Por Victoria Ginzberg
La Policía Federal sigue
buscando al represor Alfredo Astiz por orden de la jueza María
Servini de Cubría. La magistrada confirmó tal como
anticipó ayer Página/12 que dispuso el arresto preventivo
del Angel Rubio y del capitán de fragata Jorge Vildoza
de acuerdo con un pedido de la Justicia italiana y aseguró que
esperaba tener novedades, aunque al cierre de esta edición
el ex marino aún no había sido ubicado.
La pesquisa para arrestar a Astiz comenzó el viernes a las 19.30
y hasta ayer por la noche no había respuesta oficial acerca del
resultado del procedimiento, por eso todavía no se había
declarado prófugo al represor de la Escuela de Mecánica
de la Armada (ESMA). Desde Italia, donde los organismos de derechos humanos
y los investigadores de la causa están a la expectativa de la posible
detención, informaron que existen al menos dos direcciones conocidas
del ex marino, una en Capital y otra en Mar del Plata. Sin embargo, Astiz
no se puede alejar más de 60 kilómetros de Capital Federal
debido a una restricción que le fue impuesta cuando fue condenado
a una pena en suspenso por apología del delito.
El fiscal Francesco Caporale y el juez Claudio Tortora libraron el miércoles
la solicitud para Astiz y Vildoza, ex subjefe del grupo de tareas de la
ESMA y apropiador del hijo de la desaparecida Cecilia Viñas. Vildoza
alias Gastón está prófugo desde mediados
de la década del 80 yServini de Cubría ya había
pedido su captura por su responsabilidad en el robo de bebés.
Los dos ex marinos están acusados en Roma por la desaparición
de tres ciudadanos de ese país en Argentina, Angela María
Aieta madre del dirigente peronista Juan Carlos Dante Gullo
y Juan Pegoraro y su hija Susana, que parió en la maternidad clandestina
que funcionó en la ESMA. En esa causa también están
imputados el dictador Emilio Eduardo Massera y los represores Antonio
Vañek, Jorge El Tigre Acosta y Héctor Febres.
El fiscal Caporale sólo reclamó el arresto del Angel
Rubio y de Gastón porque consideró que
en esos casos había peligro de fuga. Los otros cuatro
represores no pueden huir, están arrestados por robo de bebés
durante la última dictadura.
Astiz nunca fue condenado en Argentina por las violaciones a los derechos
humanos que cometió como miembro del grupo de tareas de la ESMA.
Pero fue el primer represor juzgado en el exterior, cuando en 1990 recibió
cadena perpetua en ausencia en Francia por el asesinato de las monjas
Alice Domon y Leonie Duquet. Además, en Suecia existe otra causa
contra el ex marino por el asesinato de la joven Dagmar Hagelin.
El juez español Baltasar Garzón también ordenó
la detención del ex marino que durante la dictadura se infiltró
en el grupo de familiares de desaparecidos y logró así que
secuestraran a la fundadora de Madres de Plaza de Mayo, Azucena Villaflor.
Pero el reclamo de arresto preventivo con miras a extradición proveniente
de España no se efectivizó, gracias a las trabas que le
impusieron el ex juez Gustavo Literas y el entonces ministro de Justicia
y Derechos Humanos, Ricardo Gil Lavedra.
Cuando en los primeros días del año pasado llegó
la orden de captura contra 98 represores que mandó a través
de Interpol Garzón, Literas reclamó que la solicitud se
hiciera por la vía diplomática y exigió una serie
de datos como fotos y huellas digitales más adecuados
a un juicio de extradición que a un pedido de detención.
El juez español debió rehacer su reclamo, esta vez por 48
militares, pero Literas aseguró que los papeles quedaron trabados
en la Cancillería. El gobierno de Fernando de la Rúa quiso
diferenciarse de su antecesor, pero terminó haciendo lo mismo:
interfiriendo en el juicio de España y enarbolando la bandera de
la territorialidad y la soberanía jurídica. Cuando Astiz
esté tras las rejas, comenzará el juicio de extradición
y si no hay trabas en ese proceso el Gobierno tendrá que volver
a pronunciarse, podrá optar por amparar a quien se convirtió
en un símbolo de la represión ilegal o dejar que la Justicia
haga su trabajo.
El policía que se
negó a torturar
El presidente Fernando de la Rúa remitió al ministro
del Interior, Ramón Mestre, una carta que le envió
un ex agente de la policía de Santa Fe, quien dice haber
sido obligado a renunciar en 1977 por negarse a torturar detenidos.
A través de su vocero, Ricardo Ostuni, el Presidente notificó
al ex agente Antonio Ruoppulo de la recepción de la carta
y le informó que la misma fue remitida al ministro Ramón
Mestre. Ruoppulo le solicitó a De la Rúa que intervenga
para lograr su reincorporación a la fuerza, de la que asegura
haber sido obligado a renunciar en 1977 por no estar de acuerdo
con las torturas que se aplicaban a los detenidos en la localidad
santafesina de Helvecia. El ex agente, que acompañó
la carta con un certificado médico psiquiátrico, pidió
al Presidente su valiosa intervención ante la discriminación
y persecución política que sufre.
En la misma nota, solicitó garantías para su familia,
para los ciudadanos torturados y para los familiares de los que
ya fallecieron, muchos de los cuales firmaron una página
adjuntada a la carta para el presidente De la Rúa, entregada
el 25 de junio. Otras cartas de las mismas características
fueron entregadas por Ruoppulo al gobernador de Santa Fe, Carlos
Reutemann, y al interventor del Instituto Nacional Contra la Discriminación
(Inadi), Eugenio Zaffaroni. Ruoppulo sostuvo que en su renuncia
a la policía, según él forzada, tuvo
preponderante actuación coercitiva quien se desempeñaba
como Interventor de la Comisión de Fomento en aquella época,
el actual senador Duilio Pignata. Tras recibir la respuesta
de De la Rúa, Ruoppulo le envió una carta al ministro
Mestre, ofreciéndole el testimonio del doctor Raúl
Antille, quien se desempeñaba como médico policial
en 1977 y que, según el ex agente, debió atender a
un detenido que fue torturado psicológicamente.
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OPINION
Por María José Guembe*
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No más retrocesos
El juicio oral y público contra el matrimonio Landa y Moreira
por la apropiación de una menor durante la dictadura demuestra
que los Tribunales deben hacerse cargo de las violaciones a los
derechos humanos del pasado. Este proceso permitió garantizar
el derecho a la identidad y hacer justicia con los autores directos
del delito. Pero posibilitará también establecer responsabilidades
de miembros de las fuerzas armadas y de seguridad y de otros funcionarios
en el mismo crimen. Porque la apropiación de menores involucra
diversas responsabilidades, tanto civiles como militares, que es
necesario determinar y castigar.
Sin embargo, no podemos olvidar que la apropiación de Claudia
Poblete se produjo simultáneamente con la desaparición
de sus padres. Aunque resulta difícil separar conceptualmente
ambos delitos, la ley lo hizo y perdonó el crimen de desaparición
forzada. Este hecho incomprensible motivó el histórico
fallo del juez Gabriel Cavallo, que en marzo declaró la nulidad
de las leyes de impunidad y su inaplicabilidad a los delitos cometidos
contra José Poblete y Gertrudis Hlaczik, padres de Claudia.
Esa decisión aplicó la ley, fundándose en normas
que estaban disponibles desde que los hechos ocurrieron, e hizo
justicia.
Estas decisiones se dan en el marco de un consenso generalizado
sobre la Justicia como único ámbito en el que se pueden
resolver los conflictos del pasado y acerca del papel del Poder
Judicial como actor principal en la construcción de una sociedad
respetuosa de los derechos fundamentales. Este camino no admite
retrocesos.
* Coordinadora del Programa Memoria y Lucha contra la Impunidad,
CELS
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