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ENTREVISTA A ADRIANA VARELA, DESPUES DE SU SHOW EN ESPAÑA
“Si me dicen punk, a mí me encanta”

La cantante, que corroboró
en la Semana Argentina en Madrid el prestigio que tiene en buena parte de Europa, sostiene que para el público
de ese continente está ayudando a recuperar 50 años de historia del tango.

Adriana Varela dice que �no cambio
una canción para ganar público europeo, hago lo mío�.

Por Esteban Pintos
Desde Madrid

Adriana Varela bromea. Dice que padece todavía de “extra large” (por “jet lag”, el efecto avión que opera sobre las personas y sus husos horarios internos). Llegó el jueves, día del jazz en la Semana Argentina en Madrid (que al cierre de esta edición celebraba su gran final con Fito Páez, Antonio Birabent, Ariel Rot y Leo García), se emocionó con Fats Fernández y ahora es su turno. Es media tarde en la capital española, el indicador callejero marca 38 grados y dentro del teatro Lope de Vega, el grupo está probando sonido y la tanguera “punk” –según una definición de la prensa francesa en ocasión del festival de tango en París– pide un rubio para fumar. No tiene, pero lo consigue. Y ahora sí, habla. ¿Punk, usted? “Diva marginal, también me dijeron... Y punk, por lo que ellos piensan que sería romper reglas de algo. Si ellos lo dicen... A mí me encanta”, le dijo a Página/12 en el hall de esta sala que parece construida para escuchar tango. Más miradas extranjeras sobre Varela: la publicada ayer, en la sección discos del suplemento Tentaciones del diario El País. “Mujer pasional, de las que saca el tango de las tripas, Varela se ha granjeado en España adhesiones inquebrantables con discos como Vuelve el tango y Corazones perversos”, escribió el crítico Fernando Neira sobre el lanzamiento aquí del disco Tangos de lengue, que merece según su juicio tres estrellas. En lenguaje Tentaciones, tres estrellas es “aconsejable. En su estilo vale la pena”.
Pero volviendo al recital de París de mayo de este año, antecedente europeo de su actuación de anoche en Madrid, esta morocha argentina que -aseguran sus fans– canta el tango como ninguna en este siglo XXI, sólo conserva buenos recuerdos. “Una ciudad con gran historia tanguera. Fue impresionante, tres shows al palo y terminó, como dicen ellos, al nivel público de estadios. Fue como el sueño del pibe, terminé llorando. Fue tan emotivo como inesperado, esto lo digo por el tipo de repertorio que yo hago en donde no hay clisés del tango for export. En Europa hay gente que entiende de tango, pero en general están habituados a consumir ‘El choclo’, ‘La cumparsita’, ‘Caminito’, nada y después Piazzolla. Esos cincuenta años se los perdieron, así que cuando escucharon un tema de Manzi fue como una revelación. El público agradeció y aplaudió, creo, descubrir algo que no conocía. Yo no cambio una canción para ganar público europeo. Hago lo que siento y me gusta, y gusta.” No todas fueron rosas y aplausos, sin embargo: recordar si no el exabrupto de otra ¿diva? colega, Susana Rinaldi, y su ya famosa frase “después de mí, todos son cero”.
–¿Se sintió aludida por esta afirmación?
–No la escuché. Me consta porque lo comentaron entre gente amiga. Pero ¿qué puedo responder? Para mí, particularmente, de Susana Rinaldi hasta el último de los que fuimos a ese festival, éramos todos diez. Ese es el comentario que puedo hacer. Si me sentí aludida, ya no me preocupa.
Fin de la cuestión. Ahora el tema es la recuperación de un tiempo que semeja un agujero en una historia de amor entre este mundo y la música que nació en el Río de la Plata. Varela dice que recupera ese momento y esos autores (Manzi, Discépolo, Cadícamo), pero...
–¿Esto significa que no hay mañana posible en la composición de tangos, bien porteños pero de este siglo, por ejemplo?
–Lo clásico no está sometido a las modas. Cuando la poesía tiene peso, pasa a ser clásico. Manzi es un clásico y tiene esa vigencia. Cadícamo, Contursi, Celedonio Flores, lo mismo. Pero Troilo, Pugliese, el mismo Astor... Todavía falta decantar tanto, porque tomando una distancia objetiva de la historia puedo decir que 40 años no son nada. Hay que seguir decantando todavía aquello que se ha compuesto y escrito. Todavía tenemos un fracturador como Astor que no está internalizado. Paremos la pelota con esto de ¿que hay de nuevo, viejo? Creo también que debe ser difícil componer tangos rodeados de shoppings, con el peso poético de aquella época. La bohemia no es la misma y el entorno tampoco.
–¿Será un defecto arrastrado del rock, donde todo el tiempo parece buscarse lo que habrá mañana, la nueva gran cosa?
–Es un defecto del establishment. Porque si se escucha a Hendrix, Zeppelin, lo bueno de Yes hoy, seguro que no parece antiguo. Decir que lo de ayer es viejo es antiguo: nadie que lee puede preguntar si Cortázar o Borges son antiguos. ¿Por qué con la música?
–¿Considera que existe poesía tanguera en otros géneros musicales?
–Por supuesto. Creo que los Redondos tienen mucha cosa de tanguedia, de urbano. También diría que Adrián Otero es un gran cantante de tangos. No estoy hablando de lo poético, lo poético es algo muy particular, estoy hablando del estilo, el perfil, la onda. Porque lo barrial es tanguero, el tango es portuario y orillero. Jaime Roos tiene mucho de tanguero. Más que tanguero... Odio usar la palabra tanguero como adjetivo, pero digo que tiene que ver con la actitud. La actitud de no negar de donde somos, para mí tiene que ver con asumir el paisaje y no negarlo.
–Teniendo en cuenta la repercusión que comenzó a tener su figura en Europa, ¿cree que en Argentina no se valora el tango y aquí sí?
–Voy a preguntar yo: ¿a qué manifestación artística nacional se le da pelota en Argentina? No es solamente al tango. Pero también puedo decir que soy profeta en mi tierra. No lo digo sin humildad: a mí me va bien en Buenos Aires, en Argentina. No me puedo quejar, si estoy haciendo Europa porque está bueno hacerlo, pero primero quise conquistar Buenos Aires y eso me permitió no perderme nada menos que al Polaco y a Cadícamo, que me nutrieron. Por eso me quedé. Al tango lo dejaría como está: porque si ahora pasara por los medios masivos de radio y televisión, sería bastardeado. Lo bueno de la música es que pueda ser elegida y no impuesta.

 

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