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COMO ES LA VIDA DE LOS EX PARTICIPANTES
¿Hay vida después de los reality?

Eduardo (�El Bar�), Carla (�Robinson�), Natalia y Eleonora (�Gran Hermano�) relatan en esta producción cómo fue volver a la realidad del exterior, y hasta qué punto sirve la fama obtenida.

Por Verónica Abdala y Julián Gorodischer

Hay una vida después de los reality shows, que comienza justo en el momento en el que un ex rehén, como Eduardo Nocera (el “loco” o el “poeta”, o el anfitrión del bar Sarajevo) se da cuenta de que muchos le atribuyen una cualidad que no cree poseer y que, en general, es negativa.
A saber: Eduardo, en la entrevista con Página/12, asegura que se lleva muy pero muy bien con los travestis. Que se pasó numerosas madrugadas “tomando un café o un vino” con Claudia con K (un travesti) y que es “amigo, lo que se dice muy amigo, de muchos putos”. Eduardo insiste sobre el tema, y el acto no es espontáneo: responde a una sistemática campaña de restauración de imagen. Después del incidente con Celeste (el travesti al que, en “El Bar”, le dijo: “Carlos, te llamás Carlos”), se siente víctima del efecto distorsivo de la tele: “El público cree que soy un homofóbico”, dice.
En un segundo momento, ya asumido el “demonio” de la edición al que muchos refieren, Eduardo paladeó la popularidad nueva, ésa que ahora lo coloca como anfitrión (los viernes, en el Espacio Giesso) de fiestas multitudinarias que repiten un rito: el autógrafo, la remera con dedicatoria, el halago (“vos sí que sos del palo...”) y el otro palo para sus teleenemigos: “Daniel es un tarado”. Tanta es la presión y tan marcado el acoso, dice, que hubo que pactar una distancia prudente y momentánea con su telenovia Julieta. “Ella prefiere vivir con una amiga para zafar de toda la presión”, explica. “Si le digo que la quiero ver, nos vemos y hacemos el amor. Todo el tiempo me piden notas o se me acerca gente, y ella estaba al lado. Y no es justo reservarle un segundo plano. Yo estoy buscando departamento. Ella está recuperando su manera de ser.” Por ahora, ninguno de los dos tiene previsto hacer uso del análisis psicológico gratuito que la producción les provee a los participantes que lo consideren necesario, por un máximo de dos años.
En un tercer momento, llega la percepción de cierta injusticia del medio, uno que le exprime la popularidad y no le retribuye con monedas. Dice Eduardo: “Las publicidades de Personal (alguien parodia la pelea de Celeste y Eduardo, y se explota el remate: “Carlos...”) y la de Musimundo (con un gag sobre “La Cumbre”) usan cosas mías. A mí no me dieron ni un disco, y menos un teléfono”. Por supuesto, el reproche se hace extensivo a sus ex compañeros. “Me asombra que Daniel, un tipo que me odiaba, ahora me llame todos los días para preguntar: ‘che, ¿ya arreglaste con Pol-ka?’”. El cuarto tiempo, uno más grato, le auspicia la concreción de un proyecto postergado: “En ‘El Bar’ tuve que elevarme al paroxismo como hombre para hacer humor. Ahora quiero hacer humor en serio. Tengo setenta sketches escritos basados en la improvisación. ¡Quiero hacer cagar de risa al país!”

Natalia, de Gran Hermano

“Me parece que Dios se acordó de mí”, dice Natalia Fava, y confiesa que, desde que la tentaron para integrarse al elenco de Nito Artaza y Miguel Angel Cherutti, sueña con bajar una escalera enfundada en un traje de plumas. “Esa es la fantasía de cualquier mujer. Igual, me animo a todo”. Siente que ya pasó lo peor. Tras su paso por la casa, cree haber conseguido aquello que había ido a buscar “costara lo que costase”: la fama, o lo que ella entiende como la plataforma de lanzamiento para su carrera televisiva y/o teatral, un sueño esperado.
El precio que tuvo que pagar fue alto, pero ella asegura que no se arrepiente de nada. A su salida del programa, asistió por televisión al acercamiento de su “novio” Santiago con Tamara, apenas unas horas después de que abandonó la casa. Durante su ausencia, papá Fava había amenazado a la producción con que se iba a “subir a un auto y arrasar con la pared de la casa”, en plan de rescate, en el caso de que el romance entre su hija yel muchacho subiera de tono. El reto llegó recién a la salida de la chica: “Ahora me vas a tener que escuchar. Justamente, te estaba esperando...”
“Nena, por fin saliste de ese nido de víboras”, le dijo a su hija mamá Fava. “¿No te dabas cuenta de que quienes decían adorarte te estaban clavando cuchillos por la espalda?”. La producción le informó a Natalia, como a los demás participantes, que la proveería de una consulta psicológica semanal sin cargo, por algunos meses, incluso después de la finalización de “Gran Hermano”.
Por estos días, en que se hospeda en el hotel Concorde de la Capital, en la misma habitación en la que duerme Patricia, “La Cordobesa”, Natalia, que es marplatense, espera poder instalarse definitivamente en Buenos Aires y sueña con el ofrecimiento de algún productor televisivo: “Me encantaría conducir un programa de entretenimientos, como el de Susana Giménez”, dijo en entrevista con este diario. Aunque preferiría que avanzaran las negociaciones con Cherutti y Artaza. “No soñaba específicamente con las plumas, porque ése no es en realidad mi perfil. Pero creo que lo haría. Dicen que pagan un montón”.
En el caso de que su sueño no prospere, sabe que en Telefé las puertas están abiertas: fuentes del canal informaron que hay grandes posibilidades de que la chica tenga su programa de entretenimientos en la temporda 2002. Claudio Villaruel había declarado anteriormente que le veía “posibilidades televisivas”.

Carla, de Expedición Robinson II

Debe haber cierto encanto en sentirse una villana de tiempo completo, porque a Carla Levy, en ese personaje, se la ve radiante. Esta mujer camina por las mañanas rumbo al gimnasio, y alguien, un día cualquiera, le grita: “Sos una hija de puta”. Ella, la altiva segundona del reality show de Canal 13, la que estuvo a punto de pero perdió frente a “la buena” Vick, le responde: “Debés ser hermana mía”. No le asusta el rol de “miembro de la Alianza del Mal” que la tele le confiere desde que se emitieron las imágenes de su acuerdo con Mónica y Alejandro para echar a los integrantes del Grupo Sur. “Estoy muy segura de cómo soy como persona. Lo que opine la gente no me importa”, asegura desafiante.
El testimonio es la clave para entender las estrategias de rebelión de los villanos, a la salida: hacer como si no pasara nada, o nada que les moleste verdaderamente. Buscarle a la fama el costado positivo. Y claro que, para Carla, lo tiene esta nueva vida de “conocida”, cuando frecuenta discotecas o reuniones. Dice: “Es cierto, tengo más éxito con los hombres. Aunque, en realidad, con los hombres nunca tuve problema: soy una persona que llama la atención”. La que habla es “el monumento” o “la potra” .según apodos de la producción–, una mujer que se promocionó en el comienzo de la aventura con una frase comentada después: “El sexo es un arma para quedar en la isla”.
Ahora asume que la suya fue, tal vez, la camada más fugaz de famosos repentinos, una que centralizó los comentarios mientras el ciclo duró, pero que desapareció inmediatamente de la pantalla, sin prolongarse en un movilero, una actriz secundaria, un modelo... ¿Qué sucedió? Carla tiene una explicación para dar: “Me gustaría conducir un programa o hacer notas, pero no se da. No hay propuestas. El nuestro fue un Robinson muy conflictivo, y la tele no quiere problemas”.

Eleonora, de “Gran Hermano”

“La verdad, fue bastante shockeante: no es fácil salir del encierro de tantos días y descubrir que todos, en la calle, en el supermercado, en los negocios, conocen tu vida, y saben de tus virtudes y de tus miserias. Mucho más cuando hiciste algo que los demás consideran que no está bien”. Quien habla, Eleonora, vivió la extraña experiencia de haberse convertido,sin quererlo, en la villana de una trama que comprendió recién después de abandonar el programa. Pese a la sorpresa que le produjo enterarse del lugar que la televisión parecía tenerle reservado, no se resistió a su nueva imagen pública. “Me tomo todo con mucha tranquilidad, porque sé que hoy te aman o te odian, pero pasado puede no acordarse nadie de vos, y hay que estar preparado. Además yo no creo haber hecho nada mal, así que no me hago drama”, reflexionó en diálogo con Página/12.
Su acercamiento inicial al programa, y su posterior ingreso, estuvieron signados por una secreta esperanza: la de “cambiar de vida, de un día para el otro”. “Hasta diciembre del año pasado, yo trabajaba, estudiaba Ciencias Políticas en la facultad de El Salvador y salía con mis amigos y mi novio. Pero en realidad no era feliz, y estaba cada vez más disconforme con todo”, describe la chica que en la casa se comprometió con Gastón, y que fue eliminada por el público después de haber planificado con aquél y con Fernando un complot para eliminar a Tamara. Así fue que un buen día se decidió a darle un vuelco a su vida y se prestó al juego de vivir frente a las cámaras, durante casi tres meses.
Por momentos la incomoda el permanente acoso de la prensa, los llamados telefónicos que perturban las siestas de la casa familiar, en Lomas de Zamora, los insultos que recibe de algunos espectadores del programa, que no le perdonan los celos desmedidos que la enfrentaron a sus competidoras mujeres, ni el hecho de haber intentado desplazar por cualquier medio a Tamara.
Pese a haber descubierto que, en cierta medida, Gastón no es lo que aparenta dentro de la casa, Eleonora espera que gane el juego, y sueña con un viaje a Buzios que los tortolitos se prometieron por los días de convivencia, admite que “no le desagrada” la posibilidad de recibir propuestas de trabajo en la televisión, y planifica su partida de la casa familiar, en pos de la independencia que, según dice, hace tiempo que viene postergando. En Telefé, donde gustó su participación en la telenovela interna de “Gran Hermano”, le tienen reservado un bolo y un in crescendo en telenovelas. Con contrato por tres años (de dos mil dólares mensuales), como el resto, la villana de los complots podría ser una mala también en la ficción.

 

Rehenes con salida laboral

Fernando (“Gran Hermano”): Ya pactó con la agencia de modelos de Ricardo Piñeyro para ingresar a sus huestes de caras bonitas. Creen, en el lugar, que con un buen trabajo de producción previo, el “vago” podría ganar en atractivo visual y realizarse en las pasarelas.
Diego Garibotti (“Expedición Robinson I”): Es el único sobreviviente de los famosos repentinos de la isla que todavía aparece en la pantalla. Tanto Picky como Consuelo probaron suerte en tiras de Pol-ka y Estevanez pero se quedaron en el intento. Diego, en cambio, se entrena en la coconducción de “Venite con Georgina”, por Azul.
Martín (“Gran Hermano”): Firmó contrato para tener un micro semanal en el programa de la tarde de Maru Botana, por Telefé, en el cual enseñará trucos para aspirantes y aficionados a barman. Existe la posibilidad de que, además, conduzca su propio programa deportivo en el canal de las pelotitas.
Tamara y Gastón (“Gran Hermano”): Están programados ciclos especiales de entrevistas, en Telefé, para “conocerlos a fondo”. Pero no se especula, con certeza, con espacios propios en el corto plazo por una simple razón: son demasiado conflictivos para la imagen del canal. Los familiares de Tamara, entretanto, temen que la noticia de que circulan públicamente los videos que la muestran bailando números eróticos, pueda afectar su estabilidad emocional. Tampoco saben qué le dirán los amigos a los que delató como “drogones” y “chorros”. Los de Gastón son más explícitos: “¿Qué va a pasar cuando en un bar lleno de rugbiers le griten ‘¡Ahí está el puto de Gastón!’ y lo quieran cagar a trompadas?”, se pregunta la hermana.

 

OPINION
Por María Inés Chávez Paz*

Más fuerte que una cárcel

El primer impacto para los participantes, al salir de la casa, es sentirse adentro: les cuesta entender que el juego terminó. Les hace demasiado daño la avalancha de información. Requieren, esa primera noche, de mucho cuidado. Por eso los acompañamos al hotel, estamos con ellos, cenan con algún familiar, y eligen si quieren dormir solos o acompañados. Tienen que recibir afecto genuino. Al día siguiente, las cosas cambian: la gente empieza a verlos y se dan cuenta de que son conocidos, de todo aquello que les habíamos explicado. Las reacciones varían según los participantes, pero con cierta rapidez vuelven a ser lo que eran antes de llegar a la casa. Se reconstruyen los límites, el autocontrol, un marco de referencia. El efecto del aislamiento es muy fuerte. La necesidad de apoyo y afecto es muy grande, en la casa, y por eso ellos buscan el afecto que tenían afuera. De allí el enojo que surge después frente a la supuesta traición, cuando en realidad esto es un juego, y en un juego no hay traición. De allí en más, hay gente que lo sufre más que otros. En algunos casos, se encontraron incluso con rupturas de pareja. Pero, en casi todos los participantes, las familias reaccionaron parecido: muy bien ante todas las salidas, con cierta incondicionalidad de los padres. Sólo cuando el afán de ganar es muy fuerte, aparecen los enojos. Me queda, después de esta experiencia, una lección sobre el aislamiento. He visto cárceles, pero “Gran Hermano” produce efectos más fuertes, positivos (solidaridad, afecto, simpatía exacerbada) pero también negativos. Y ésas, según parece, son las reglas de este juego.

* Psicóloga de “Gran Hermano”.

 

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