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“ORFEO”, DE MONTEVERDI, EN EL TEATRO COLON
El sonido unido a la palabra

Un elenco de gran homogeneidad, Víctor Torres en un protagonista notable y Garrido en la dirección logran una versión histórica de una obra fundante.

Víctor Torres canta un Orfeo
impecable y de gran presencia.
El elenco está conformado casi exclusivamente por argentinos.

Por Diego Fischerman

L’Orfeo, de Claudio Monteverdi, es a la vez una obra sencilla y poderosísima. Tal vez haya poco allí de lo que luego fue constituyendo a la ópera como género: ni grandes intrigas, ni malentendidos, ni identidades ocultas ni, mucho menos, arias en las que el texto es apenas el pretexto para el lucimiento del cantante. Medida con los patrones del siglo XIX, ésta es una obra estática en lo teatral y, en lo musical, más cercana al recitado (que ronda casi permanentemente) que a lo que hoy se considerarían bellas melodías. Sin embargo, el efecto dramático (y el embelesamiento) que produce esa música unida a esos versos es formidable.
Estrenada en 1607 en el palacio del duque de Mantua, ésta es una composición que pone en escena, de manera inmejorable, el ideal estético del Renacimiento tardío en relación con la unidad entre música y palabra. Aquí, ni una ni la otra son pensables por separado. Y el ejemplo mejor es “Posente spirto”, el fragmento que mayor virtuosismo demanda por parte del protagonista. Existen pocos momentos en la historia de la ópera capaces de mostrar un mayor grado de integración entre tratamiento musical y necesidades dramáticas. Esa exhibición de posibilidades técnicas a la que se ve obligado el cantante, lejos de ser gratuita o una mera concesión a las reglas del espectáculo, es absolutamente necesaria por la sencilla razón que de ella depende que Caronte acceda a romper la regla principal del Infierno: los vivos no pueden estar en el mismo lugar de los muertos. Además de los artilugios vocales, el arte de Orfeo (al fin y al cabo un encantador además de un cantante) está en la argumentación impecable: ese no es el infierno porque la sola presencia de su amada lo convierte en paraíso y él, por otra parte, vagando sin ella, no es alguien a quien pueda considerarse vivo.
En una versión musicalmente maravillosa, L’Orfeo volvió (aunque en muchos aspectos fue un estreno) al escenario del Colón. La primera vez había sido en 1937 y la segunda 41 años después, sin escenificación. Ambas transgredían uno de los elementos fundamentales: la instrumentación original. Lo mismo sucede con los modos de cantar típicos del estilo del 1600. Un cantante que no conociera a la perfección las particularidades de este estilo fracasaría estrepitosamente. Y es allí donde comienzan los aciertos de esta lectura en que a la claridad conceptual de su director, Gabriel Garrido, se unió un grupo de instrumentistas y cantantes (incluyendo un coro superlativo, magníficamente preparado por Andrés Gerszenzon) con excelente formación estilística.
Víctor Torres compuso un Orfeo impecable en lo vocal, de seguridad y precisión asombrosa (incluso en las temibles ornamentaciones del “Posente spirto”) y con una notable presencia escénica. A pesar del estatismo y delos gestos a lo friso a los que apostó el régisseur, Gilbert Defló, el Orfeo de Torres fue cálido y conmovedor. Graciela Oddone, en su breve participación como Eurídice (y, sobre todo, en su parlamento final, cuando dice que su marido venció a los dioses pero fue vencido por su propio amor) fue exacta y expresiva. Conformaron un elenco de particular homogeneidad, que logró una interpretación de gran intensidad emocional. Una escenografía sumamente bella (sobre todo en la primera escena del primer acto y en el infierno) ideada por William Orlandi, unida a la sugerente iluminación de José Luis Fiorruccio, fue el otro atractivo importante de esta puesta. Una puesta en muchos sentidos histórica, si se tiene en cuenta que para el Colón, todavía, la ópera anterior a Mozart es una excentricidad pero, sobre todo, si se repara en que en este caso casi la totalidad de los cantantes e instrumentistas (muchos de ellos los más importantes de la escena actual a nivel mundial) son argentinos.

 

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