Mejor
no preguntar
¿Qué pasará con Aerolíneas? ¿Quién pagará los sueldos? ¿Habrá
quiebra? ¿Se va Cavallo? ¿Por qué se queja tanto de los radicales?
¿Le conviene al Presidente victimizarse? ¿En qué anda Carrió? ¿Y
Alfonsín? ¿Habrá algo para festejar?
¿Sabe cuántas
empresas aéreas hay en venta en el mundo?, pregunta
un funcionario metido con patas y todo en el abismo de Aerolíneas.
Página/12 no sabe/no contesta. Catorce menea
la cabeza la fuente y repregunta.
¿Usted cree
que alguien puede estar dispuesto a comprar una empresa así,
con siete sindicatos? Se responde solo: claro que no, nadie
va a meter plata en una línea desprestigiada, con Jumbos
atravesando la pista y otras desdichas. Hay que poner la casa en
orden, sugiere, sin usar esa imagen. Al Gobierno le cabe regular
el mercado, para que la competencia no sea ruinosa. (Carlos)
Bastos debe hacer lo contrario de lo que hizo hace diez años
más describe que ironiza, fijar un marco regulatorio y asignar
rutas. Al Ministerio de Trabajo le compete conseguir que los gremios
unifiquen o al menos simplifiquen la representación. Y, aunque
esto se confiese menos, que se reduzca la plantilla de personal.
Entonces y sólo entonces podrá Rodolfo Terragno actuar
como negociador tratando de encontrar-armar un comprador. Dos límites
tendría Terragno, dice otra fuente del gabinete: no reestatizar,
no poner plata. Algunas condiciones pone Terragno: tener algo atractivo
para ofrecer: una línea con prestigio, con rutas garantizadas.
Si cuenta con eso, dice tenerse fe. Sin esos recursos, mejor ni
intentarlo.
¿A qué
juega Cirielli? Quién no se interroga sobre eso. La
mayoría de las fuentes del Gobierno, incluidas las cercanas
a Patricia Bullrich y Chrystian Colombo, lo critican duramente pero
no sospechan que sea un conspirador. El Presidente, cuenta uno de
sus interlocutores oficiales más frecuentes, sí le
sospecha. Cree que juega para los gallegos, resume.
Hace unas semanas le imputaban ser aliado de Carlos Ruckauf. Nadie
tiene una prueba, un dato. Y eso que medio Gobierno habló
con el gremialista, para bronca de Bullrich. Cuando la negociación
se empantanó hubo varios interlocutores: Colombo, Nicolás
Gallo, la mano derecha presidencial Leonardo Aiello. Todos volvieron
con un palmo de narices. Unos pocos, con teorías conspirativas.
¿Y los sueldos
de junio? Deben pagarse en la semana que comienza mañana.
La plata no está, del Estado no va a salir y de la SEPI mejor
ni hablar. Si la empresa no paga, la convocatoria podría
devenir quiebra en un santiamén. No van a quebrar postula
un importante integrante del oficialismo, van a optar por
la liquidación. Vender todo, pagar todas las deudas e irse.
Las otras empresas españolas radicadas acá les imponen
que la corten, que frenen el escándalo. Sería
un final pésimo para todos. Ellos tendrían que poner
cerca de 1000 millones, incluidos alrededor de 280 de indemnizaciones.
Los trabajadores quedarían con plata en el bolsillo pero
en la calle. Y nosotros con otra frustración. Un final
pésimo, a la par que el más factible.
¿Qué le
dijo Colombo a los españoles? Qué no les dijo en medio
de una tumultuosa reunión en el edificio puro metal y vidrios,
antiestético y potente (como fue el Estado benefactor) que
antaño albergó a Somisa y hoy a Jefatura de Gabinete.
Entre lo reproducible: que tenían que mostrar las cartas
de una vez por todas y añadiendo que viendo su conducta
y la de los gremios se entiende por qué Aerolíneas
está como está. Un síntoma de la pésima
relación del gobierno con la SEPI y de la tensión
que sienten los encargados de encontrar una salida a la crisis.
¿Pronóstico?
Reservado por decir lo menos y corriendo contra reloj en la semana
en que hay que pagar los sueldos.
Tema dos
¿Se va el
Mingo? Todos se lo preguntaban el viernes, en el estertor
de una semana hábil terrible. Los rumores surcaban la city,
las radios, las redacciones, los desolados pasillos del Congreso.
Varios datos alentaban las especulaciones.
El más consistente:
La depresión económica continúa y su mera prolongación
la agrava. Cavallo no ha conseguido bajar el riesgo país,
hacer virar las expectativas, convencer a los inversores y los organismos
extranjeros. Parece obstinado en querer revivir a un muerto,
chancea un operador alfonsinista, usando una metáfora más
gruesa, sexual y brutal. El chiste describe bien la relación
entre la hiperquinesis del superministro y la exigüidad de
sus resultados.
El segundo en entidad:
Las quejas de Cavallo acerca de la falta de solidaridad y acompañamiento
del resto del oficialismo. Quejas que fueron volcadas por portavoces
autorizadísimos del propio titular de Economía. Cuando
Mingo le proponía una medida a Menem, sabía pronto
a qué atenerse. Si la respuesta se demoraba un par de días,
era que por el motivo que fuera la fuente cavallista guiña
el ojo, a buen entendedor había veto presidencial.
La demora era una señal clara. Pero, de lo contrario, en
48 horas tenía vía libre. Con los radicales la demora
es lo usual, no indica nada, sino el ritmo de esta gente.
Cavallo rezonga ostensiblemente contra los manejos en el PAMI, contra
la designación de un clon de Héctor Lombardo a su
frente. También descargó su bronca en oídos
oficiales y no tanto por la interna radical en la provincia de Buenos
Aires en la que las dos listas competían por demostrar quién
estaba más lejos de él. Cavallo se enfada bastante
con estas situaciones y despotrica contra los radicales
en oídos de sus compañeros de gestión, todos
ellos correligionarios.
¿Protesta como medio para ganar espacio o como rebusque para
ir justificando su salida? Toda la Rosada intenta graduarse en cavallología,
intentando descifrar la furia del huracán. Tal vez, como
ocurre con ciertas psicologías carentes de superyó,
ni el propio interesado termine de saberlo.
El tercero son las embestidas
de arietes del establishment financiero, que pegan duro y repercuten
mucho. Hubo varias en un racimo de horas: a) el mensaje protogolpista
de Eduardo Escasany a una convocatoria a la represión y a
la mano dura emitida por un emisario de paupérrimos pergaminos
democráticos pero consistentes a la hora de exhibir, obsceno,
poder desnudo, b) la aparición de Roque Fernández
en Costa Salguero, como soporte de la actuación de la figura
central, Cecilia Bolocco y asumiendo el rol de abanderado de la
ortodoxia financiera. La reaparición de un delgado y estetizado
Roque fue la parte más ostensible de una ofensiva del CEMA
que va por la cabeza de Mingo.
¿Y, si se va Mingo,
qué? Entra Adalberto (Rodríguez Giavarini),
replican por la Rosada como si se tratara de un cambio normal en
medio de un partido amistoso de fútbol. Pero los nervios
y la incertidumbre se palpan. Se le va al Gobierno la última
carta que le quedaba dentro del modelo, definió ante
los suyos Elisa Carrió, seguramente más certera.
Tema tres
¿Quién
arma la agenda pública? La sempiterna preocupación
de comunicólogos, voceros y políticos tuvo en estos
días una respuesta paradojal en esta tierra de milagros y
catástrofes. Con General Mosconi ardiendo, Aerolíneas
agonizando, el riesgo país a más de 1000 puntos y
Boca campeón de América el oficialismo logró
la hazaña de añadir dos temas de tapa a esa agenda.
Eso sí, ambos fueron, predecibles, golazos en contra.
La cruzada contra Marcelo Tinelli, amén de ridícula,
estaba desde el vamos destinada al fracaso y antes que él
al papelón. En esa batalla perdida desde que se entabló
fue vanguardia el vocero del Gobierno Juan Pablo Baylac, quien quiso
romper la inercia de un oficialismo genéticamente poco dispuesto
a defenderse. Su actitud retempló al Presidente siempre quejoso
de no tener paladines de su causa. Lo bautizaron (a guisa de elogio)
como el Corach del radicalismo. Tal vez cebado por ese
mote, animado por Nicolás Gallo se metió a jugar de
visitante contra un especialista y así le fue.
Quien dobló la apuesta fue el propio Presidente aconsejado,
comentan los especialistas de Palacio, en este caso, por su vocero
Ricardo Richard Ostuni. Y se lamentó ante una
cronista de La Nación de que la plata no le alcanza. La respuesta
popular y mediática le fue letal: desde colectas públicas
en plena calle Florida, hasta sarcasmos como el de María
Elena Walsh, quien sugirió que pusiera a trabajar a sus hijos,
u otros sobre Shakira.
Los hacedores de imagen del Presidente insisten en presentarlo como
una víctima: de Chacho, de Tinelli.. En el caso del salario,
lo sería de su propio ajuste.... El afán tiene una
virtud: complace al Presidente que suele verse a sí mismo
así, un eterno abandonado, un eterno acreedor impago. Pero
suena como un disparate disfrazar de tal a quien debe ser el timonel
en medio de un maremoto.
Jamás la Argentina ha tenido un gobierno tan obsesionado
por su imagen como éste y seguramente ninguno la ha visto
caer tanto en tan poco tiempo. Un pecado original tiene su política
de comunicación: pensar que la imagen de un gobierno es un
problema discursivo, ajeno a sus desempeños y resultados
palpables. El modo de presentar el discurso puede variar, desde
los creativos formatos posmo de los Agulla hasta las comparaciones
con Arturo Illia fabuladas por De la Rúa y Ostuni, pasando
por la jerga institucionalista del presidente o de Baylac. Todas
chocan con el mismo escollo: la gente común tiene dispositivos
de decodificación de los mensajes, el más primario
es su experiencia cotidiana. La investidura presidencial no se deteriora
por culpa de algunos chuscos sino de los resultados de un año
y medio de gestión, de huecas convocatorias a una unidad
nacional que no se palpa, de políticas impositivas que se
contradicen, de eternas reiteraciones acerca de la unidad de un
gobierno que ya eyectó al vice, a casi todo el Frepaso, al
alfonsinismo y va por más. Las personas informadas saben
que el Gobierno está carcomido por cien internas por
no decir si no la de estos días Juan Pablo Cafiero vs. todos,
Gerardo Morales vs. Juampi, Lombardo vs. Cavallo, Nicolás
Gallo contra Bullrich. La gente menos avisada lo percibe aun
sin conocer los detalles.
Aquella sabia, vieja frase de Abraham Lincoln, la que remataba en
que no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo no
integra el bagaje de los comunicadores del oficialismo que en estos
días batió su ya elevado record de bloopers.
Tema cuatro
¿Hay vida después
de las elecciones de octubre? Para el Gobierno será arduo
sobrevivir si se confirma lo que se viene avizorando: una paliza
electoral para el oficialismo. Algunos de sus operadores piensan
que todo se resuelve armando un discurso acerca de las bancas senatoriales,
explicando que lo importante no es la suma de los votos, ni la cantidad
de provincias ganadas sino la composición de la Cámara
Alta. Una alquimia discursiva (ver Tema tres) en la que nadie cree.
Otro sector oficialista piensa urdir acuerdos de gobernabilidad
de acá a octubre. Todo induce a creer que durarán
lo que un castillo de naipes tras un vendaval generado en las urnas.
Más constructivos, tanto en el peronismo como en la Alianza,
piensan en un virtual gobierno de coalición con un peronista
como Jefe de Gabinete. El problema, explican aun los peronistas
mejor dispuestos a la jugada, es el perfil de ese improbable compañero,
representativo como para convocar a un gobierno de crisis nacional
y dispuesto a inmolarse en el intento, en vez de esperar su turno
para el 2003. O antes.
¿Qué está
haciendo Lilita? Es la obsesión de dirigentes, operadores
y punteros de todas las fuerzas políticas. Carrió
puede producir un sismo en el mapa político porteño
y derramarlo sobre la provincia de Buenos Aires. Raúl Alfonsín
intenta convencerla de que sea candidata de la Alianza en Capital.
Carrió lo escucha es casi el único dirigente
radical de primera línea con el que dialoga, cada vez más
espaciadamente pero le transmite su convicción: su
legitimidad, creciente, flaquearía si pacta con la Alianza.
Buena lectora de Max Weber, la diputada chaqueña cree que
su crecimiento político nace de una crisis de representación.
Roto el contrato social, su legitimidad crece porque hace lo que
mucha gente quiere que haga. Esto es, cuestionar e investigar a
la corrupción y mantenerse bien distante de un sistema político
en situación terminal. Si hiciera otra cosa, por caso, volver
a un redil de un gobierno que según ella traicionó
a su electorado, perderá el apoyo.
¿Qué hace,
pues, Carrió? Acumula. Consensos que le llegan casi sin operar.
Apoyos sociales difusos que hacen crecer su imagen (recibo 600 mails
por día, a veces más, explica). Y avanza en la investigación
sobre lavado de dinero, convencida de que a los gobernantes decadentes
le cabe la lógica del juicio de residencia. Cuando se extingue
el poder basado en el delito, se diluye la impunidad, incluso el
apoyo o la piedad que vienen del Norte. Lo que le pasó a
Montesinos puede ocurrirle a otros monjes negros del radicalismo
y del PJ, se entusiasma Carrió.
¿Se baja Alfonsín?
Operadores del grupo sushi se mueven para que así ocurra.
Como ya informó Página/12, aducen motivaciones constructivas:
no romper con Cavallo, preservar al jefe de la UCR del diluvio electoral.
Su prospectiva computa lo que hoy por hoy es casi un lugar común:
Alfonsín mide muy mal en provincia. Muy lejos de Eduardo
Duhalde dicen los más optimistas radicales. Los pesimistas
auguran que le muerde los talones a Luis Farinello. Por ahora, el
jefe radical nada dice, y juega sus fichas a conseguir que Lilita
lo ayude en la parada.
Final con esperanza
¿Ganará
Argentina? especula, con Página/12, un ministro. Se
refiere al Sub-20. Y se anticipa a aclarar: no es que piense que
con eso se va a descomprimir algo. Pero creo que la gente necesita
que algo salga bien, no sufrir otra decepción más.
La gente no se banca una nueva frustración.
Tal vez así sea. En estos días, la fiesta fue para
los de Boca. Tal vez, en la semana que se inicia, haya algo para
celebrar en medio de tanta malaria. Fuerza, pibes.
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