Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira

KIOSCO12

OPINION
Por Mario Wainfeld

Mejor no preguntar

¿Qué pasará con Aerolíneas? ¿Quién pagará los sueldos? ¿Habrá quiebra? ¿Se va Cavallo? ¿Por qué se queja tanto de los radicales? ¿Le conviene al Presidente victimizarse? ¿En qué anda Carrió? ¿Y Alfonsín? ¿Habrá algo para festejar?

“¿Sabe cuántas empresas aéreas hay en venta en el mundo?”, pregunta un funcionario metido con patas y todo en el abismo de Aerolíneas. Página/12 no sabe/no contesta. “Catorce” menea la cabeza la fuente y repregunta.
“¿Usted cree que alguien puede estar dispuesto a comprar una empresa así, con siete sindicatos?” Se responde solo: claro que no, nadie va a meter plata en una línea desprestigiada, con Jumbos atravesando la pista y otras desdichas. Hay que poner la casa en orden, sugiere, sin usar esa imagen. Al Gobierno le cabe regular el mercado, para que la competencia no sea ruinosa. “(Carlos) Bastos debe hacer lo contrario de lo que hizo hace diez años” más describe que ironiza, fijar un marco regulatorio y asignar rutas. Al Ministerio de Trabajo le compete conseguir que los gremios unifiquen o al menos simplifiquen la representación. Y, aunque esto se confiese menos, que se reduzca la plantilla de personal. Entonces y sólo entonces podrá Rodolfo Terragno actuar como negociador tratando de encontrar-armar un comprador. Dos límites tendría Terragno, dice otra fuente del gabinete: no reestatizar, no poner plata. Algunas condiciones pone Terragno: tener algo atractivo para ofrecer: una línea con prestigio, con rutas garantizadas. Si cuenta con eso, dice tenerse fe. Sin esos recursos, mejor ni intentarlo.
“¿A qué juega Cirielli?” Quién no se interroga sobre eso. La mayoría de las fuentes del Gobierno, incluidas las cercanas a Patricia Bullrich y Chrystian Colombo, lo critican duramente pero no sospechan que sea un conspirador. El Presidente, cuenta uno de sus interlocutores oficiales más frecuentes, sí le sospecha. “Cree que juega para los gallegos”, resume. Hace unas semanas le imputaban ser aliado de Carlos Ruckauf. Nadie tiene una prueba, un dato. Y eso que medio Gobierno habló con el gremialista, para bronca de Bullrich. Cuando la negociación se empantanó hubo varios interlocutores: Colombo, Nicolás Gallo, la mano derecha presidencial Leonardo Aiello. Todos volvieron con un palmo de narices. Unos pocos, con teorías conspirativas.
¿Y los sueldos de junio? Deben pagarse en la semana que comienza mañana. La plata no está, del Estado no va a salir y de la SEPI mejor ni hablar. Si la empresa no paga, la convocatoria podría devenir quiebra en un santiamén. “No van a quebrar –postula un importante integrante del oficialismo–, van a optar por la liquidación. Vender todo, pagar todas las deudas e irse. Las otras empresas españolas radicadas acá les imponen que la corten, que frenen el escándalo.” “Sería un final pésimo para todos. Ellos tendrían que poner cerca de 1000 millones, incluidos alrededor de 280 de indemnizaciones. Los trabajadores quedarían con plata en el bolsillo pero en la calle. Y nosotros con otra frustración.” Un final pésimo, a la par que el más factible.
¿Qué le dijo Colombo a los españoles? Qué no les dijo en medio de una tumultuosa reunión en el edificio puro metal y vidrios, antiestético y potente (como fue el Estado benefactor) que antaño albergó a Somisa y hoy a Jefatura de Gabinete. Entre lo reproducible: que tenían que mostrar las cartas de una vez por todas y añadiendo que –viendo su conducta y la de los gremios– se entiende por qué Aerolíneas está como está. Un síntoma de la pésima relación del gobierno con la SEPI y de la tensión que sienten los encargados de encontrar una salida a la crisis.
¿Pronóstico? Reservado por decir lo menos y corriendo contra reloj en la semana en que hay que pagar los sueldos.
Tema dos
“¿Se va el Mingo?” Todos se lo preguntaban el viernes, en el estertor de una semana hábil terrible. Los rumores surcaban la city, las radios, las redacciones, los desolados pasillos del Congreso. Varios datos alentaban las especulaciones.
El más consistente: La depresión económica continúa y su mera prolongación la agrava. Cavallo no ha conseguido bajar el riesgo país, hacer virar las expectativas, convencer a los inversores y los organismos extranjeros. “Parece obstinado en querer revivir a un muerto”, chancea un operador alfonsinista, usando una metáfora más gruesa, sexual y brutal. El chiste describe bien la relación entre la hiperquinesis del superministro y la exigüidad de sus resultados.
El segundo en entidad: Las quejas de Cavallo acerca de la falta de solidaridad y acompañamiento del resto del oficialismo. Quejas que fueron volcadas por portavoces autorizadísimos del propio titular de Economía. “Cuando Mingo le proponía una medida a Menem, sabía pronto a qué atenerse. Si la respuesta se demoraba un par de días, era que por el motivo que fuera –la fuente cavallista guiña el ojo, a buen entendedor– había veto presidencial. La demora era una señal clara. Pero, de lo contrario, en 48 horas tenía vía libre. Con los radicales la demora es lo usual, no indica nada, sino el ritmo de esta gente.” Cavallo rezonga ostensiblemente contra los manejos en el PAMI, contra la designación de un clon de Héctor Lombardo a su frente. También descargó su bronca en oídos oficiales y no tanto por la interna radical en la provincia de Buenos Aires en la que las dos listas competían por demostrar quién estaba más lejos de él. Cavallo se enfada bastante con estas situaciones y despotrica contra “los radicales” en oídos de sus compañeros de gestión, todos ellos correligionarios.
¿Protesta como medio para ganar espacio o como rebusque para ir justificando su salida? Toda la Rosada intenta graduarse en cavallología, intentando descifrar la furia del huracán. Tal vez, como ocurre con ciertas psicologías carentes de superyó, ni el propio interesado termine de saberlo.
El tercero son las embestidas de arietes del establishment financiero, que pegan duro y repercuten mucho. Hubo varias en un racimo de horas: a) el mensaje protogolpista de Eduardo Escasany a una convocatoria a la represión y a la mano dura emitida por un emisario de paupérrimos pergaminos democráticos pero consistentes a la hora de exhibir, obsceno, poder desnudo, b) la aparición de Roque Fernández en Costa Salguero, como soporte de la actuación de la figura central, Cecilia Bolocco y asumiendo el rol de abanderado de la ortodoxia financiera. La reaparición de un delgado y estetizado Roque fue la parte más ostensible de una ofensiva del CEMA que va por la cabeza de Mingo.
¿Y, si se va Mingo, qué? “Entra Adalberto (Rodríguez Giavarini)”, replican por la Rosada como si se tratara de un cambio normal en medio de un partido amistoso de fútbol. Pero los nervios y la incertidumbre se palpan. “Se le va al Gobierno la última carta que le quedaba dentro del modelo”, definió ante los suyos Elisa Carrió, seguramente más certera.
Tema tres
¿Quién arma la agenda pública? La sempiterna preocupación de comunicólogos, voceros y políticos tuvo en estos días una respuesta paradojal en esta tierra de milagros y catástrofes. Con General Mosconi ardiendo, Aerolíneas agonizando, el riesgo país a más de 1000 puntos y Boca campeón de América el oficialismo logró la hazaña de añadir dos temas de tapa a esa agenda. Eso sí, ambos fueron, predecibles, golazos en contra.
La cruzada contra Marcelo Tinelli, amén de ridícula, estaba desde el vamos destinada al fracaso y antes que él al papelón. En esa batalla perdida desde que se entabló fue vanguardia el vocero del Gobierno Juan Pablo Baylac, quien quiso romper la inercia de un oficialismo genéticamente poco dispuesto a defenderse. Su actitud retempló al Presidente siempre quejoso de no tener paladines de su causa. Lo bautizaron (a guisa de elogio) como “el Corach del radicalismo”. Tal vez cebado por ese mote, animado por Nicolás Gallo se metió a jugar de visitante contra un especialista y así le fue.
Quien dobló la apuesta fue el propio Presidente aconsejado, comentan los especialistas de Palacio, en este caso, por su vocero Ricardo “Richard” Ostuni. Y se lamentó ante una cronista de La Nación de que la plata no le alcanza. La respuesta popular y mediática le fue letal: desde colectas públicas en plena calle Florida, hasta sarcasmos como el de María Elena Walsh, quien sugirió que pusiera a trabajar a sus hijos, u otros sobre Shakira.
Los hacedores de imagen del Presidente insisten en presentarlo como una víctima: de Chacho, de Tinelli.. En el caso del salario, lo sería de su propio ajuste.... El afán tiene una virtud: complace al Presidente que suele verse a sí mismo así, un eterno abandonado, un eterno acreedor impago. Pero suena como un disparate disfrazar de tal a quien debe ser el timonel en medio de un maremoto.
Jamás la Argentina ha tenido un gobierno tan obsesionado por su imagen como éste y seguramente ninguno la ha visto caer tanto en tan poco tiempo. Un pecado original tiene su política de comunicación: pensar que la imagen de un gobierno es un problema discursivo, ajeno a sus desempeños y resultados palpables. El modo de presentar el discurso puede variar, desde los creativos formatos posmo de los Agulla hasta las comparaciones con Arturo Illia fabuladas por De la Rúa y Ostuni, pasando por la jerga institucionalista del presidente o de Baylac. Todas chocan con el mismo escollo: la gente común tiene dispositivos de decodificación de los mensajes, el más primario es su experiencia cotidiana. La investidura presidencial no se deteriora por culpa de algunos chuscos sino de los resultados de un año y medio de gestión, de huecas convocatorias a una unidad nacional que no se palpa, de políticas impositivas que se contradicen, de eternas reiteraciones acerca de la unidad de un gobierno que ya eyectó al vice, a casi todo el Frepaso, al alfonsinismo y va por más. Las personas informadas saben que el Gobierno está carcomido por cien internas –por no decir si no la de estos días Juan Pablo Cafiero vs. todos, Gerardo Morales vs. Juampi, Lombardo vs. Cavallo, Nicolás Gallo contra Bullrich–. La gente menos avisada lo percibe aun sin conocer los detalles.
Aquella sabia, vieja frase de Abraham Lincoln, la que remataba en que no se puede engañar a toda la gente todo el tiempo no integra el bagaje de los comunicadores del oficialismo que en estos días batió su ya elevado record de bloopers.
Tema cuatro
¿Hay vida después de las elecciones de octubre? Para el Gobierno será arduo sobrevivir si se confirma lo que se viene avizorando: una paliza electoral para el oficialismo. Algunos de sus operadores piensan que todo se resuelve armando un discurso acerca de las bancas senatoriales, explicando que lo importante no es la suma de los votos, ni la cantidad de provincias ganadas sino la composición de la Cámara Alta. Una alquimia discursiva (ver Tema tres) en la que nadie cree. Otro sector oficialista piensa urdir acuerdos de gobernabilidad de acá a octubre. Todo induce a creer que durarán lo que un castillo de naipes tras un vendaval generado en las urnas. Más constructivos, tanto en el peronismo como en la Alianza, piensan en un virtual gobierno de coalición con un peronista como Jefe de Gabinete. El problema, explican aun los peronistas mejor dispuestos a la jugada, es el perfil de ese improbable compañero, representativo como para convocar a un gobierno de crisis nacional y dispuesto a inmolarse en el intento, en vez de esperar su turno para el 2003. O antes.
¿Qué está haciendo Lilita? Es la obsesión de dirigentes, operadores y punteros de todas las fuerzas políticas. Carrió puede producir un sismo en el mapa político porteño y derramarlo sobre la provincia de Buenos Aires. Raúl Alfonsín intenta convencerla de que sea candidata de la Alianza en Capital. Carrió lo escucha –es casi el único dirigente radical de primera línea con el que dialoga, cada vez más espaciadamente– pero le transmite su convicción: su legitimidad, creciente, flaquearía si pacta con la Alianza.
Buena lectora de Max Weber, la diputada chaqueña cree que su crecimiento político nace de una crisis de representación. Roto el contrato social, su legitimidad crece porque hace lo que mucha gente quiere que haga. Esto es, cuestionar e investigar a la corrupción y mantenerse bien distante de un sistema político en situación terminal. Si hiciera otra cosa, por caso, volver a un redil de un gobierno que –según ella– traicionó a su electorado, perderá el apoyo.
¿Qué hace, pues, Carrió? Acumula. Consensos que le llegan casi sin operar. Apoyos sociales difusos que hacen crecer su imagen (recibo 600 mails por día, a veces más, explica). Y avanza en la investigación sobre lavado de dinero, convencida de que a los gobernantes decadentes le cabe la lógica del juicio de residencia. Cuando se extingue el poder basado en el delito, se diluye la impunidad, incluso el apoyo o la piedad que vienen del Norte. Lo que le pasó a Montesinos puede ocurrirle a otros monjes negros del radicalismo y del PJ, se entusiasma Carrió.
¿Se baja Alfonsín? Operadores del grupo sushi se mueven para que así ocurra. Como ya informó Página/12, aducen motivaciones constructivas: no romper con Cavallo, preservar al jefe de la UCR del diluvio electoral. Su prospectiva computa lo que hoy por hoy es casi un lugar común: Alfonsín mide muy mal en provincia. Muy lejos de Eduardo Duhalde dicen los más optimistas radicales. Los pesimistas auguran que le muerde los talones a Luis Farinello. Por ahora, el jefe radical nada dice, y juega sus fichas a conseguir que Lilita lo ayude en la parada.
Final con esperanza
“¿Ganará Argentina?” especula, con Página/12, un ministro. Se refiere al Sub-20. Y se anticipa a aclarar: no es que piense “que con eso se va a descomprimir algo. Pero creo que la gente necesita que algo salga bien, no sufrir otra decepción más. La gente no se banca una nueva frustración”.
Tal vez así sea. En estos días, la fiesta fue para los de Boca. Tal vez, en la semana que se inicia, haya algo para celebrar en medio de tanta malaria. Fuerza, pibes.


 

PRINCIPAL