de las ya mencionadas unidades antimotines que se estarían preparando en la Marina y el Ejército. Por decreto, la Federal –por ejemplo– será responsable de la seguridad de los aeropuertos de Ezeiza y Aeroparque, lo que ya se enmarca en los previsibles enfrentamientos con trabajadores de Aerolíneas. El pronóstico no parece demasiado alentador: a menos que alguien ponga cordura, lo de Salta quizá sea una película destinada a permanecer demasiado tiempo en cartel.

 


 

TENSA PAZ EN GENERAL MOSCONI
Un pueblo que está solo y espera

Por Marta Dillon
Enviada especial a Salta

“Lo que espero es que de todo esto salgan buenos dirigentes, que la gente los quiera, que no sean en vano los muertos, los heridos.” Con el tono de quien advierte que la pulseada está por definirse, Pepino Fernández cambió la ironía por la reflexión y sutilmente parece tomar el último tren de la larga noche del conflicto. Un llamado a elecciones en un plazo no mayor a 60 días fue la última sugerencia de Enrique Martínez, secretario de Pymes, para llevar a Mosconi esa “paz pública” que necesita el juez Abel Cornejo –responsable de los pedidos de captura que mantienen la vigilia en la plaza del pueblo– para ordenar el retiro de los 800 efectivos que todavía cercan esta pequeña ciudad sitiada en la que más de la mitad de sus habitantes están desocupados.
Pero como una serpiente que se come la cola, todo parece estar subordinado a algún paso previo, y a otro, y a otro. Las elecciones tendrían sentido para los piqueteros si pudieran presentar sus propios candidatos, candidatos que seguramente serían, a su vez, quienes tienen orden de captura. Ordenes que no se ejecutan para no alterar el frágil equilibrio que quedó en Mosconi después dos semanas de conflicto y toda clase de visitas institucionales. Por otro lado, sólo el gobernador Juan Carlos Romero podría convocar las elecciones y esto parece estar muy lejos de su voluntad, más cuando sabe perfectamente que ningún favorito suyo tiene chances. Así, es fácil creer que el futuro de Mosconi está marcado por una frase que el juez dijo el viernes: “La Gendarmería se va a quedar por mucho tiempo en la zona”.
Por las dudas, Romero sigue haciendo anuncios para la zona, muchos en coincidencia con los que aportó la comitiva que dirigió Martínez. Otros, ya prometidos anteriormente, como la remodelación del aeropuerto de Mosconi, obra adjudicada hace cuatro años aunque nunca realizada, igual que la construcción de tres puentes en la ruta 34. Su carta más dura, sin embargo, es el control de los planes Trabajar que hasta ahora gestionó la Unión de Trabajadores Desocupados, la organización que crearon los piqueteros de Mosconi. Para esto Romero contó, a favor, con el guiño de Renée Bonetto, secretario de provincias del Ministerio de Interior que públicamente habló de la necesidad de un control institucional de los planes. Y en contra, con Enrique Martínez, que pudo comprobar in situ, después de escuchar una última exposición detallada de lo hecho hasta ahora con 850 planes, “que se ha trabajado mejor en Mosconi que el gobierno provincial administrando 3000 planes, me queda claro que esta gente tiene un mayor compromiso con la zona”.
Hoy a las cinco de la tarde, Juan Pablo Cafiero acompañará a Martínez en una reunión con el presidente Fernando de la Rúa para exponerle un balance de su gestión en Salta, de la que se siente seguro. El miércoles 11, se abriría en la sede Tartagal de la Universidad Nacional de Salta una oficina de extensión de la secretaría de Pymes para darle continuidad a su presencia en la zona, uno de los compromisos adquiridos en Mosconi. En la semana se reunirá con los gerentes de las tres petroleras concesionarias de área –Tecpetrol, Pluspetrol y Refinor– para intentar articular la acción social de la empresas que aseguran que invierten en ese sentido 2 millones de dólares, aunque no quede claro en dónde. La obra que se ve a simple vista es lo más parecido a un tenedor para tomar sopa: grandes salones para escuelas sin infraestructura interna en las comunidades indígenas –o sin alero en una zona en la que el sol aplasta– o toneladas de madera que no se pueden hacer leña sin motosierra.
Pero el reclamo más urgente, ese que se expresa en las heridas de un pueblo arrasado por la represión de la Gendarmería, va a tardar en acallarse. En la plaza de Mosconi se espera que el juez conteste un pedido de eximición de prisión para los líderes del piquete, pero los plazos ya se cumplieron y el juez asegura que no tiene ningún recurso de esa naturaleza. Martínez evalúa que los piqueteros están mal asesoradosjurídicamente, pero nadie en Mosconi puede obviar que detrás de los laberintos legales es necesaria una solución política. O al menos unificar un discurso oficial que no termina de decidir, monolíticamente, se es necesario seguir criminalizando la protesta o atender a sus causas.

 

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