Por Adriana Meyer
Vinieron unos gendarmes,
me agarraron diciéndome que yo estaba cortando la ruta y me empezaron
a pegar en la cabeza, mientras me decían te vamos a matar
aquí nomás. Me subieron al camión, me taparon
los ojos, me decían que yo era francotirador, sin tener nada que
ver con eso. Me bajaron la ropa, me dijeron que me agachara y me pegaron
con los bastones. Arriba del camión, agarraron una picana y comenzaron
a darme corriente eléctrica. Esta es parte de la declaración
indagatoria de uno de 56 detenidos tras el estallido en General Mosconi.
La abogada que los representa, Mara Puntano, del Movimiento por los Derechos
Humanos de Salta, aseguró a Página/12 que el juez Abel Cornejo
basó la calificación de los delitos imputados a los piqueteros
en el testimonio de un muchacho discapacitado que también sufrió
los tormentos de los gendarmes. Le rompieron las costillas y le
cortaron una oreja. Le hicieron decir que todos los cabecillas están
armados. Es la declaración clave que necesitaban, afirmó
la letrada. Y señaló que el represor Sergio Nazario, ex
secretario de Seguridad de Salta, sigue digitando entre bambalinas
en la gobernación (ver aparte).
Yo estaba durmiendo en mi casa y entraron varios gendarmes con bastones,
gomas, pistolas en las manos y me preguntaron si yo tenía armas,
me encapucharon y me llevaron al monte donde me pegaron patadas y me ahorcaron
con una remera vieja, también amenazaron a mi mujer y mis hijos,
después me subieron a un camión y me siguieron pegando,
declaró otro de los detenidos. Rubén Tripi, abogado del
Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh) y co-defensor
de los piqueteros, opinó ante Página/12 que estas
aberraciones las sufrieron la mayoría de los detenidos y
se alarmó por la reaparición de los mismos métodos
que utilizaron durante los años negros de la dictadura.
Desde Salta capital, Puntano suena cansada. Le están por rematar
la casa y lo vive como la misma persecución que están
sufriendo todos los dirigentes que levantaron la voz. Además
de representar a los 56 presos de la última crisis lleva el caso
de Aníbal Verón, el obrero muerto en noviembre de 2000 en
otra represión en Mosconi.
¿Podría describir cómo y por quién fueron
torturados los detenidos?
Después del 17 de junio hubo 56 detenidos y 55 de ellos fueron
golpeados. Ocurrió en el momento de la detención, a manos
de la Gendarmería que estaba en la ruta, que eran efectivos de
Santiago del Estero y Rosario. Algunos de ellos fueron golpeados por el
segundo jefe de Gendarmería del Escuadrón 52, el comandante
De la Colina, cuando los llevaban a un galpón de Vialidad. Ahí
los torturaron. El único que se salvó es Félix Mercado,
que tiene 63 años. Los que venían a Salta ni podían
caminar y los acompañábamos a la fiscalía porque
en el juzgado no les dicen que tienen derecho a hacer la denuncia por
esto. Hay chicos con rastros de picana, lo tenemos verificado con certificados
médicos. Iván Dorado, de 17 años, corre riesgo de
quedar paralítico por el tiro que recibió. Al detenerlos
los gendarmes está fuera de control porque tienen la cara tapada
con esas máscaras antigás.
Usted habla de picana...
Acá en todas las brigadas de investigaciones hay picanas.
Es espantoso. Y sino te ponen sobre un elástico mojado y vos desnudo
ahí... A los changos de Mosconi los picanearon con picana, o sea,
el aparato. Pero no es nuevo, tenemos montones de testimonios de lo que
se hace acá en las brigadas de investigaciones.
¿Un comandante de Gendarmería también los golpeó?
Sí. Víctor de la Colina, que además es abogado,
golpeó él directamente con trompadas a los camilleros Espinosa
y Fernández, acusados de no haber socorrido a un gendarme. Mientras,
los otros les pegaban patadas en los riñones. En la indagatoria
contaron que les dijeron así que vos sos elhijo de puta que
no quiso socorrer a un gendarme. Y ahí les pega. Esto consta
en el expediente.
¿Hicieron alguna denuncia específica al respecto?
Los detenidos fueron de Mosconi a Tartagal, y de allí al
juzgado federal en Salta. Llegaron totalmente golpeados. Pero la justicia
federal de Salta todavía tiene una estructura dictatorial y no
hay médico del Poder Judicial sino de la Policía Federal.
Entonces, por falta de garantías pedimos que los médicos
del hospital San Bernardo certifiquen las lesiones.
¿El juez conoce estos relatos?
Sí, porque lo contaron en las indagatorias. Esto es Macondo.
Es una locura. El juez actuó como un patrón de estancia,
el gobernador igual. Los fallos son de la dictadura militar. Para caratular
la causa como sedición, incitación a la violencia y apología
del delito usó la declaración de un discapacitado mental
al que torturaron salvajemente. Se llama Edgar Cabrera, tiene 27 años
y no sabe leer ni escribir. De hecho, cuando declaró la firma se
la hizo un gendarme. El 18 de julio estaba en el campo arriando vacas
cuando aparecieron los gendarmes. Casi ahorcado con un lazo lo bajaron
del caballo y empezaron a patearlo. Le rompieron las costillas y le cortaron
una oreja. De chico sufrió epilepsia y para tapar las lesiones
dijeron que había tenido un ataque pero su madre afirma que hace
mucho tiempo no los sufre. El mismo contó que en Gendarmería
lo bañaron con agua fría y le dieron ropa nueva. Le hicieron
decir que todos los cabecillas están armados y qué armas
tienen en el monte. Es la declaración clave que necesitaba para
decir que hay francotiradores y grupos armados.
¿Hay alguien imputado?
Sí, es personal de Gendarmería Nacional, habrá
que individualizar a cada uno. Están acusados de apremios
ilegales. Y se están peleando los jueces Cornejo y (Miguel)
Medina para no tenerla. Lo mismo pasa con la denuncia del camarógrafo
Aníbal Arias, de Videotar, que lo golpearon.
¿Cuál es el estado de la causa de Verón?
El juez la unificó con la de este corte de ruta. La de Verón
tiene ocho cuerpos, y hay irregularidades desde que nace la causa. Aprovecho
la oportunidad que me dan para pedir personal especializado para hacer
pericias, sobre todo balísticas y médicos forenses, porque
desde el comienzo se ha tratado de destruir al estilo del caso Cabezas
toda clase de pruebas para impedir que se confirme lo que es vox
populi: que se trato de un disparo de la policía y no de
los piqueteros o de los parientes como el juez y toda la policía
están empecinados en demostrar.
¿La presencia de los funcionarios nacionales influyó
en la actitud del juez Cornejo?
No, mantiene el pedido de captura de la gente. En este momento debe
estar en la zona porque no está en su despacho. Es esos casos es
porque están buscando el momento oportuno para detener a la gente.
Ahora la lista de los que tiene captura es de 39. Y los dirigentes José
Barraza, Carlos Gil y César Rainieri siguen presos, acusados de
sedición.
¿Hubo nuevas detenciones?
No porque los que están en esa lista son los que tienen el
apoyo de toda la gente. Si los tocan se va a levantar el pueblo. Ellos
mientras tanto están tratando de dividir. El gobernador sabía
que todo esto iba a pasar y recién ahora recibe a la gente. El
secretario (Enrique) Martínez dijo que comprendía que el
reclamo es justo y prometió interceder para que venga alguien del
ministerio del Interior porque él no tiene facultades para el tema
de los desprocesamientos. Pero hay gente de ese ministerio que está
con el gobernador y dicen que no van a hablar con delincuentes.
¿Usted tiene el apoyo de otros organismos de derechos humanos?
Sí, de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre y del
Centro de Profesionales por los Derechos Humanos (Ceprodh). Es importantísimo
hacer una red de abogados porque esto va a pasar en todos lados.
Nazario, todavía
trabajando
Mara Puntano no duda en señalarlo. El represor Sergio
Nazario continúa operando entre bambalinas. El comandante
de Gendarmería Nazario era el secretario de Seguridad del
eterno gobernador Juan Carlos Romero hasta que el 17 de junio de
1997 tuvo que renunciar. Un ex gendarme, Omar Torres, y una de sus
víctimas, el ex sindicalista Jorge Aguirre, lo denunciaron
como un torturador famoso en el campo El Vesubio, bajo el alias
de Estévez. Tuvo que dimitir tras las tapas que
le dedicaron los cinco semanarios de Salta. Nazario integra la nómina
de represores de la Conadep y pertenece a la misma fuerza acusada
por los abogados de los organismos de derechos humanos de aplicar
torturas a los actuales detenidos. Pero no es el único represor
que deambula en las sombras del poder salteño. En el juzgado
de Cornejo, la abogada Puntano creyó reconocer días
atrás a un individuo que le traía malos recuerdos.
Cuando tuvo frente a sí al comisario Perelló le preguntó
qué hacía allí. Y el interpelado respondió
que estaba trabajando en la secretaría de seguridad de la
gobernación.
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